Septiembre 20, 2024

La valentía y constancia de Carmen Frei

 

Mi padre fue compañero de curso de Eduardo Frei Montalva, en la Universidad Católica, ambos fundaron la Falange Nacional 1938 y, en 1957  la Democracia Cristiana. En ambos partidos tenían posiciones similares en pro de la política de alianza con el Partido Radical, contrarias al purismo de Jaime Castillo Velasco y de los Marineros, en el Congreso de los Peluqueros.

 

 

Cuando Frei Montalva llegó a la Presidencia de la  República comenzaron a distanciarse a causa de que Rafael Gumucio Vives encabezó la directiva rebelde tercerista, crítica de la deriva a la derecha del gobierno del mandatario, y en el encuentro de Peñaflor se enfrentaron de igual a igual en la discusión entre el camino propio, propiciado por Frei, y la Unidad Popular, fomentada por el grupo progresista.

 

A raíz de la fundación del Mapu y, posteriormente, la actitud de Frei frente al golpe de Estado de 1973, se enemistaron aún más, y sólo se reencontraron en París – durante el exilio de mi padre – y Frei había asumido una actitud claramente contraria a la dictadura.

 

Las dos familias  eran muy amigas, y los Frei y los Gumucio solían reunirse alrededor de la mesa de abuelo, Rafael Luis Gumucio Vergara,  en la Calle Riquelme. Como todos los niños, yo siempre seguía las opiniones de mi abuelo y rechazaba las de mi padre – todos los niños son conservador por naturaleza -,  mi abuelo y yo éramos partidarios de Ricardo Cruz Coke, conservador iluminado – el Topaze lo presentaba con una vela en su cabeza – mientras que mi padre y Eduardo Frei apoyaban al candidato de los comunistas, Gabriel González Videla. De ahí en adelante Cruz Coke odió a Frei Montalva.

 

Frei signó su condena de muerte cuando, muy valientemente, se atrevió a hablar, en un acto masivo en el Teatro Caupolicán, llamando a una Asamblea Constituyente y proponiendo el voto NO en el plebiscito en la aprobación de la Constitución dictatorial. Como bien dice Carmen Frei, Augusto Pinochet cada vez que olía y sentía que su poder estaba en peligro, recurría a la práctica del crimen contra sus enemigos más connotados, (la bomba contra Orlando Letelier, en Washington, el atentado contra Tucapel Jiménez, el envenenamiento de Eduardo Frei Montalva, acaecido en la Clínica Santa María, el caluroso 22 de enero de 1982)-.

 

Eduardo Frei Montalva murió a los 71 años de edad, justamente cuando era el único líder posible para encabezar el derrocamiento de Pinochet sobre la base de la unión de la oposición, que ya se estaba gestando.

 

Carmen Frei es muy parecida, tanto física como de personalidad, a su madre, Maruja Ruiz-Tagle, gran mujer y persona. Como narra Carmen  en su libro Magnicidio, en la Clínica Santa María empezó a notar cosas raras, incluso, en un momento dado, entró a la pieza donde se encontraba el cadáver de su padre, pero fue expulsada por un grandote guardián, pero alcanzó a ver una escalera, usada por los criminales médicos para retirar las vísceras del cuerpo del ex Presidente Frei Montalva.

 

Carmen Frei, desde esos días, ha estado convencida del asesinato de su padre por parte del gobierno dictatorial.  Durante mucho tiempo tuvo que luchar, incluso, contra gente de su partido, que admiraba la obra económica del dictador, y se negaba a creer que este tirano, cerdo y criminal, fuera capaz de ordenar el envenenamiento con productos químicos, manipulados por el agente de la dictadura, Berríos, especialista en elaborar distintos tipos de pócimas venenosas –  lo hacía mejor que César Borgia -.

 

Hasta los comienzos del presente siglo el crimen – casi perfecto – preparado con sumo esmero desde hacía varios años, se había mantenido en la oscuridad. La mayoría seguía sosteniendo que Frei Montalva había muerto a causa de una operación sucia, de la hernia al hiato llevada a cabo por el doctor Larraín, según  una invención del asesino, el doctor Patricio Silva, democratacristiano, pero al servicio del ejército.

 

Los más viejos recordamos el famoso “tacnazo”, dirigido por el general Roberto Viaux. En ese intento de golpe de Estado, Patricio Silva, que había sido ministro de Salud de Eduardo Frei Montalva, jugó un papel importante en las conversaciones con este general rebelde, quien también participó, en 1970, en el asesinato del general René Schneider.  En el “tacnazo”, la Democracia Cristiana, el Mapu, el Partido Comunista y la CUT llamaron al pueblo a detener el golpe de Estado, incluso, rodeando La Moneda con los camiones basureros. En cuanto al Partido Socialista, según  Carlos  Lazo, uno de sus dirigentes, algunos de sus camaradas se tentaron a seguir las ideas demagógicas del sindicalismo militar de Roberto Viaux Marambio.

 

Con motivo del “tacnazo”, fue la primera vez en mi vida que vi de cerca a un militar, pues desde 1927, a la casa de mi abuelo podrían acudir muchos curas y jóvenes monaguillos, pero jamás un milico. Los socialistas de Marmaduque Grove tenían la tendencia a creer que los militares eran revolucionarios y patriotas.

 

El asesinato de Eduardo Frei Montalva ha sido el único magnicidio contra  un Presidente de la República en Chile. Como bien lo dice el historiador Gabriel Salazar, el fusilamiento de  Diego Portales, en el Cerro Barón, de Valparaíso, fue un tiranicidio.

 

Los derechos humanos se han convertido en el “talón de Aquiles” de Sebastiàn Piñera, quien hoy está dominado por la derecha dura y, aunque don Pepe y la Picha Echeñique eran familiarmente muy amigos de los Frei y de mi familia, a indicación de los UDI y RN, se le ocurrió nombrar como subsecretario de Redes Asistenciales al doctor Luis Castillo quien, según Carmen Frei, fue nada menos que encubridor del crimen de su padre, especialmente por guardar en secreto los resultados de la autopsia, que después se supo, reposaban en el escritorio de Luis Castillo, en ese entonces director del Hospital Clínico de la Universidad Católica.

 

El magnicidio del ex Presidente Eduardo Frei Montalva está rodeado de traiciones, entre ellas, la de Luis Becerra, chofer y “hombre de confianza” de Frei Montalva, quien lo vendió a cambio de unas monedas, como también por su antiguo ministro de Salud, Patricio Silva.

 

La persistencia y valentía de Carmen Frei sumado al trabajo acucioso y serio del juez  Carroza, han permitido que, después de 36 años de este asesinato, haya seis acusados como autores, cómplices y encubridores. Salvo algunos ultraderechistas – que se atreven a negar los brutales crímenes perpetrados por la dictadura, y negacionistas como el famoso “converso, Mauricio Rojas – la mayoría de los chilenos condena el alevoso  crimen contra el ex Presidente Eduardo Frei Montalva.

 

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

31 01  2019 

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