Septiembre 20, 2024

Canto de amor dedicado a don Matías Pérez Cruz

“Declaro inocente a Matías Pérez Cruz”. ¿Qué culpa tiene don Matías de tomar en serio la frase de uno de los Matte, en la cual afirma ser los dueños de este país? ¿Qué culpa tiene don Matías Pérez Cruz de creer que la propiedad privada es el bien más importante de la tierra por ser un bien de origen  divino, y que Cristo murió en la cruz para salvarla? ¿Qué culpa tiene don Matías al creer que los comunistas se comen a los niños en cada desayuno? ¿Qué culpa tiene don Matías al defender la idea de que el único comunista bueno es el comunista muerto?

 

 

Cómo culpar a don Matías Pérez Cruz de que el “comunista” Eduardo Frei Montalva haya repartido los latifundios, que siempre han pertenecido a “gente como uno”, (aún hay comunistas que piensan que lo mató Pinochet). Cómo culpar a don Matías del uso de sus dos apellidos, Pérez y Cruz, para diferenciarse “de los Pérez bastardos”. Cómo puede se puede culpar a don Matías de que la muerte se haya llevado al “salvador de Chile”, y que los derechistas – entre ellos el Presidente Piñera – se mezclen con rotos y les den “contentillo” para sacar más votos, (antes, en los buenos tiempos, se les llevaba como carneros a las urnas).

 

Para don Matías, mientras los pobres sean invisibles no hay ningún problema. Y pueden él y su familia instalar su trasera en el rompeolas del Lago Ranco. Los rotos, se podría decir, también son hijos de Dios, pero su misión es trabajar para el enriquecimiento de los dueños de GASCO, y mientras el pobre sea hábil manualmente, trabajador, leal, bien educado con su superior, hay que tratarlo con amor, cariño y comprensión.

 

El drama no son los rotos fieles, sino los rotos metidos a gente, aquellos que los comunistas les han inoculado la idea estúpida de que todos los hombres son iguales. Pero se equivocan: los Pérez Cruz somos ricos porque hemos trabajado y los roteques son pobres porque son flojos y borrachos.

 

Don Matías no tiene la culpa del fin de una aristocracia; incluso, sus hijos se hicieron mapucistas y miristas y les usurparon sus fundos ancestrales a sus padres. Antes, los curas de congregación pertenecían a “familias bien”. ¿Será culpable don Matías de que los hijos de don Carlos Aldunate, Mariano Puga Vega, y otros, se hayan convertido en “curas comunistas”? ¿Será culpable don Matías de que los Papas, en vez de dedicarse al apostolado y al servicio de Dios, se dignen a escribir Encíclicas sociales, y, como el jesuita Francisco, condenen el neoliberalismo como anticristiano?

 

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Para don Matías sólo se permitiría el ingreso a las Carmelitas “Descalzas”, a señoritas de buen apellido, que al matrimonio con Jesucristo los padres adinerados aportarían una buena dote;  no en vano, los santos chilenos cuentan, hasta ahora, con buenos apellidos, (Vicuña, Fernández Solar, Hurtado Cruchaga). Es cierto que, a través de los tiempos, siempre ha habido religiosos y religiosas de rostros humildes, dedicados a barrer, (San Martín de Porres), y de “otros trabajos menores”. (Cuenta el historiador Gonzalo Vial Correa – de buena cuna – que una señora aristocrática, cuando visitó al cura italiano San Pío, exclamó: “cómo Dios ante una naturaleza tan humilde y tan miserable hiciera milagros tan portentosos”.

 

¿Es culpable don Matías de llevar una panza pantagruélica, capaz de provocar los mejores memes, canciones en su honor y chistes hirientes cuando la culpa la tiene su mujer, quien para soportarlo regala con ricos mostos, marca “Matías Pérez Cruz” y, con bastante frecuencia, whiskies de excelente calidad, que con tanto brebaje y vida regalada lo han convertido en un tonel? El pobre don Matías está tan mal económicamente por culpa del “traidor”  Piñera, (no tiene nada de caballero, sino de descendientes  de rotos de Coquimbo).     

 

Don Matías Pérez Cruz al ver las caras de las tres señores que invadían su jardìn – tan difícilmente cultivado y conservado – creyó que estaba tratando con la servidumbre de su casa, o bien, con una de las tantas “fachas pobres” que votan por la derecha. Al comienzo, las trató con caballerosidad – como corresponde a un cristiano de vieja cepa frente a unas hijas de Dios -, y creyó, como todos sus empleados chupamedias, que obedecerían sus órdenes sin chistar, pero ¡oh sorpresa!, estas mujeres sabían hablar y, además, defender sus derechos y de los demás chilenos. Tal vez era la primera vez que una monja (de las Carmelitas Teresas de San José) y sus acompañantes osarían discutir sobre leyes con un importante abogado de la plaza, además, con argumentos jurídicos tan indiscutibles que las playas del mar, ríos y lagos pertenecen a todos los chilenos.

 

Al parecer, al prestante y prepotente abogado no le enseñaron que el estado de derecho se basa en la igualdad ante la ley, así sea una frase banal y estúpida, pues siempre ha existido el famoso dicho “todos somos iguales, pero hay algunos más iguales que otros”, (los Matte Pérez, los Pérez Mackenna, los Pérez Cruz…)

 

Matías Pérez Cruz es un prohombre en el mundo económico-político chileno: dueño de GASCO, además tiene de una de las mejores viñas nacionales, (no se ocurra a algún despistado  boicotearlas, pues son productores de vinos de muy buena calidad).

 

No es necesario ser melómano para ser miembro, durante diez años, del  directorio  del Teatro Municipal, y don Matías Pérez Cruz fue uno de ellos y aportó ideas tan brillantes como privilegiar la ópera Carmen sobre composiciones más modernas, pretextando que la antigüedad, al igual que los vinos, es una marca de calidad.( Aunque  Carmen es una puta gitana y subversiva)

 

Don Matías Pérez Cruz, al parecer, es un buen cristiano: antes creía que Fernando Karadima era un amigo personal del Padre Alberto Hurtado y que O`Reilly era un “santo educador”. Indignado, decidió aportar mucho dinero ante la santa causa para que en Chile los Tribunales de Justicia prohibieran la exhibición de la “degenerada”  producción cinematográfica de Martin Scorsese, “La última tentación de Cristo, que según los teólogos consultados por don Matías, tenía una o más escenas pornográficas y diamantes. (Es sabido que esta gran obra es impecable desde el punto de vista teológico).

 

Afortunadamente para el cristianismo, junto a tanto purpurado y magnates, que quieren convertir a Cristo en ginecólogo, banquero o en cómplice  de los “mercaderes del templo, también hay los cristianos que, como la monja Claudia Figueroa, den testimonio de que el cristianismo es una profecía de la igualdad entre los hombres. Don Matías Pérez Cruz no tiene la culpa de que los dueños de Chile quieran serlo también de  los mares, los ríos,  los lagos, de las montañas, de la fauna y de la flora.

 

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

08/02/2019

Nota  Don Matías tiene un gran defensor en Ortega y Gasset en su libro La rebelión de las masas, el drama de  nuestro tiempo es el fin de una aristocracia

                 

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