Noviembre 10, 2024

El club de los leprosos

Qué vergüenza. Chile no firmó el Pacto sobre Migración, elaborado por las Naciones Unidas. Junto a Estados Unidos, Israel, República Dominicana, Italia y otros, exhibe su postura de niño taimado, o si se quiere, perdido en la jungla. Entre los argumentos esgrimidos se dice, que no es un Derecho Humano y a nuestro país le asiste la responsabilidad de cuidar sus fronteras y la integridad de su territorio. Sí, porque en Chile se respetan los Derechos Humanos y prueba de ello, es comprobar cómo los pueblos originarios viven felices en su territorio ancestral, donde desarrollan su cultura y forma de vida en libertad. Nadie los vigila, atemoriza ni les envía fuerzas militares de ocupación, llámense jungla, huracán o tormenta del desierto. Miente quien argumenta lo contrario, venga del mundo militar o civil.

 

 

Ser migrante, de acuerdo a la doctrina chilena, constituye una amenaza a un país soberano. Si hablamos de soberanía, se debe defender a ultranza, por tratarse de un derecho inalienable. Es legítimo que los países tengan sistemas o leyes para regular la inmigración, sin embargo, no se pueden mantener ajenos a esta necesidad inherente al ser humano, antigua como caminar de un sitio a otro, de continente en continente, buscando la humedad. De ahí el origen de la expresión trashumar. Se ha manifestado hasta la majadería, que si analizamos nuestra realidad, en Chile todos somos migrantes. En alguna época, por estos parajes solo había dinosaurios y la realidad nos indica que aún quedan, vestidos de señorones. Si el migrante abandona su país, no lo hace por capricho o ansias de hacer turismo. Huye de la miseria, del abuso, de la tiranía o por tener ideas políticas o creencias religiosas, tildadas de enemigas del régimen. ¿Y por qué no por sus inclinaciones sexuales?

 

La negativa a no querer firmar el Pacto sobre Migración, fue meditada en el secreto de la clandestinidad, masticada como suele hacerse con una hoja de coca. En esta reunión, realizada con carácter de urgencia, se analizó el riesgo que significaría que los mapuches de Argentina, por ejemplo, que deberían ser alrededor de dos millones, quisieran establecer alianzas territoriales con los mapuches de Chile e instaurar un territorio autónomo. Igual situación se crearía al norte de Chile, donde en Perú y Bolivia, existen también pueblos originarios, emparentados con nuestros Changos, Aymara, Atacameños y Diaguitas. Al cabo de los próximos años, podrían crear una comunidad o confederación indígena, por tener raíces en común, que los aglutine en una gran nación. Alguien del gobierno hizo este análisis aterrador, que se mueve entre la ficción y la realidad, y corrió a ponerlo sobre la mesa del jefe.

 

El fantasma del regreso del imperio del Tahuantinsuyo y otros pueblos de la región, complica la supervivencia de los países enemigos de integrarse, surgidos después de la invasión realizada por España. Se estima alrededor de 55 millones, los nativos que murieron por defender su territorio y la cultura, de la voraz rapiña europea. Sí, porque durante infinidad de años, se dijo que España enviaba a evangelizar estos territorios de ultramar, donde imperaba la idolatría. Y para demostrarlo, construyeron sus iglesias y catedrales, encima de los templos de los pueblos paganos. Europa aplaudía a rabiar y se jactaba de imponer la civilización cristiana —aunque en las carabelas de Colón venían musulmanes y judíos conversos— más allá de su continente. Los banqueros abrían sus generosas faltriqueras, donde la usura cría cuervos. Las repúblicas de América Latina, sin excepción, de la mano de las caritativas oligarquías que se organizaron con la velocidad del rayo, se dedicaron a estrujar, abusar, asesinar para someter y convertir en esclavos a los aborígenes. También a los africanos, que cazaban como a fieras y los embarcaban rumbo a la liberada América, para venderlos en el mercado. Si en el trayecto alguien se enfermaba, lo arrojaban al mar. Tarea cumplida a cabalidad que continúa en ejecución. Si se detiene un segundo, puede revertir el fenómeno y el mundo sería demasiado pequeño, para encontrar donde esconderse.

 

De ahí por qué el Pacto sobre Migración, el gobierno de la oligarquía, dirigido por dinosaurios y sanguijuelas, desconfía y lo mira espantado. “O nos cubrimos ahora, o mañana vamos a quedar en pelotas”. Es el momento justo de frenar las aspiraciones larvadas de pueblos que comienzan a despertar y exigen la devolución de sus tierras. Recomendamos a los creyentes ir a misa. A los ateos, convertirse en creyentes. Estamos en la víspera, donde los muertos van a ser los más felices.   

       

 

 

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