Septiembre 20, 2024

Poner a resguardo los principios fundacionales del feminismo

 

Hoy es materia recurrente, en el ámbito comunicacional, poner en el tapete de la discusión político/social las  luchas que están emprendiendo las mujeres en el mundo, a través de los movimientos feministas. En buena hora, en algún momento se hacía necesario retomar el tema que, desde siglos pasados, ya habían iniciado incipientemente, destacadas mujeres como  Hipatia en Alejandría pasando por Luisa Michel y Rosa Luxemburgo, entre tantas otras pioneras. Son muchas,  las que se han recordado con cariño, respeto y agradecimiento,  en las masivas marchas que se multiplicaron y esparcieron  por el mundo el reciente 8 de Marzo.

 

 

Ojalá la fuerza adquirida y hecha potencia, en esta reciente  movilización, no se quede entrampada en el camino. Resultó meritorio que los distintos movimientos feministas se hayan unido, en una forma tan masiva nunca antes vista. Es de esperar que esta unión siga y que la división no las corroa por dentro, como les ha pasado a tantas organizaciones de todo tipo. Sin ir más lejos, vemos como las organizaciones sindicales, en los distintos países del mundo, se encuentran divididas en varias centrales. Un verdadero auto suicidio, velando cada central por los intereses particulares de sus gremios asociados. Acá en Chile, la otrora  poderosa CUT, ahora descredibilizada, ha dado motivo  para que ya tengamos tres o cuatro centrales sindicales.

 

Esto ha estado sucediendo  en todos los ámbitos. Me ha tocado vivir en el centro de Valparaíso, en un edificio que es un lugar privilegiado para ver, a toda vista, todas las marchas que desembocan en el Congreso. Un día son las que luchan por el aborto libre, al otro, por la causa de los mapuches. También por la defensa del agua, los animalistas, los ecologistas, por la educación pública gratuita, por la diversidad sexual, por la no discriminación, por el derecho a la vivienda, en favor de los inmigrantes, por un Puchuncaví y Quintero libres de ser zonas de sacrificio, en defensa de las dunas, por una previsión solidaria que cambie el sistema de ahorro individual, por la defensa de la pesca artesanal, etc.

 

En fin, un suma y sigue de reclamos particulares que alejan, cada vez más, un reclamo general contra el sistema capitalista fuente de todos  aquellos males que se reclaman individualmente. En fin, de división en división, cada uno en lo suyo propio, divisiones que a la larga se transforma en un fenómeno político/social que, en mi opinión, está resultando nocivo y alarmante. Está bien, eso de la diversidad, de la pluralidad, pero ese prurito debe tener un límite so pena de convertirse en un mundo en que cada porción  se limita a luchar por sus propios intereses y no por el interés general de todos.

 

En fin, un larguísimo etcétera que sería lato de enumerar en esta reflexión. Si incluso hasta en cada establecimiento industrial, comercial o de servicios hay varios sindicatos ejerciendo sus funciones bajo un mismo techo, sindicato 1, sindicato, 2, y así un suma y sigue.

 

¿Cuántos sindicatos hay por ejemplo en el cobre? Es para perder la cuenta. Cuando paran los del cobre, no es que paren todos los del cobre, ni tan siquiera las de una determinada empresa, sino que paralizan los sindicatos tales y cuales, y los otros siguen trabajando. En la última huelga portuaria en Valparaíso los trabajadores eventuales, por primera vez en 20 años, fueron unidos a la huelga, pero durante su transcurso, la empresa les arregló su situación a uno o dos grupos, y éstos se reintegraron, dejando al resto de sus compañeros más debilitados para proseguir en su lucha. Eso de la solidaridad entre los trabajadores ha pasado a  ser un eufemismo. Mientras yo me arregle, el resto que se salve como pueda,  parece ser la consigna. .

 

¿No les parece todo esto un cuento ya bastante repetido?

 

En lo personal, situaciones como éstas son las  que me preocupan. Atendido a que en mis análisis no puedo desprenderme de mi visión marxista. Si hasta los mismos comunistas criollos han caído en este juego, o a lo menos lo han aceptado resignadamente sin hacer nada para revertir esto, Se dicen marxistas, porque defienden a los trabajadores tales o cuales para que los patronos les suban sus miserables sueldos. A decir verdad, no entienden el marxismo, si nos atenemos al pensamiento de Carlos Marx, su teórico fundacionalista.  

Sobre el particular, suponen, que Marx sólo quería el mejoramiento económico de los trabajadores y que quería abolir la propiedad  privada para poder poseer  lo que ahora tiene el capitalista. La verdad es que para Marx, la situación económica  de un trabajador en una fábrica, no era su principal preocupación,  él en sus investigaciones y su propia teoría se preocupó, fundamentalmente, del interés general para todos los trabajadores, esto es, liberarlo de su estado de explotación en el sistema  capitalista y su consiguiente des enajenación de aquellas ataduras que lo remitían a tal condición.

 

Lamentablemente, la enajenación vista a los ojos de Marx,  se ha prestado para gruesos equívocos. Así por ejemplo,  se ha inferido que Marx cuando se refería al tema de la enajenación del hombre inmerso en los trabajos de los sistemas del productivismo industrial, estaba haciendo una invocación sólo y exclusivamente respecto de la explotación económica de que era objeto el trabajador, y del hecho de que su participación en el producto no fuera tan grande como debiera,  o de que el producto debía pertenecerle, en vez del capitalista. Sin embargo, tal visión no es tal, pues lo que más le preocupa esencialmente a Marx, no es la igualación o mejores ingresos, le preocupa sobre todo la liberación del hombre de un tipo de trabajo que destruye su individualidad, que lo transforma en cosa y que lo convierte en esclavo de las cosas. Sus ideas en este punto tratan de revertir esta condición, la vuelta del hombre  a sí mismo, a su  plena autorrealización.

 

De otra parte, parecemos no percatarnos de que el  dividirnos en una multiplicidad de grupos para reivindicar nuestras particulares demandas, son  del entero agrado de los capitalistas. Incluso dictan leyes para favorecer y facilitar  a que se intensifique estA tendencia divisoria, consignándolas en cada reforma que hacen en las leyes laborales. Con ello se precaven de que el mundo social, ni siquiera se acuerde de que la razón de ser, desde donde se originan todos los males por los cuales reclamamos, provienen de la  naturaleza depredadora y explotadora del capitalismo. Así entonces logran que en nuestras peticiones no pidamos “cambios”, sino que nos quedemos pegados en pedir puras ·reformas”.

 

A saber, con las reformas”, el capitalismo ha parecido coronar su triunfo, asegurándose  que las estructuras que sostienen  la base del sistema capitalista, de las cuales provienen todos los males por los cuales luchamos,  no sean tocados ni con el pétalo de una rosa. Sólo nos dejan operar en los márgenes, en la periferia del sistema, para seguir quedando ahí donde mismo, vale decir, en el sistema capitalista, que es lo que les interesa..

 

Ahora bien, pero, ¿qué tiene que ver todo esto con el movimiento feminista?

 

 Ni tan poco, ni tampoco mucho, pero sin duda son temas que están relacionados,  sobre todo,  por el hecho de la división que se ha estado incubando en el propio seno del movimiento feminista.  En fin, como ya sabemos las hay para todos los gustos, las que las han llevado a criticarse mutuamente: unas, que son demasiados radicales, otras, que son demasiados burguesas, Incluso, antes  de la gran marcha, surgió un movimiento de las “separatistas”, su consigna era que en la marcha no debieran de participar los hombres, porque sus reivindicaciones respondían a las de su propio  género. También hemos sabido del movimiento “Me Too”, o las de la “Ni una menos”, etc. . Así otra vez, llegamos a lo mismo, el espíritu divisionista correo los nuevos cuerpos orgánicos que surgen.

 

Sin embargo, en mi opinión, hay un peligro mayor. El que las integrantes del movimiento feminista logren ser cooptadas por el sistema, sobre todo su clase dirigente, como ha sucedido en todos los demás órganos político/sociales que  han surgido a lo largo de nuestra historia reciente.

 

Pruebas al cántaro: Condolice Rice,  Hillary Clinton, Margaret Thatcher. Cristine Laghard (FMI), la ex presidenta de Corea del Sur, a la que recientemente tuvieron que destituir por corrupta y ladrona, etc. ¿Les suena?… En nuestro mismo parlamento,  parlamentarias de derecha, y no pocas de la Nueva Mayoría, dejan bastante que desear, incluso algunas de ellas abiertamente declaradas “negacionistas”, y otras antiabortistas, racistas xenofóbicas, y no pocas fachas que andan por ahí.

 

Y ya, para colmo, en la reciente movilización masiva, antes de que ésta  se iniciara, la misma ministra del Ministerio de la Mujer, acompañada por el propio presidente, con sus declaraciones hicieron lo posible y lo imposible para que este movimiento no tuviera la convocatoria que tuvo..

 

Esto quiere decir que los vicios y las excrecencias culturales que se derivan del poder capitalista, no se van a terminar por poner a mujeres en los puestos claves de mando de nuestras instituciones,  sino que corren el riesgo, -de lo cual hay numerosas pruebas empíricas sobre ello-, va a incorporar a la mujer a estos mismos vicios que se han venido repitiendo en una combinación incestuosa entre la cultura patriarcal y el capitalismo.

 

Entonces, no es sinónimo de porque sean las mujeres las que lleguen a las posiciones de poder más alta en el mundo, que se vaya  a  acabar la cultura patriarcal que nos ha legado todos los valores (mejor dicho, anti valores)  hasta aquí tenidos.

 

Por último, excúsenme, tengo una gran duda sobre la composición, y a quienes son las que representan los movimientos feministas. Responder, “a todas las mujeres”, me suena como un poco a falso, toda vez, que en la dirigencia de los movimientos y en sus mismas concentraciones, veo reflejada mayoritariamente a la clase media aspiracional, a las profesionales, a las estudiantes, pero se me hace difícil ver la presencia de la mujer campesina o de la mujer de las poblaciones de la periferia, la que pela el ajo todos los días, etc.

 

Sobre este particular, no deja de llamarme la atención lo declarado por la controvertida feminista, Camilia Piglia:

 

“En los años 60 el feminismo de izquierdas trataba de atraer a las mujeres trabajadoras y adoptaba las maneras y el lenguaje de la clase trabajadora. En los 70 se empezó a imponer una corriente que se centraba en las burguesas de profesiones liberales, principalmente profesores, periodistas… Ese tipo de feminista que cree saber qué es lo mejor para las mujeres. Pero lo cierto es que sólo están centradas en hacer carrera y no se dan cuenta de lo distintas que son sus vidas de las mujeres de clases trabajadoras que pretenden representar. Hay una actitud muy elitista en el feminismo. Y las periodistas y las que se llaman intelectuales tienen mucha culpa”.

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