Luego del paso de Felipe Avello, Dino Gordillo, Jani Dueñas y Jorge Alís por el escenario del Festival de Viña, y tras los análisis de sus rutinas, de sus éxitos y fracasos, surge nuevamente el cuestionamiento sobre qué nos hace reír y dónde se encuentran los limites respecto de aquello que está permitido.
En las presentaciones más exitosas del humor en la historia del Festival de Viña del Mar hay una huella de la transformación cultural de Chile. La rutina de Hermógenes con Hache sobre el vendedor de sopaipillas homosexual en 1984, que fue probablemente la más exitosa de toda esa década, sería transversalmente repudiada hoy. Dino Gordillo nadó, se suponía, a contracorriente del cambio cultural y triunfó, mientras Jani Dueñas, que parecía encarnar los nuevos sentidos comunes, no logró hacer reír al público. Incluso ha circulado la hipótesis de una estratificación por clases sociales del humor en Chile.
Por otra parte, se ha abierto una discusión sobre cuáles son los territorios aceptados para el humor y cuáles no se podrían traspasar. Enredándolo todo más aún, hay quiénes se preguntan si efectivamente se puede trazar ese límite y pontificar sobre aquello de lo cuál se puede reír o no en una sociedad.
Para el autor del libro La risa de Gabriela Mistral. Una historia cultural del humor en Chile e Iberoamérica, Maximiliano Salinas, el humor es “una dimensión trascendental en cualquier sociedad, y más en la chilena, sometida a una colonización mental que obstruye la libre manifestación de la risa y de la cultura cómica”
Por su parte, Jorge Montealegre, escritor e investigador de humor gráfico afirmó que el humor es contrario al sentido común, pues busca lo inesperado e incoherente, además que permite decir aquello que nos resulta complejo o difícil, como por ejemplo, hablar de la muerte.
“Es una disposición de ánimo para encontrar lo cómico, lo risible, lo gracioso en distintas situaciones que pueden ser de lectura, de espectáculo, de la vida cotidiana. Y para tener esa capacidad de encontrar lo cómico se debe tener sentido del humor”, aseguró el escritor.
Pero el humor, tanto en su contenido como en su forma, está circunscrito al contexto social.
“Claramente, el contexto influye a la hora de hacer humor (…) además, todos los temas que surgen de él sirven para hacer humor, de eso no cabe ninguna duda, y en la medida que son parte de la opinión pública, dan la oportunidad para que los humoristas lo tomen”, explicó el sociólogo y autor del libro Identidad Chilena, Jorge Larraín.
Para Larraín, el marco social no sólo da nuevas oportunidades para hacer humor de forma diferente, sino que también fija barreras que no deben traspasarse.
“Hay límites sociales que poca gente se atreve a traspasar y apropiadamente es así, porque el humor siempre va a tener un límite, que es la ofensa a determinados grupos, ésa es la barrera que no puede traspasarse. Por mucho tiempo no hubo mucha conciencia acerca de eso, cuando no había comprensión acerca del dolor que podía causarse, por ejemplo, a grupos étnicos o a los homosexuales. Pero en la actualidad hay un mayor control social, a través de las redes sociales”, añadió.
Asimismo, para el escritor Jorge Montealegre “hay temas que entran y salen, la modernidad de alguna manera exige ponerse al día y actuar de acuerdo a eso. Un chiste sobre homosexuales, que era pan de cada de día en las rutinas del humor, antes no se rechazaba, pero hoy es inadmisible. Llega un momento en que eso se revisa, no es un tema de gracia, se ve si es políticamente y culturalmente correcto. Y bueno, en tiempos de cambio, así como entran nuevos temas, salen algunos”.
Montealagre explicó que hay otros parámetros para hacer humor que dependerían a las distintas situaciones a las que se enfrenta el humorista, por ejemplo, al tamaño del público, su nivel de profesionalismo, el criterio propio, las normas legales, entre otras.
Hay gaviota para…
Respecto del humor en el Festival de Viña, Maximiliano Salinas señaló que éste tiene un objetivo político símil al del circo en el Imperio Romano, por ende, “no es posible esperar gran cosa de sus resultados. Los y las humoristas deben ‘competir’ -esa es la única dimensión de competencia actual del Festival- por halagar las expectativas mínimas de la masa”.
Respecto del mismo tema, Jorge Montealegre planteó que Viña es una estructura muy conservadora y nostálgica de los ’80. “Hay un olor a dictadura, a Vodanovic, a Argandoña, a Bosé, a Puma Rodriguez, a Julio Iglesias, entonces hay una nostalgia por esa época como diciendo ‘pucha que que lo pasabamos bien’ mientras había desaparecidos, presos, exilio, mientras un montón de artistas y humoristas no estaban en ese espectáculo”.
Y en esta estructura conservadora, afirmó que “la gente se pone en una disposición de ‘ya, diviértanme y yo te premio o te castigo’. Este rechazo de lo que no les gusta responde a que ésta es una sociedad de consumo, donde la gente paga para que la hagan reír”.
Para el sociólogo Jorge Larraín, “el tipo de humor que se práctica en el festival tiene algo que decir, ¿qué nos dice? que el tipo de público que hay ahí es uno que espera una cosa más rápida. Están ansiosos, rodeados de un espectáculo que es largo y bastante difícil de llevar, entonces quieren una cosa chispeante, rápida, sencilla, sin lenguaje sofisticado, que es lo que le gusta a la gente”.
Finalmente, es dentro de este subsistema que la gente se transforma, actuando en “modo festival”, convirtiéndose en el llamado Monstruo que pone a prueba al humor que pasa por su escenario.
De los cuatro humoristas, Felipe Avello, Dino Gordillo y Jorge Alís sobrevivieron al Monstruo. Sin embargo, fue Jani Dueñas, con su ultra laureado stand up, la que no logró conquistar al público de la tercera noche de Festival. “Claramente éste no es mi público, había una intuición mía de que un festival tan grande no era para mí (…) Pensé que sería más fácil conectar con ellos, hubo una energía muy rápida del no te queremos escuchar“. Yo quería invitarlos a dar un paseo por mi cerebro y no se pudo”.
Efectivamente. El monstruo quería otra cosa.
Publicado en el portal de Radio Universidad de Chile