Noviembre 23, 2024

Federico Martel: Sodoma, poder y escándalos en el Vaticano

El francés Federico Martel, periodista investigativo, dedicó cuatro años a su trabajo sobre el poder del clan gay en la curia romana. En el proceso de su indagación visitó 36 países, entre ellos México, Colombia y Chile. También vivió dos años en el Vaticano y pudo entrevistar a cardenales, obispos, sacerdotes y seminaristas, trabajadores sexuales.

 

Según Martel, el problema de poder en la Curia romana no se centra en que el 80% de los religiosos sea homosexual declarado o reprimido, sino en la hipocresía de la jerarquía eclesiástica, que consiste en condenar las prácticas gay durante el día y, en la noche, lanzarse a ellas sin control. Desde la Estación Terminal de Roma, muchachos inmigrantes son “invitados” a pasar la noche en dependencias del Vaticano.

 

Los cardenales que más condenan las prácticas homosexuales son aquellos que esconden su condición, y contratan a jóvenes para el ejercicio de la homosexualidad. En México, no sólo el entonces líder de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel, sino que también muchos obispos y sacerdotes están involucrados en estos hechos. En Colombia, el extinto cardenal  López Trujillo, uno de los más fanáticos perseguidores de la Teología de la Liberación, practicaba la doble vida – de día ortodoxo y, de noche, abusador sexual -.

 

Según el autor que estamos comentando, la jerarquía chilena es un modelo del poder de las mafias eclesiales gays: hay una mezcla entre las dictaduras militares de Chile y Argentina y la infiltración de las mafias gays en las Conferencias Episcopales; en Chile estuvo como embajador del Papa Angelo Sodano, partidario acérrimo de la dictadura de Augusto Pinochet y amigo de personeros importantes de su gobierno  como      Rillón, Jaime Guzmán Errázuriz, Francisco Javier Cuadra, entre otros. Ángelo Sodano utilizaba al cura degenerado Fernando Karadima como su informante en casos de homosexualidad en la iglesia. Más tarde, el Papa polaco, Juan Pablo II, nombró a Sodano como Secretario de Estado del Vaticano, segundo cargo más importante después del Papa.

 

La mafia gay dentro de la jerarquía profesaba un anticomunismo exagerado, que le era muy útil al Papa Juan Pablo II para contribuir al aniquilamiento del socialismo real. La alianza de Sodano con las mafias gays dentro de la iglesia, y sobre todo, en las dictaduras llamadas “católicas”, tanto Rafael Videla, como Augusto Pinochet, eran muy asiduos a la recepción de la Comunión en las misas dominicales – luego salir del recinto sagrado y ordenar la muerte de sus conciudadanos -. Los religiosos más reaccionarios y conservadores se convirtieron en férreos defensores de Fernando Karadima, con el beneplácito del encubridor, Ángelo Sodano.

 

El autor desliza que existía una relación   de la mafia gay entre  los militares y civiles partidarios de la dictadura y la jerarquía católica más conservadora dentro de las iglesias latinoamericanas, especialmente donde reinaban las dictaduras militares, (dice el autor que Pinochet se entretenía con las infidencias del degenerado Karadima, especialmente en aspectos sexuales de los curas y obispos chilenos).

 

Esta obra del periodista francés no está dedicada a los abusos de los pederastas dentro de la iglesia – no hay ninguna relación entre homosexualidad y el abuso a menores, en su mayoría, las víctimas son mujeres, mientras que los victimarios, son familiares, maestros y otros allegados cercanos -, y la iglesia no es la primera en la lista de las instituciones y personas que practican la pedofilia; el hecho de que gran parte de los seminaristas hayan optado por la homosexualidad no constituye ningún problema, pues bastaría que la iglesia reconociera estas prácticas como lo hace con los clérigos que tienen hijos, obligándolos a cumplir con su deber paternal.

 

El drama radica en las prácticas mafiosas del lobby gay en la Curia Romana y en las Conferencias episcopales y el fariseísmo,  primero encubrir y, en segundo lugar,  condenar, incluso con gran despliegue de ira simulada, respecto a la homosexualidad.

 

Es cierto que hay una correlación entre obispos y curas homosexuales y la pedofilia: en el caso de la iglesia, casi todas las víctimas son niños y jóvenes varones, (aun cuando ahora comienzan a descubrir abusos por parte de religiosas y de violaciones heterosexuales de sacerdotes contra monjas y alumnas); baste recordar el caso de John O`Rlilly, líder de los Legionarios de Cristo en Chine, Congregación predilecta de Juan Pablo II.

 

El lobby-gay en la Cura Romana las ha emprendido contra el Papa actual, Francisco, quien ha intentado frenarla, con mucha dificultad debido a la feroz oposición de los cardenales y obispos más reaccionarios de esa institución. Lo acusan de herejía al acoger a los homosexuales en cuanto también son hijos de Dios y por tanto hermanos nuestros, y ven el peligro personal de perder el poder tan difícilmente cosechado durante varios siglos. Como bien lo dice el mismo Papa Francisco, la corrupción  comienza por el dinero, y no en vano Judas vendió a Jesús  por unas cuantas monedas.

 

Nuevos descubrimientos, como el evangelio apócrifo de Judas, demuestra que quien se dice el apóstol traidor, era el más fiel a Cristo, pues según el evangelio gnóstico, debía cumplir la misión profética de entregar a Cristo a fin de que se cumpliera la obra de la salvación de la humanidad.

 

El principal pecado de la mafia gay dentro de la curia no refiere a lo sexual, ni siquiera a la pedofilia, sino que al abuso de poder, a la doble vida y al amor ilimitado por la riqueza y el lujo. Es discutible que esta pueda ser la peor crisis de la iglesia católica, pues antes hubo una iglesia que vendía indulgencias, a fin de acortar la estadía en el purgatorio, y hoy, algunos se venden a las familias poderosas, con parientes que aspiran a santos, a fin de acortar el largo proceso. Los escándalos de Monseñores que se han apropiado de dineros son muy conocidos.

 

El hecho de que hoy los templos estén semivacíos, y algunos se hayan convertido en museos – en el caso de Holanda – no siempre sería un mal signo, por el contrario, la crisis en grado sumo podría significar una sangría muy necesaria, a fin de depurar una iglesia que se había entregado al servicio de los ricos y poderosos. A veces pocos feligreses, pero con fe y convicción valen más que esos grupos de cardenales y obispos que se han apropiado de la Curia impidiendo cualquier reforma.

 

La mafia vaticana logró la salida de Benedicto XVI, quien conocía bien sus prácticas cuando estuvo a cargo de la inquisición, (Congregación para la Doctrina de la Fe), durante el pontificado de Juan Pablo II, e intentó una reforma que le valió, incluso, hasta amenazas de muerte. Hoy pretenden hacer otro tanto con el Papa Jesuita argentino que, con ciertos temores, pretende reformar la Curia Romana.

 

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

20/04/2019         

Agregar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos requeridos están marcados *