Las preguntas se mantienen y se mantendrán por largo tiempo, tal vez para siempre. ¿Cuáles fueron las razones para que el general director, jefe del Cuerpo de Carabineros de Chile, le dijera NO al Presidente cuando éste, le pidió que renunciara?
¿Cuáles las debilidades del Presidente que no calculó que el general le iba a decir que NO? ¿No tiene información de inteligencia el Presidente para prever respuestas así?
¿O sencillamente operó como si estuviera ordenando qué hacer con su fortuna a un banquero cualquiera para que se la cuidara por ahora? ¿O siempre él es superficial, culebrero, como en el Caso Migrantes en la ONU, y eso lo sabía muy bien el general?
¿Sabía el general de la debilidad en que había quedado el gobierno después de su abstención en la ONU? ¿Estaba el general obligado a “afirmarse” ante su institución, víctima del Pacogate y de lo que puede traernos la Fiscalía?
Tratemos de mirar en perspectiva y ordenar las ideas.
Lo sucedido en este importante affaire Piñera-Hermes Soto ocurre a 30 años de iniciado un proceso de apertura democrática, que ha tenido de dulce y agraz.
La ciudadanía (su estrecha mayoría) abrió la apertura, entornó la puerta, al votar NO en 1988. Entreabrió el sólido portón.
No se produjo allí una “transición” de la dictadura plena a la democracia plena. Ni todos estuvieron de acuerdo en que ella, por decirlo así, se decretara. Se le ha llamado “transición” porque así se le llamó a la española, a la muerte de Franco, pero debería llamársele “apertura democrática chilena” entre otras cosas porque éstas, las transiciones no tienen tiempo ni un final simbólico preciso, y porque nunca -ni en las derrotas dictatoriales más radicales (la alemana y la italiana de 1945)- se borra el pasado y se abre totalmente el futuro.
Esta definición de “transición”- que ha hegemonizado nuestra cultura política desde 1990- impide, como un mal anteojo de miope, de esos rascas potos de botella, apreciar con cierta certeza la realidad.
De un tiempo para otro (los politólogos y los políticos no se ponen de acuerdo en las fechas) no se ha pasado de la dictadura a la democracia.
Sólo -y desde 1988- se ha iniciado un arduo proceso de democratización, que además no está asegurada para siempre – no hay “para siempre”, ni en la vida democrática ni en la vida a secas- y debe ser cuidada y profundizada hasta…(allí hay diferencias)…para algunos, pocos aún, hasta que vayamos construyendo una democracia política, social y económica, de la que aún estamos lejos.
Chile post dictadura de Pinochet dista mucho de Alemania post dictadura de Hitler o Cuba post dictadura de Fulgencio Batista.
Aquí la dictadura no recibió una derrota radical y estratégica, que la destruyera militarmente y, con ello, acabara con el sistema económico de la que la dictadura militar era su sóiido escudo.
Aquí el aparato represivo está muy poco tocado. Incluso se mantienen sus cimientos ideológicos y sus cuadros profesionales.
El sistema económico, de capital financiero y concentración económica – el capitalismo salvaje neoliberal- se mantiene, está incólume.
Ha habido avances, difíciles, con barreras y oposición, y con traiciones claras, en la apertura democrática, en las elecciones (con débil ciudadanía) del Ejecutivo y el Congreso, con ciertas reformas en el Poder Judicial, con ciertas conquistas en las libertades públicas y en la justicia, con mayores organizaciones políticas y sindicales (aún muy débiles) pero todas con una alta dependencia de la gente, de las comunicaciones y de la política a los claros poderes económicos (menos de una decena).
No es sólo cosa de refundar carabineros (cuestión que hay que enfrentar).
Se trata de profundizar la democracia y entender que esa profundización se hará a costa de las derechas, del capital financiero, de los grandes monopolios y de las FFAA tal y como quedaron ellas con la dictadura.
Será un proceso, y no precisamente lineal.
Hoy están en el gobierno varios ex colaboradores de Pinochet.
No debemos confundir Chile con Alemania, ni a Juana con Chana, como diría un extinto y a veces sabio dirigente comunista.