Las guerras de la independencia de los países de América del Sur históricamente corresponden a un falso concepto, pues sólo fueron guerras civiles entre españoles (peninsulares y criollos), razón por la cual los mapuches tenían toda la razón de haber luchado a favor de los españoles, que los trataron más humanamente que los criollos y los militares chilenos, los genocidas de la Araucanía y, posteriormente hasta hoy, por sus conciudadanos.
La expresión “el ejército jamás vencido” es una falacia, pues los militares chilenos han asesinado más a sus conciudadanos que personas de potencias extranjeras, y sólo ganaron una guerra, la del salitre, gracias a la inteligencia de los ministros Rafael Sotomayor y Francisco Vergara; militares como Manuel Baquedano y otros, no tenían idea de estrategia militar alguna y sólo llevó a los soldados a verdaderas carnicerías. (Cornelio Saavedra tiene en su honor el Puerto Saavedra y habría que cambiar este nombre).
Los países sudamericanos no son más que subdivisiones del antiguo imperio español, divididos en virreinatos, capitanías generales y presidencias, que se separaron formando naciones-estados sin respetar las antiguas divisiones territoriales, de ahí que nos hayamos convertido en los clientes de los “jueces de babero, toga y peluca” del Tribunal Internacional de Justicia de La Haya, pues con el dinero del pueblo alimentamos a un grupo de burócratas internacionales, que se lucen ante las cámaras de televisión, (a veces son un buen negocio para algunos Presidentes, por ejemplo, para Ortega y Morales).
El poder en la mayoría de los casos corrompe, pues sin igualdad la libertad es una broma. En América Latina hemos tenido todo tipo de Presidentes, unos elegidos democráticamente y otros tiranos: Juan Vicente Gómez y el “Sapo con banda”, Marcos Pérez Jiménez, Venezuela; Gustavo Rojas Pinilla, en Colombia; Juan Manuel Rosas y Rafael Videla, en Argentina; Carlos Ibáñez y Augusto Pinochet, en Chile, Porfirio Díaz y los “científicos”, en México; en Centro América, François Duvalier y Rafael Leonidas Trujillo; en Paraguay, Alfredo Stroessner, es decir, hemos tenido más “simios” que ciudadanos.
Los llamados Presidentes democráticos, (si a la oligarquía les podemos dar ese nombre), no lo hacen mejor que los tiranos, (borrachos, como Guillermo León Valencia, en Colombia; locos, Abdalà Bucaram, en Ecuador; ladrones y corruptos, como algunos Presidentes de la IV República venezolana; humoristas, que firmaban los decretos con los dedos de los pies, como Ramón Barros Arana, (la lista es muy larga, y para mí los más honorables siguen siendo Pedro Aguirre Cerda y Salvador Allende).
Hay padres socialistas que nombran a sus hijos con personajes históricos, el caso de Benito Mussolini, cuyo nombre viene del líder de la República errante, Benito Juárez, pero el padre del Presidente de Ecuador, Lenin Moreno, exageró al dar el nombre de Lenin Voltaire a su hijo; tanto Mussolini, de Italia, como el Moreno, de Ecuador, han denigrado a sus héroes que llevan el patronímico.
Lenin Moreno, Presidente de Ecuador, fue elegido gracias a Rafael Correa, pero al poco tiempo lo traicionó, y hoy es el mozo de los banqueros y de los socialcristianos ecuatorianos, mucho más a la derecha que los chilenos. El último Presidente democratacristiano de ese país, Jamil Mahuad, arruinó a su estado nación provocando una diáspora tan numerosa como la de Venezuela actualmente: salvó a los bancos – cueva de ladrones – y cambió la moneda nacional, el sucre, por el dólar, (incluso, Rafael Correa no se atrevió a volver al Sucre – y, desde ahí, la política ecuatoriana depende de la FED).
Ecuador, Colombia y Perú, sin ninguna capacidad logística – según los personeros de estos países – han recibido millones de venezolanos, y muchos de ellos duermen en la vía pública, pues ni siquiera han habilitado albergues y, sabemos, la OEA sirve de muy poco para solucionar conflictos de carácter humanitario.
Las relaciones entre los antiguos países de la Gran Colombia han tenido muchos tropiezos: en un momento, a Rafael Correa le faltó poco para golpear a Uribe cuando el ejército colombiano invadió su territorio. Hoy, Ecuador y Venezuela prácticamente han roto relaciones diplomáticas, a causa de un femicidio, por parte de un inmigrante venezolano.
El famoso Lenin Moreno, el traidor, seguramente entregará el poder a la asquerosa derecha ecuatoriana y este país se irá al despeñadero, pues ni siquiera tiene importancia en la alianza de nonos, dirigida por la ultraderecha desde Miami en contra de Nicolás Maduro quien, por desgracia, no ha sido exitoso y no tiene comparación con Hugo Chávez.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
22/01/2019