El presente titular en modo alguno significa que el mencionado personaje haya regresado del infierno, si es que tal lugar existe y la justicia divina también. El hecho preocupante es que una corriente de pensamiento neonazi recorre el mundo y, en particular, en Chile está representada por políticos que no necesariamente tienen el mismo origen del fundador de la secta germana en país, aunque tampoco parece una coincidencia que quien lidera esa resucitada corriente, tenga los mismos orígenes que el nefasto personaje que fundó el enclave germano, llamado por entonces, Sociedad Benefactora Colonia Dignidad, situada en la Región del Maule, comuna de Parral el año 1961.
En el presente, un candidato presidencial en campaña ininterrumpida desde hace años, (en adelante “el candidato”) comparte con el fenecido jerarca alemán del extinto enclave de la Región del Maule, varias cosas que no dejan de llamar poderosamente la atención:
Una visión de la sociedad basada en la imposición de un fundamentalismo religioso que hace difícil la convivencia para quienes no comparten esa mirada particular de entender la vida y genera dificultades en las relaciones en una sociedad que es diversa, donde distintas ideologías y concepciones filosóficas deben coexistir.
Una segunda coincidencia entre ambos personajes es el acendrado anticomunismo que les caracteriza: con un discurso difamatorio y excluyente, que no solamente aplican al comunismo ortodoxo, sino que también se extiende hacia la centro-izquierda, abarcando un amplio espectro de ideas y pensamientos progresistas y liberales.
Una tercera semejanza radica en el hecho que ambos se definieran como cristianos. Sin embargo, el discurso, y también la práctica, los sitúa en las antípodas de la doctrina de Cristo, teniendo en cuenta que el Maestro predicó y vivió de una forma diametralmente opuesta a la ideología neonazi que inspira a los personajes referidos: amor vs odio, diálogo vs amenaza, pobreza vs riqueza, etc.
Tanto Schäfer como “el candidato” han mostrado un profundo desprecio por los habitantes de este país, su historia y sus instituciones, cosa que se ha manifestado de diversas formas:
Paul Schäfer, en la colonización (política y militar) de un trozo de Chile, fundando el enclave nazi llamado Colonia Dignidad el año 1961, que más tarde cambiaría de nombre a Villa Baviera, ubicado en la Región del Maule en las cercanías de Parral, llegando a tener bajo su completo dominio un predio de 16.000 hectáreas. Allí ocurrieron muchos crímenes en un lapso cercano a los 50 años, sin que las autoridades nacionales ejercieran algún control sobre la existencia de ese enclave. Es decir, que durante ese tiempo existió un verdadero Estado dentro del Estado de Chile: con abusos sistemáticos del Fürer (Schäfer) sobre los colonos alemanes y ciudadanos chilenos, como fueron los trabajos forzados, sometimiento de las mujeres a tratos inhumanos y crueles, abusos y violaciones de menores, hechos que fueron suficientemente probados y, finalmente, condenado el autor y algunos de sus socios y cómplices, recién el año 2006.
¿Por qué demoró tanto la justicia chilena en juzgar y condenar a Paul Schäfer, en circunstancias que las primeras denuncias en su contra datan desde 1966, cuando el colono alemán Wolfgang Müller se fugó desde Colonia Dignidad y puso en antecedentes de delitos graves ocurridos allí no sólo a las autoridades chilenas, sino también a las de su país? Es una pregunta que todavía no ha tenido respuesta, aunque muchos a la altura de los tiempos lo puedan adivinar.
Los años de dictadura han develado algunos misterios ocultos bajo el manto de impunidad que cubrió el enclave alemán en Chile. Ellos contaron siempre con la protección de los grupos de poder en el país. Esto se hizo más patente con la colaboración mutua entre la dictadura cívico-militar y la cúpula de Colonia Dignidad. Los negocios y favores fueron recíprocos, al punto que el enclave alemán funcionó como un sitio de secuestro, centro de tortura y eliminación de muchos chilenos opositores a la dictadura. Connotados políticos del presente, incluso ministros del actual gobierno (militantes de la UDI) fueron asiduos visitantes y defensores a ultranza de la cuestionada institución destinada a la violación y exterminio de personas.
Paul Schäfer tuvo un pasado en las Juventudes Hitlerianas (JH) y durante la Segunda Guerra Mundial, sirvió en el ejército alemán con el grado de Cabo en la función de enfermero, según consta en su biografía. Su filiación política y más tarde su trayectoria de vida, tanto en Alemania como en Chile, ahorra comentarios sobre la nefasta herencia que deja su paso por este mundo.
Sobre el “candidato” no puedo señalar hechos que puedan ser homologados con los del fundador de Colonia Dignidad, en términos de barbarie, repugnancia y daño físico a las personas. Sin embargo, su pasado en la UDI (soporte político de la dictadura y sus crímenes) su discurso negacionista sobre los crímenes de lesa humanidad ocurridos en Chile durante la dictadura cívico-militar, además de la historia familiar que se relaciona con acusaciones de complicidad, en las masacres llevadas a cabo por parte de Carabineros y civiles en la zona de Paine, dan cuenta de una posición ideológica en línea con su discurso. Además, la empresa familiar, propietaria de la Cadena Comercial Baviera colaboró, de acuerdo a versiones periodísticas, al menos, en la parte logística con los grupos que ejecutaron a varias decenas de compatriotas el año 1973.
Aparte de lo anterior, “el candidato” es reconocido por una complicidad discursiva que justifica la eliminación de los opositores políticos, en función de un supuesto contexto que justificaría el genocidio en tiempos de dictadura. También se caracteriza por un lenguaje provocador, indolente, de permanente burla, que revela una falta de empatía ante el dolor de las víctimas de los tiempos en que el exterminio físico de opositores era sistemático en el país.
Su propuesta ante el conflicto entre el Estado chileno y el pueblo mapuche, es algo similar a una nueva pacificación de la Araucanía. En los últimos debates presidenciales, “el candidato”, sostuvo que de llegar a la presidencia de la República ordenaría la acción de las Fuerzas Armadas en la zona en conflicto. Esas palabras lo retratan por completo, ya que en Chile las generaciones mayores (incluida la de él) saben muy bien lo que eso significa: simplemente la eliminación del otro. En este caso “el otro” se trata nada menos que los pueblos originarios de este suelo y, por tanto, los verdaderos dueños de esta tierra.
La desfachatez del “candidato”, nada tiene que envidiar la osadía y falta de respeto mostrado por Schäfer para con el país que lo acogió, al establecer un Estado de su propiedad dentro de Chile. “El candidato”, por su parte, hace poco anunció que: hablaría en alemán en el Congreso Nacional. Eso fue lo que dijo. Cuánto se guardó, no lo sabemos. Ojalá no llegue tan lejos como para pretender fundar una Villa Baviera 2.0 en el territorio nacional.
Schäfer y “el candidato”, tienen muchas otras cosas en común: son cínicos, indolentes, autoritarios, narcisistas, mesiánicos, aunque no crean en lo que dicen (el cristianismo es para ellos el anzuelo para los incautos), engañan a sus seguidores y por sobre todo son funcionales para los grupos de poder.
“El candidato” lo es a tiempo completo. Se dice que marca un 12% en alguna encuesta, mientras corre solo. Tiene toda la cobertura que le proporciona el duopolio de la información escrita. La televisión le dedica programas completos bajo los más diversos pretextos. Las radioemisoras hacen lo propio, mientras lo siguen a distintos lugares. Maneja, junto a su equipo, las redes sociales, al estilo de su líder, Bolsonaro. No hace falta preguntar quién lo financia. Es oficialmente el candidato de la derecha y, sobre todo, de la ultraderecha, de los grupos religiosos fanáticos que lo vitorean cual iluminado, en medio del delirio mesiánico. Las Fuerzas Armadas y la “familia militar” lo apoyan, especialmente los criminales condenados por violaciones de Derechos Humanos (en la esperanza de un pronto indulto), además cuenta con el respaldo de toda la gama de negacionistas/pinochetistas que lo secundan, aparte de sectores proclives a las soluciones simples, donde es fácil capitalizar el descontento, en un país que vive bajo el neoliberalismo, en donde la desigualdad y la discriminación hacia los pobres ha creado una profunda división entre chilenos, sumada a la campaña del terror, impulsada por los dueños del capital y difundida por los medios de comunicación a su servicio.
“El candidato”, y su enorme soporte comunicacional, ha puesto al país en la encrucijada de seguir los pasos del Brasil de Bolsonaro, o de ser capaces de formar un frente democrático que frene el avance neonazi, que amenaza con destruir la convivencia entre chilenos, que tantas vidas humanas y años nos costó recuperar.