Puede parecer una contradicción, pero es una perfecta coherencia de esta fusión entre la adoración de los mercados desregulados con las tradiciones, conservadas cual reliquia, por las oligarquías. Es el núcleo que inspira desde la Cota mil al barrio El Golf y La Dehesa, representado cada día con más claridad por el gobierno de Sebastián Piñera. No hay incoherencia, aun cuando lo sea, en la iluminación de las derechas y en su continuidad con el modelo neoliberal, hoy post neoliberal. Liberalismo en materias económicas y comerciales, y conservadurismo. La supuesta racionalidad de los mercados, tan voceada y argumentada por economistas y otros oficiantes de las finanzas, se estrella con la fuerza de las elites por imponer sus ideas. Si otrora estuvieron bajo la señal de la cruz, hoy lo están bajo otros mitos, amparados por sus medios de comunicación y la violencia de las instituciones.
Las derechas no perciben contradicción entre la entrega a los grandes mercados de la humilde jibia para su depredación y futura extinción y aquella ley de exclusión escolar nombrada con el eufemismo de Admisión Justa. Si el resto de la educación ha sido entregada al mercado y a las instituciones de educación superior para su lucro, que por cierto segrega, la pequeña porción de educación pública será útil para adoctrinar. Los liceos de mayor calidad, que según el proyecto de ley podrán nuevamente seleccionar a sus estudiantes, se inspira en todas aquellas ideas basadas en la discriminación, el clasismo, la exclusión y pone marcha atrás al incipiente proceso que buscaba la integración social. Piñera, su equipo, Chile Vamos, pero principalmente el poder de las elites, han logrado expresar la diferencia entre los liberalismos y un gobierno con crecientes rasgos fascistas. ¿Qué hay más a la derecha de las socialdemocracias neoliberales y globalizantes que una ultraderecha fascistoide? Piñera se ha encargado de responder a estas sospechas.
El proyecto Admisión Justa segregará desde los orígenes e impedirá que niños de aquellas familias denominadas vulnerables tengan la posibilidad de integración. Un acto de injusticia que juega de forma perversa incluso con el lenguaje, no solo con el eufemismo que sostiene a la ley sino con la reiteración de expresiones para confundir a incautos y reforzar viejas creencias que se hunden en los albores del siglo pasado. Esta ley es para “promover y reconocer el esfuerzo académico”, por ello, los establecimiento educacionales de esta forma, podrán “seleccionar a sus alumnos en base a rendimiento”, dijo Piñera al presentar su proyecto.
Hay un retroceso en la recuperación de derechos y libertades. Pero no es solo una regresión previa a las manifestaciones estudiantiles de inicios de esta década. Es un retroceso a la ideología que armó la educación chilena hace ya más de cien años. Una vuelta nostálgica a una sociedad injusta y segregada tan elogiada por las elites, como dejó bien claro el tuit escrito por el diputado de la UDI Jaime Bellolio: “Recuperemos la lógica republicana, que sea el talento y esfuerzo lo que saque adelante a los jóvenes. La izquierda intransigente le molesta que hayan estudiantes que destaquen, por eso no permitiremos que quienes destruyeron los liceos de excelencia nos den clases“.
Desregulación para los mercados y sus intereses comerciales y financieros y regulación en la educación y otras áreas de la sociedad. Por qué. Simplemente, para mantener un país basado en una férrea estructura de clases, en el individualismo,en la permanente competencia. En un mercado del todos contra todos, que finalmente justifica sus privilegios de clase.
Paul Walder