Noviembre 10, 2024

Chile se seca… ¿a quién le importa?

Sano es recordar que actualmente sólo en un país del planeta el agua está en manos privadas y no pertenece al estado. Ese país es el nuestro. Ello incluye a las napas freáticas.

Los datos duros respecto de la sequía que nuestro país experimenta desde hace muchos años son escalofriantes. Uno de ellos –tal vez el de mayor significación- señala que el 82% de las aguas lluvias, de ríos, acequias y arroyuelos se pierden en el mar. ¡El 82%!

 

 

Según señalan campesinos y agricultores, y en especial quienes administran los cursos de agua para el regadío,  las ‘nieves eternas’ sitas en las altas cumbres han rebajado sus volúmenes en niveles alarmantes. Hace sólo algunas décadas la cota de los dos mil quinientos metros señalaba el punto cordillerano desde el cual, remontando montañas, comenzaba la nieve. Hoy, esa cota se empina desde los cuatro mil metros. Son más de mil quinientos metros menos de nieve para abastecer de agua a las poblaciones y a los campos.

 

Es un hecho innegable que las regiones de Coquimbo, Valparaíso, Metropolitana, y O’Higgins han comenzado a secarse de manera dramática. Ya no sólo estamos amenazados por un sostenido avance de la duna, pues a lo que nos enfrentamos ahora es a un futuro oscuro, árido y fatal.

 

Las aguas provenientes de las nieves cordilleranas y de las lluvias de invierno han mermado sus volúmenes en tal cantidad que cada día quienes se preocupan y saben de este tema, incrementan sus llamados de alerta, gritos que sin embargo parecen caer en un estéril vacío.

 

Un ejemplo de lo anterior se encuentra en las estadísticas pertinentes. Curicó y Talca, en la región del Maule, han visto rebajar sus niveles de aguas en más de un 40%.  En O’Higgins, a su vez, la disminución se aproxima al 50%. Como bien sabemos, en esas regiones –consideradas con justicia las zonas huasas de Chile- se encuentra el corazón mismo de la agricultura tradicional, así como también lo mejor de nuestras frutas y vinos.

 

Además, al norte de la Región Metropolitana la escasez del recurso hídrico tiene características catastróficas no solamente por el bajo volumen que presenta el recurso mismo, sino, además, porque un pequeño grupo de empresarios se apropió de los exiguos cursos de agua existentes para beneficio económico propio, dejando en la estacada a miles de personas que ni siquiera pueden contar con  ese elemento para satisfacer sus más prioritarias necesidades.

 

Un recorrido aéreo por sobre las cumbres cordilleranas de la zona central chilena permite constatar que aquello de “nieves eternas” ha pasado a ser solamente un nostálgico recuerdo de días mejores, pues lo que se observa son manchones de nieve, dispersos y no un continuo blanco y sólido como era dable ver hace algunos años.

 

La política del neoliberalismo salvaje y a todo trapo, ha tenido resultados horrorosos en muchas áreas de la economía y de la sociedad, como ocurre con la previsión social, la brecha económica siempre en aumento, la salud cara y de mala calidad, el despliegue a voluntad de la delincuencia,  el endeudamiento profundo de al menos la mitad de la fuerza de trabajo, etc. Y si mencionamos el acceso al agua potable, así como la protección del medio ambiente (cuestión fundamental para la preservación del agua proveniente de los contrafuertes y alturas cordilleranas), esa política ha sido un total fracaso para el bienestar de la gente común, la cual constituye el 95% de la población. 

 

Sano es recordar que actualmente, en el planeta, sólo en un país el agua está en manos privadas y no pertenece al estado. Ese país es el nuestro, Chile. Ello incluye a las napas freáticas, lo que significa simplemente que cualquier pozo o noria existente en un predio agrícola, en una pequeña hijuela o en una casa, pertenece a empresas privadas y no al dueño del terreno, ya que la legislación actual permite separar la propiedad del agua del dominio de la tierra, amén que considera al agua como bien nacional de uso público y a la vez “bien económico”. Por ello entonces, los propietarios de todas las aguas son en, estricto rigor, dueños del “ciclo del agua”, nubes incluidas. ¿Grotesco, verdad?

 

Para empeorar la situación, el actual gobierno empresarial encabezado por Sebastián Piñera ha determinado que las aguas del territorio nacional sigan en manos privadas de manera “indefinida”, sutil forma de referirse a poseerlas a perpetuidad.

 

Demás está decir que al empresariado poseedor ‘legal’ de las aguas les interesa la inmediatez, vale decir, explotar un recurso natural salvajemente sin interesarle el futuro del recurso (y menos aún del país), pues el objetivo no es oro que engordar económicamente de forma vertiginosa hasta la obesidad. Lo que ocurre en los bosques de la Araucanía lo corrobora. El visto bueno oficial de este gobierno -que refrenda la autorización de los gobiernos anteriores- para que los predadores de siempre puedan practicar el monocultivo (que genera ganancias casi inmediatas), llenó las tierras del bello e histórico sur chileno  con pinos y eucaliptos, árboles estos últimos que secan los terrenos.

 

La nefasta política actual provocará una sequía que en medio siglo más tendrá al centro y al centro sur del país convertido en zona semidesértica. Y si usted cree que lo mencionado aquí es una exageración, permítame sugerirle recorrer los alrededores de Cauquenes (Maule), donde podrá observar que la temida duna ya ha llegado a esa tierra otrora verde y espléndida.

 

¿Cómo evitar que la sequedad se adueñe de Chile? Para ello se requiere voluntad política que obligue al estado y al mundo privado a invertir en obras de ingeniería que permitan almacenar  a través de embalses, tranques y similares una parte de ese 82% de las aguas que van a morir al mar, ello implica activar visiones económicas de largo plazo y no inmediatistas, como suele agradar a muchos gobernantes y a casi todos los empresarios, especialmente a aquellos que conforman consorcios transnacionales que no se detienen en su accionar predador si el negociado les permite otear ganancias considerables, aún a costa de la desforestación y expoliación del suelo que los recibe. 

 

En resumen, para revertir la actual situación de catástrofe es imperioso que el agua vuelva a ser patrimonio de todos los chilenos y administrada por el Estado. Continuar con este asunto tal como hoy se encuentra, es simple y llanamente condenar a Chile y a su gente a un futuro de terror, con mayor angustia si recordamos que el nuestro es uno de los países más afectados por el cambio climático. 

 

Arturo Alejandro Muñoz

 

 

 

 

 

 

 

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