Nicolás Maduro y Juan Guaidó son actores secundarios en el drama en que vive Venezuela. El conflicto adquiere, cada vez más, características geopolíticas y, sobre todo, económicas, que huelen a petróleo y militares al acecho.
A nadie le importa que los venezolanos se mueran de hambre, de desolación y muerte: como en todas las guerras imperialistas, los civiles inermes en las guerras son siempre “daños colaterales y necesarios”. Los distintos llamados humanistas, como el del Papa Francisco y de José Mujica, entre otros, aunque tiernos, conciliadores y valiosos, tienen pocas posibilidades de éxito cuando la pelea es entre “perros grandes”. Algo parecido ocurre con los líderes de países neutrales, Tabaré Vázquez y Andrés López Obrador, de Uruguay y México respectivamente.
Cuando un conflicto se polariza, o se está con Estados Unidos y sus satélites latinoamericanos, o bien, con Rusia, China, Irán y Turquía, es imposible ser neutral, (recuerdo que en los postreros días de la Unidad Popular, en Chile, o se estaba con unos o con otros, o eras “upeliento o fascista”).
Venezuela es importante para los norteamericanos y sus aliados, pues este país tiene la reserva más grande del mundo tanto en petróleo como en oro; a su vez, es deudor de China y Rusia y ambas potencias saben bien que los bonos venezolanos no serán nunca pagados, pero dan un interés mensual del 10%, y para algunos bancos norteamericanos su adquisición representa un buen negocio, pues en tres años de intereses recibidos se financiaba el crédito, por tanto, todo lo demás era ganancia. Más allá de las apariencias, la compra de bonos venezolanos era un buen negocio.
A China no le interesan los bonos venezolanos, pues el negocio es el pago directo de la abultada deuda en petróleo. Mientras el gobierno no caiga en otras manos- la oposición – o no declare el default, todo marchará bien. El drama comienza desde el momento en que el gobierno norteamericano se apropie del dinero del pago del petróleo que consume, como acaba de hacerlo al buscar la fórmula de entregárselo al Presidente auto-proclamado, Juan Guaidó, y como la plata es sucia hay que limpiarla con una causa altruista, por ejemplo, la ayuda humanitaria que, supuestamente, se emplearía para paliar el hambre de los venezolanos; pero sabemos que muchas de estas ayudas humanitarias están condicionadas a objetivos políticos impuestas por el dador; por lo demás, estos proyectos caritativos pasan por tantas manos que, al final, al pueblo llegaría un miserable porcentaje, (para probar este aserto se recomienda ver al lector la película Diálogos de exiliados, de Raúl Ruíz).
La ideología siempre será una falsa conciencia: el mundo material, el juego del dinero y las finanzas y la guerra – el mejor de los negocios – se presenta bajo motivos altruistas que en términos hegelianos, es una visión invertida del mundo, es decir, enajenación, (por ejemplo, la religión es el suspiro de la criatura oprimida, el corazón del mundo sin corazón, en definitiva, el opio del pueblo y una visión “enciclopédica” del mundo al revés).
Los norteamericanos y sus aliados – los europeos y los suches latinoamericanos – se definen como altruistas, cuyo único objetivo es “reponer la democracia” en Venezuela, como si fuera una entidad política abstracta, sin relación alguna entre el poder y la economía, y bastara con el sufragio, con fraude o correcto, para definir un país como demócrata; por ejemplo, es difícil afirmar que en Estados Unidos reina la democracia cuando las últimas elecciones Donald Trump perdió por 2 millones en el voto popular, y ganó gracias a un sistema arcaico de colegios electorales por el cual Estados pequeños y con baja población valen igual Estados – California, por ejemplo -; agreguemos que viene de ser tomado preso el amigo personal de Trump, quien destapa la intervención de Vladimir Putin en la última elección presidencial.
Al igual que la Asamblea Nacional venezolana, la Cámara de Diputados en Chile, en agosto de 1973 hizo un llamado ambiguo a la intervención de las Fuerzas Armadas para derrocar a Allende, (aún hay personas izquierdistas que olvidan que la campaña para derrocar a Salvador Allende se hizo en nombre de la democracia; ¿acaso olvidan los grandes carteles de los “tanques rusos” rodeando el Palacio de La Moneda? Un político honesto como Bernardo Leighton reconoció en la Revista Chile-América que había sido engañado por la directiva de su Partido, la Democracia Cristiana, asegurándole que la declaración de la Cámara no serviría para justificar el derrocamiento del gobierno constitucional de Salvador Allende).
Los enfrentamientos políticos agudos y, sobre todo, las guerras, son instrumentalizados por las ideologías, y, sobre todo propagados por los medios de comunicación: se trata de presentar al enemigo como un “come-guaguas” y a los aliados como cruzados que van a liberar la tumba de Cristo. Por ejemplo, para la alianza yanqui en contra del gobierno de Venezuela Bolsonaro es un “gran demócrata, feminista respetuoso de las mujeres y enemigo de la tortura”, y Juan Hernández, Presidente de Honduras, “no se ha robado ninguna elección”.
Hoy la verdad en los medios de comunicación no existe, es una trampa para tontos, pues de lo que se trata es de la “pos verdad “ de difundir noticias lo más falsas posible que las masas creen a pie juntillas.
El caso venezolano cada día se parece más a otras intervenciones norteamericanas, entre ellas, la de Túnez, Libia, Egipto, Irak y Afganistán, (en Egipto, por ejemplo, unos militares reemplazaron a otros). En todos los casos los distintos presidentes norteamericanos se han saltado olímpicamente los vetos del Consejo de Seguridad de Naciones Unidos, que lo reemplazan con aliados más serviles a sus intereses. En el caso de Irak, el corrupto y delincuente José María Aznar y Tony Blair, traidor socialista de la tercera vía; esa vez Francia tuvo un Presidente digno, el derechista Jacques Chirac quien, con dignidad, se negó a apoyar a George W Bush en la invasión a Irak, pero hoy tiene de Presidente ( Macron ) un banquero sinvergüenza, servil a los yanquis.
Hay que ser muy ingenuo para creer que las potencias implicadas en la crisis venezolana son democracias, tal cual se define en occidente, por medio de soberanía popular y elecciones libres: Turquía es una autocracia; Rusia, de Putin, se diferencia poco de la de los zares; China es una dictadura de Partido único, y los países que forman alianza con Estados Unidos bien puede decirse que son “democracias bancarias”, es decir, el que decide sobre las políticas es la FED, el BID, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. (No faltará el tonto que crea que, por ejemplo en Argentina manda más Mauricio Macri que Christine Lagarde).
Las grandes palabras “soberanía nacional”, “derechos humanos”, “soberanía popular”, “democracia” sólo se aplican al propio bando , lo contrario al rival lo que equivale a decir siempre el malo es el otro o “el infierno son los demás”.
Aun cuando sea muy difícil, el único camino hoy para Venezuela es la paz, y que lo contrario, el de la guerra civil, sólo lo paga el pueblo, es decir, los pobres, los niños y los ancianos.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
29/01/2019