Septiembre 20, 2024

Un pulpo gobierna Chile

Si usted no lo cree, vea quienes mandan en nuestro país. Tómese un tiempo, observe y lea, aunque le produzca rabia enterarse de esta realidad. Analice la composición de las instituciones, como la SOFOFA, la banca, las AFP, las ISAPRES, el gran empresariado, cuyos tentáculos provistos de ventosas, se estiran a lo largo y ancho de Chile y lo aprietan y succionan, sin necesidad de asfixiarlo.

 

Aquí, no existe improvisación alguna. Todo obedece a cálculos ensayados, pesados en báscula de precisión y puestos en práctica, desde hace siglos. Ellos representan a la oligarquía depredadora de siempre, ahora remozada, cuyo comportamiento se sabe adecuar a la realidad. Revise los apellidos, a qué se dedican y obtendrá las analogías del caso. No existen sorpresas, aunque usted se esmere en hallarlas. Hemos tenido elecciones de presidentes, parlamentarios, alcaldes y concejales, de apariencia libres, pero todas ellas observadas con lupa por los dueños de Chile. Si en oportunidades sintieron amenazados sus intereses, aplicaron la medicina de rigor, el purgante del caso que jamás falla: el Golpe de Estado.

 

¿Quienes mandan en Chile? Ellos y se jactan de mover los hilos de las marionetas afines a sus impúdicos propósitos. Hábiles titiriteros, otras veces ventrílocuos, no necesitan de afanes ni desvelos, para mantenerse agarrados a la ubre del poder. Si se enfrentan a los díscolos, que acostumbran a realizar gárgaras de progresistas y aseguran ser amigos del pueblo, de la clase trabajadora, los untan de acuerdo al tamaño de sus aspiraciones. ¿Desde cuándo? Este cardumen de alevines, habituado a nadar siempre en dirección al mismo sitio, que varía en importancia, igual se deja seducir como vírgenes necias, cuando repiquetea la campanilla, llamando a recibir la propina.   

 

En nuestro país, el 62% cree en el mal de ojo. Desde hace infinidad de años nos ojearon e igual seguimos viviendo, convencidos de nuestra autonomía, de una sociedad que logró desterrar la dictadura, y “como cóndor liberado del cautiverio, vuela rumbo a la cordillera”. Algo de poesía hay en estas palabras, aunque si es necesario escribirlas, se debe tener talento. Y yo carezco de la inspiración del caso.

 

En cambio, puedo escribir sobre las desgracias endémicas que nos afligen. La dictadura, aún admirada en distintos segmentos de nuestra sociedad, nos marcó a fuego. Quienes aman en silencio a Pinochet, ahora lo vociferan, como si el dictador fuese animita que se venera en calle y carreteras. De súbito, nos convertimos en un país idiotizado, acomplejado, donde la mediocridad comienza a ser atributo. Preocupado de consumir la bazofia que se produce para mantenerlo amordazado, nada dice. Se trata del borrego que se dejó seducir por las mentiras del actual gobierno. A medio comer, hipnotizado por las luces de las basílicas del consumo, vive de tumbo en tumbo, sumando y restando. Siempre llegará a la maldita conclusión, que el mes debería tener menos días, pues las cifras no cuadran. Como apremia pagar la cuota del automóvil, el colegio de los hijos y los préstamos de la banca, se privilegiará el consumo de tallarines, papas cocidas y lentejas, que en la historia de La Biblia, sirvió para consumar un engaño, pero sigue siendo la legumbre, recomendada para la olla del pobre.

 

Sí, un engaño como suele suceder a diario, cuando leemos las noticias. Desde 1990 —¿El retorno de qué democracia?— hasta la fecha, los presidentes que han dirigido el país, se cuidan de no ofender a la oligarquía, menos aún, incomodar a las FFAA. De no causarles sinsabores, desvelos, ni perturbar sus privilegios. Los malcrían, como si se tratara de un minino. Permanecen alerta a sus mínimas aspiraciones, caprichos y sacrifican las reformas prometidas en las campañas presidenciales, en beneficio de estas cofradías, que no conocen la palabra hambre. Si alguien se quiere hacer ilusiones de cambio, del arribo a días radiantes, se estrellará contra las rocas y se limará dientes y muelas en un esmeril.

 

En 2019 debe surgir un movimiento trasversal, generoso, de verdad progresista, inspirado en crear las condiciones para conseguir la unidad. Urge frenar las aspiraciones, ahora y siempre de los Bolsonaros chilenos. Ellos se contemplan en el espejo convexo y se ven con gorra, ávidos por repetir el esquema del capitán carioca, ahora aliado a Netanyahu.        

 

 

 

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