A un año del devastador terremoto que azotó a Haití el 12 de enero de 2010, este país caribeño continúa sumido en la desolación y destrucción consecuente del sismo que ocasionó la muerte de más de 220 mil personas y dejó sin hogar a otros dos millones de ciudadanos.
Con incertidumbre y pesimismo, ante el incumplimiento de promesas realizadas por la comunidad internacional, Haití aún enfrenta el gran reto de la reconstrucción y de garantizar condiciones mínimas de salubridad para sus habitantes.
Es difícil para el país más pobre del hemisferio asumir tal compromiso sin la ayuda internacional, sector que luego del destructivo sismo, en sesión extraordinaria de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), anunció más de 10 mil millones de dólares para la reconstrucción de Haití.
Como muestra del estancamiento del proceso de reconstrucción, sólo de Puerto Príncipe, la capital haitiana, hay que extraer cerca de 18 millones de metros cúbicos de escombros, una labor que podría demorar una década, según ha estimado la Cruz Roja Internacional y la Media Luna Roja.
Los plazos parecen enormes desde fuera, pero son mayores para los cientos de miles de personas que viven acantonadas en campamentos provisionales, sin agua, electricidad o servicios sanitarios.
La vida a la intemperie, a expensas de las lluvias, los aludes, los huracanes y los habituales brotes de enfermedades y violencia, convierten al país, y sobre todo a Puerto príncipe, en un sitio demasiado inhóspito, hasta para aquellos a los cuales nada de eso les es ajeno.
Los haitianos aún aguardan porque la Comisión para la Reconstrucción del país (CIRH), presidida por el premier Jean Max Bellerive y el ex presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, acabe de tomar cartas en el asunto y de una vez pueda verse en Puerto Príncipe a alguien con la intención de reconstruir.
De acuerdo con el jefe de la Misión de las Naciones Unidas para la Estabilidad en Haití (Minustah, por su sigla en inglés), sólo 20 por ciento de la ayuda prometida ha llegado al país caribeño, si se descuenta la condonación de deudas.
Además, en una de sus reflexiones, el líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro, recordó hace poco menos de un mes que Clinton reconoció que la entrega de ayuda a Haití hasta entonces era de 897 millones de dólares, los cuales, a su juicio, “no se ven en ninguna parte”.
Antes del sismo, el 70 por ciento de la fuerza laboral no tenía empleo y la pobreza abrazaba al 80 por ciento de la población, en tanto proliferaba la violencia en barrios periféricos de la capital, como Citté Soleil, donde las peleas por el dominio de los carteles de la droga dejaban cada año decenas de muertos.
Después del terremoto aumentó el desempleo y la pobreza, lo mismo que el vandalismo, sobre todo las violaciones de mujeres y niñas, muchas veces por los mismos con los cuales comparten un techo en los campamentos improvisados.
El pasado martes, funcionarios de Gobiernio, refugiados y ciudadanos de Haití comenzaron actos de conmemoración para honrar a los más de 220 mil muertos del terremoto de enero de 2010. El presidente saliente, René Préval, visitó una fosa común en las afueras de Puerto Príncipe, donde reposan numerosas víctimas del sismo.
Las ceremonias terminarán este miércoles a las 16.53 horas locales (21:53 GMT), en el momento en que el sismo de magnitud 7,3 en la escala de Richter hizo temblar la tierra de ese país caribeño, cuya destrucción aún está lejos de superar.