Septiembre 20, 2024

Año 2019: la vuelta de los fachos

El año 2019 comienza mal: en Brasil, la potencia más grande del continente sudamericano, el ex militar y ultraderechista, Jair Bolsonaro, asume, en gloria y majestad el mando de la nación, homenajeado por los Presidentes de América, a excepción de Nicolás Maduro – que  no fue invitado -. Como en el mar, la política responde a mareas: en este caso nos encontramos en la alta marea de la derecha fascista y en la baja, de la izquierda.

 

 

Estos fenómenos no son nuevos en el tiempo, ni en la historia: hay períodos en que el mapa del continente de América del Sur está cubierto por gobiernos militares de ultraderecha y otros, como el recién pasado, por progresistas  y socialistas del siglo XXI.

 

Los fenómenos políticos se reproducen con la rapidez de la peste: cuando la hegemonía está en manos de los progresistas y de la izquierda los derechistas tratan de acomodarse a los nuevos tiempos y, en su mayoría, se declaran arrepentidos de haber apoyado a los dictadores en sus respectivos países, incluso, se da el caso de que algunos se visten con la piel de oveja de demócratas y de defensores de los derechos humanos, (no falta quien invente una derecha democrática, similar a la de los liberales y conservadores de antaño).

 

Hoy, con la hegemonía de  la ultraderecha, el panorama ha cambiado en Chile: los fachos, que antes eran una minoría silenciosa, ahora sacan la voz imponiéndose en la derecha y colocando como santos salvadores del país a los antiguos tiranos. Para la Jacqueline Rysselberghe, Gonzalo Rojas, los conversos en el gobierno, Camila Flores y, sobre todo el ex candidato presidencial José Antonio Kast, ya no se hace necesario mantener un altar privado en honor al sátrapa Pinochet y su mujer, pues hoy pueden hacer profesión pública de fe y, es innegable que se están convirtiendo en el sector hegemónico de la derecha.

 

Motivados por el éxito político, los fachos y fachas chilenos están iniciando una ofensiva contra los sectores más moderados de la derecha en el gobierno de Sebastián Piñera, y aunque hipócritamente condenen los atroces crímenes de la dictadura, en el fondo de su alma consideran, al igual que el líder Bolsonaro, que Augusto Pinochet se quedó corto en la aplicaciones de  la tortura y el exterminio y que debió haber cumplido la máxima de que “el único comunista bueno es el comunista muerto”.

 

Los ultraderechistas chilenos ahora imitan las frases de Bolsonaro en el sentido de que hay que acabar con todos los símbolos del socialismo – en Brasil vienen de retirar una estatua del Che Guevara -, así como acabar con la delincuencia disparándole a mansalva a los maleantes y, claro está, no juzgar a la policía, pues lo hacen en defensa propia.

 

En el caso del comunero mapuche, asesinado por la espalda, crimen en el cual la participación de carabineros está comprobada, ahora los fachos, “hijos de Bolsonaro” están inventando un complot urdido por la izquierda, lo cual lleva a difamar la memoria del mártir mapuche.

 

Hace mucho tiempo que no se veía por la televisión a los dirigentes de la Sociedad Nacional de Agricultura (SNA), que seáexpresan como “Pepe Pato” – niñitos bien se decía antes – y hoy se les llama “cuicos”. Para quienes recuerdan algunos hechos históricos, la SNA fue uno los primeros sindicatos patronales chilenos – la derecha y los patrones tienen mucho más sentido de sus intereses de  clase que los obreros y la izquierda en general -. La Radio Agricultura, que aún existe, y da tribuna a los periodistas màs vendidos y trogloditas de Chile, estuvo  a la cabeza mediática del golpe de Estado de 1973, que derrocó al Presidente constitucional, Salvador Allende.

 

Hoy, el presidente de la SNA, acompañado de camioneros y de colonos reaccionarios, se entrevistó con el ministro del Interior, Andrés Chadwick, para solicitar del gobierno una ofensiva por parte de carabineros en contra de los mapuches, culpándolos de delitos, algunos de ellos de comprobado montaje para cobrar seguros.

 

La ultraderecha siempre ha sido partidaria del “orden”, que asegura el uso y abuso de la propiedad privada. Los militares, los carabineros y los curas son los protectores de la diosa dinero, y como los derechos humanos de los mapuches  importan un bledo, han logrado la promesa por parte del ministro del Interior de la aplicación de la ley antiterrorista en la Araucanía, (aún no se atreven a pedir, al estilo del fascista  José Antonio Kast, la militarización de la zona, es decir, el único indio bueno es el yanacona, y balas contra el indio bravo; como lo expresó un carabinero del área a la muerte de Camilo Catrillanca: “uno menos”).

 

Que los fachos defiendan la libertad de expresión es una contradicción en sí misma, por lo demás, no la requieren pues son los dueños de la mayoría de los medios de comunicación. La derecha sabe usar bien las bonitas palabras, entre ellas “la democracia y los derechos humanos” para atacar a la izquierda. Ante el proyecto presentado por la diputada Carmen Herst, que condena con penas de prisión y pecuniarias a quienes propaguen el negacionismo, los derechistas que integran la comisión de derechos humanos de la Cámara de Diputados se han convertido en los catones de la libertad de pensamiento, expresión y publicidad, cuando no tuvieron ningún empacho en aplaudir la dictadura de Pinochet y las canallescas portadas de La Segunda.

 

Gabriel Boric, para mi gusto, es uno de los dirigentes más valiosos e inteligentes de la oposición, y como tal, la derecha lo ha elegido como chivo expiatorio: por dos errores cometidos y que ha pedido perdón, poco menos que lo quieren destituir. Frente a la dialéctica de los puños y las pistolas que siempre ha empleado el fascismo, los demócratas y progresistas tenemos que defendernos apelando a la no violencia-activa y a la fuerza de las ideas, pues lo peor es asustarse y guardar silencio.

 

Este 2019 se viene muy difícil para la izquierda, que carece de unidad y, por tanto, de una estrategia común para combatir el fascismo. Bien vale recordar que durante los años 30 la izquierda dividida e idiotizada por el estalinismo fue incapaz de impedir el ascenso de Mussolini y de Hitler, y hoy, de la ultraderecha de Bolsonaro. Es tan torpe la estrategia de la izquierda que en Brasil, incluso algunos medios de comunicación han terminado por calificar como estadista al ladrón Michel Temer.

 

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

04/01/2019                      

 

       

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