El Primer Ministro israelí es un ultraderechista ortodoxo que, prácticamente, empató en las recientes elecciones frente al candidato progresista, Benny Gantz, en que ambos obtuvieron un 26% de los sufragios y 35 sendos escaños, (por la diferencia de un solo parlamentario, Netanyahu pudo formar gobierno).
El líder del Partido Likud, ultra ortodoxo, ha sido acusado de varios delitos de cohecho, de negociación incompatible y tráfico de influencias, además de implementar una política de terror contra las poblaciones palestinas en la Franja de Gaza y Cisjordania. Netanyahu es el niño mimado de Donald Trump, (no sólo trasladó la embajada de Estados Unidos a Jerusalén, sino que también reconoció como perteneciente a Israel los Altos del Golán).
Trump y el líder sionista tienen el mismo enemigo en Medio Oriente: el Estado Islámico de Irán. Los israelíes pretenden convertirse en la potencia hegemónica en esta zona del mundo y, para lograrlo, deben expulsar de Siria al ejército iraní. A comienzos del presente año los israelíes efectuaron un ataque con misiles en contra de las tropas del Estado persa, instalado en Siria.
La flota norteamericana, cuyo barco insignia es el USS- Abraham Lincoln, se encuentra cerca de las costas iraníes, y aunque Mike Pompeo niegue el propósito de invadir Irán, en el fondo, Estados Unidos y su aliado, Israel, ya no sólo pretenden dejar en la miseria a los persas por un bloqueo que exige a los países del mundo abstenerse de comprar ni un solo barril de petróleo, (como si ellos fueran los dueños del mundo, sin ningún respeto por el derecho internacional y la libre determinación de los pueblos).
Desde tiempos inmemoriales el dominio del estrecho de Ormuz ha sido decisivo en el comercio internacional y hoy tiene la llave de un tercio del petróleo y gas natural que se exporta en el mundo. Bastaría que el ejército iraní cerrara el estrecho para que se multiplicara el precio de los hidrocarburos, que provocaría una crisis económica mundial de proporciones, muy superior a la de los años 70.
El bloqueo actual a Irán por parte de Estados Unidos, de la no compra del petróleo y gas natural iraní, (afortunadamente no acatado por Rusia, China e India), ha tenido como consecuencia una grave crisis económica, pues los persas se han visto forzados a vender a mitad de precio su petróleo y gas natural, que son pagados por Rusia, China e India en monedas nacionales.
Los iraníes han declarado que su objetivo es la destrucción de Israel, que es el guardián del imperialismo norteamericano en el Medio Oriente. Desde el triunfo en la guerra de los “Siete Días”, (1967), y la de Yom Kipur, (1973), guerras en las cuales el ejército sionista aniquiló a potencias árabes muy superiores, entre ellas Siria, Egipto y Jordania, que triplicaban en población, extensión y capacidad militar al pequeño país israelí, de 8 millones de habitantes, el Estado sionista se ha convertido en “el matón del Medio Oriente”.
En la Franja de Gaza los bombardeos son permanentes: hoy el movimiento Hamas ganó las elecciones y está decidido a dar la batalla contra Israel, que domina la frontera de esta pequeña franja de territorio, el más poblado del mundo.
Los sionistas dominan también la Cisjordania, territorio en el cual los colonos, favorecidos por Netanyahu, hacen imposible la vida de la población palestina. A pesar de que Naciones Unidas y varios países han reconocido al Estado palestino, hoy no tiene dominio de su territorio, incluso no tiene continuidad, pues se interpone parte del Estado de Israel entre Gaza y la Cisjordania.
El Estado sionista, que en la actualidad cuenta con un ejército de alto potencial tecnológico, sumado a un mando capaz de tomar decisiones inmediatas frente a cualquier situación, además de indicadores económicos halagüeños que lo hacen un país desarrollado, está ubicado entre las principales potencias mundiales. Por otra parte, hace gala de una política expansionista frente a sus vecinos. Por un lado, pretende revivir la invasión del Líbano, (2006), pretextando el peligro que representa Hezbolá, que el Estado israelí califica de terrorista; por otra parte, pretende reafirmar el dominio de los territorios del Alto El Golán, conquistados en las dos guerras de 1967 y 1973.
Desde los Altos del Golán se puede ver Damasco, (Siria), y el territorio libanés: es un punto estratégico que permite controlar y dominar ambos países. Naciones Unidas no ha aceptado las tentativas de apropiación de los Altos del Golán por parte de Israel. El territorio se divide en una parte administrada por la ONU, otra por los sirios y otra por Israel. El territorio de los Altos del Golán es fundamental para la siembra y cosecha de frutales y de otros productos agrícolas, que es una de las razones por las cuales Israel pretende apropiarse del territorio. En los Altos del Golán hay hasta una cancha de esquí, administrada por los sionistas.
En el plan israelí para dominar el Medio Oriente se hace necesario expulsar de Siria a los iraníes y, en una segunda etapa, aniquilar a los persas y de esta manera, convertirse en dueños de los territorios que dieron nacimiento a las primeras agrupaciones humanas y, a su vez, a las religiones monoteístas.
Los países del Medio Oriente han resultado de los engaños de Inglaterra y Francia luego de las dos guerras mundiales y de la destrucción del imperio otomano. En un primer lugar, por la promesa de un Estado árabe unificado, por parte de Inglaterra y, posteriormente, por el reparto de los territorios árabes, en que Francia se quedó con Siria e Inglaterra, que se apropió de Egipto, además de lo que antiguamente se llamaba Palestina y los territorios aledaños al Tigris y el Éufrates, la actual Mesopotamia.
Hoy Israel, dominado por el partido ultra ortodoxo Likud, pretende apropiarse del Medio Oriente amparado por Estados Unidos, que fue recientemente derrotado en Siria, y que utiliza el expansionismo israelí para mantener su presencia en esta parte del mundo.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
17/05/2019