Septiembre 20, 2024

La estrategia del populismo de ultraderecha para consolidar el totalitarismo neoliberal

El actual contexto neoliberal está siendo devastador para las clases trabajadoras, que ven sus salarios disminuyendo, sus derechos precarizando, sus libertades limitando y las promesas de ascenso social frustradas tras la privatización agresiva de los servicios públicos, sobre todo en los países desarrollados (Chile ya lo experimentó durante la dictadura militar de Pinochet y los gobiernos de la Concertación).

 

 

Si a ello le sumamos el rechazo de las oligarquías empresariales a contribuir con sus impuestos a las arcas públicas, acentúa mucho más los efectos negativos de la globalización económica. Todo ello –por cierto- constituye una grave amenaza para la democracia.

 

Además, la actividad política se ha convertido en una gestión técnica de cosas y personas al servicio de la monarquía del capital, lejano a la voluntad de los ciudadanos, favoreciendo la despolitización y el pesimismo sobre la democracia y la situación económica (con aquella frase tan común: las cosas no van a cambiar). Por tanto hay un pathos que está construyendo redes asimétricas basadas en el miedo.

 

Lo anterior va consolidando en el imaginario social una desafección por la política, que está aprovechando el populismo de ultraderecha, una brizna dentro de las derechas (en plural), que aglutina en la actualidad a una serie de personalidades políticas y sus gobiernos (Trump, Salvini, Bolsonaro, etcétera) teniendo como elemento axial un discurso autoritario antiestablishment (elite política y financiera versus pueblo) y presentándose como personalidades salvíficas ante la pérdida de puntos de referencia sólidos para la ciudadanía. Este populismo se presenta como respuesta a la crisis económica y social enfatizando su hostilidad hacia la democracia representativa. Frases como Make Great America Again o Brasil por encima de todos, ejemplifican esta idea que estoy señalando, las cuales crean un imaginario idílico de un pasado mejor, próspero, aunque siempre asociado con el autoritarismo.

 

Esta ultraderecha es hostil –también- a la izquierda como a los partidos conservadores de centro. Aunque este punto hay que matizarlo, dado que, a modo de hipótesis por el momento, existe una mixtura estratégica entre estos partidos (que adoptan y defienden el modelo neoliberal) y estos movimientos populistas. Ello porque consideramos que el neoliberalismo, en su fase actual, podría ser considerado como parte de la derecha radical, es decir, aquella corriente dentro de la derecha que pretende incidir dentro del orden establecido para la radicalización del modelo neoliberal imperante a través de organizaciones intermedias (think thanks, ONG, medios de comunicación, etcétera). La ultraderecha, en cambio, tiene una posición “antisistema”; que busca refundar o restaurar un pasado idílico. No obstante, desde nuestro punto de vista, esa posición es sólo una fachada, pues, camuflan el interés de reafirmar el capitalismo neoliberal autoritario de tinte totalitario.  

 

El discurso ultraderechista contiene mensajes simples, rústicos, agresivos, siendo las redes sociales su campo predilecto. Se presentan con soluciones disfrazadas de eficacia. Empero, en el fondo, no abordan los problemas socioeconómicos que afectan a sus propios países.

 

Ahora bien, de todo lo apuntado anteriormente, es importante tener en consideración que este populismo de ultraderecha es una táctica optada por una corriente extremista de derecha específica (ultraderecha), con el propósito de poner énfasis en los problemas que afectan al ciudadano común como la falta de trabajo, inseguridad ciudadana o pérdida de la identidad nacional, con la finalidad de distraer y canalizar la afección social, sin cuestionar el sistema económico neoliberal, causante de todos estos problemas. Con ello sustituyen el resentimiento económico (lucha de clases) por un resentimiento culturalista (conflictos identitarios), justificando así la naturalización de la violencia hacia otro extranjero. Esta intención –por ejemplo- de Donald Trump de construir un muro con la frontera con México es el fiel reflejo de esta distracción. En ese sentido esta “distracción” ha sido capaz de conseguir el voto de las clases medias y bajas, que han sufrido en las últimas décadas los resultados nocivos de la globalización económica.

 

Por su parte, la ultraderecha populista ha conseguido el voto entre los excluidos de la sociedad, o en ciudadanos que han descendido de clase social (especialmente, la clase media). De alguna manera las variables visibles de su discurso son identidad nacional y seguridad. No obstante, este discurso –que está muy presente tanto en la vida cotidiana y redes sociales-, no duda en acudir a la violencia, al discurso irracional y visceral contra determinados sectores de la sociedad (partidos políticos de izquierda, colectivos feministas, LGTB, entre otros), utilizando el miedo para implantar políticas públicas de control social. La inseguridad inducida por el populismo de ultraderecha ha permitido –finalmente- que la derecha radical actúe en una política más agresiva de privatización. Por ejemplo Bolsonaro –apoyado por la élite financiera-, ha anunciado la privatización paulatina de determinados servicios en Brasil (privatización de los aeropuertos) estableciendo un marco político autoritario para ello.

 

Podríamos afirmar en esta reflexión que existe una mixtura estratégica entre la ultraderecha populista y derecha radical para mantener un sistema económico agotado, en crisis (desde el año 2008), canalizando el malestar social actual hacia la satisfacción de sus efectos negativos. Con todo, esta mixtura fortalece arbitrariamentelas desigualdades socioeconómicas y políticas mundiales y –lo que es peor-, nos conduce al desastre ecológico y humano.    

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