No sirve de nada. Desde la comodidad del pesimismo, lanzo las frases más acidas y endemoniadas, sobre la atmosfera opresiva y contaminada. Pienso que son como el efecto de la brisa costera, proveniente del mar profundo y que choca con las humeantes chimeneas de Quintero. Miro por la ventana y nada sucede, aún los pájaros vuelan y las flores se marchitan, el sol aparece triste por la mañana y se acuesta cansado de alumbrar tanta miseria, la luna por su parte intenta esconderse para evitar el reflejo del colapso que se avecina.
Aquí estoy, en una sala de hospital de la capital del reino. Sé que soy un súbdito pero que importa, si al fin, logré atravesar las barreras casi infranqueables que me pusieron al ingreso. Me permito una sonrisa, hoy en la mañana, cuando una mano amable me acerca un desayuno que calmará el hambre y la sed que me aqueja desde hace algunos meses. Me siento mal, especialmente cuando la fiebre me hace delirar, pero ya estoy dentro, acostado en una camilla limpia y pronto, muy pronto, eso espero, vendrán unas personas con delantal blanco para averiguar porqué siento que me muero.
Decenas de personas acumulan lo de millones, miles de personas votan por la continuidad de una dictadura militar teñida con sangre, millones eligen presidentes que se retiran de los acuerdos para controlar el cambio climático y la proliferación de armas nucleares. Decenas sueñan con el nuevo modelo del celular, miles se lanzan enfervorizados, con su camioneta 4 x 4 para engrosar los tacos descomunales que se forman a la salida del pasaje y otros tantos millones consumidos, deambulan por la ciudad, transformados en zombis, por la caja idiota, que les dicta lo que piensan, lo que dicen, lo que hacen.
Ayer pasaron raudos, unos estudiantes con lentes y capa, me preguntaron algunas cosas y me tomaron exámenes. Por la cara que tenían, parece que no me veo muy bien. Los vecinos ya me saludan, excepto el de la camilla del fondo, el que está al lado de la ventana y que en cualquier momento se lanza para afuera. Algunos me ayudan a caminar por el pasillo, pero me siento débil y realmente no hay mucho que ver. Mañana estarán algunos resultados, el reposo me ha hecho bien, pese a las luces incandescentes y la música chirriante que ponen en la noche y no deja dormir.
“Casi la mitad de las especies del mundo podrían desaparecer en 60 años a causa del cambio climático” es el título de un informe científico de colaboración entre WWF (World Wildlife Fund.) y universidades de Inglaterra y Australia, que tendemos a no creer y depositar en la caja oscura, para no entrar en pánico. Busco en internet y me encuentro con un video de un orangután desesperado defendiendo su espacio, dándole manotazos a una máquina, que arrasa deforestando su territorio y es lógico pensar que los mismos efectos dañinos se espera sobre el leopardo de las nieves, tigres, osos polares, tortugas marinas. Desviamos la mirada y en las noticias televisivas muestran una isla de plástico flotante en el océano pacifico del doble del tamaño del territorio chileno. Mejor abrimos el diario pero nos enceguecen las lágrimas cuando sabemos del bello pájaro guacamayo azul, llamado “Blu” en una película para niños, que se extingue del planeta a causa de la deforestación. Pienso que todo, no es más que una película de terror basada en hechos reales.
Pese a lo dantesco del escenario, con pacientes desorientados pidiendo el alta y otros pidiendo calmantes para el dolor que no se acaba nunca, vinieron a verme. Aparecieron entre medio de gasas y algodones repartidos por el suelo. Era un grupo de médicos que se esforzaban en generar un ritual ceremonioso para informar mi diagnóstico. Hablaron largo rato y en ese zumbido ensordecedor, me fijaba en sus rostros y como se transformaban intentando dar alguna esperanza. Solo retuve una palabra que todavía no logra aterrizar en mi conciencia inconsciente. Leucemia.
Es raro lo que ocurre, las mismas empresas responsables con su forma de producción de generar toneladas de desechos, plásticos, relaves, gases contaminantes y residuos tóxicos aparecen como renovados líderes verdes y sustentables. Marketing verde o greenwashing le llaman o en su traducción al castellano, como pasar gato por liebre. Endesa vende energía verde, Coca cola una bebida verde, Empresa trasnacional minera Barrik Gold se compromete con el medio ambiente. De poco sirve la denuncia de ecologistas, del lobby que realizan para lograr la autorización de sus proyectos pasando por esqueléticas regulaciones ambientales en los países marginales. Citemos a un vocero de Greenpeace-España sobre energía limpia: "Endesa se limita a vender como verde la misma energía hidráulica que ya producía, pero sigue siendo la empresa que más CO2 emite en toda España, y por tanto la que más contribuye al cambio climático". Algo huele mal en Dinamarca , en Chile y en todo el mundo. Un hedor que surge del sistema, del modo de producir, de nuestro modo de consumir y de una estructura económica contaminante en su esencia. El lobo aunque se vista de oveja, lobo queda.
Estoy aislado en una sala sin ventanas, es por mi bien, me dijeron. Solo hay un pequeño problema, la urgencia central del país que habito, no tiene los recursos humanos ni estructurales para ofrecer un tratamiento. Quedo a la espera de un traslado. Otro hospital, otro lugar mítico, otro legendario lugar como el dorado. Pasan los días y las semanas. Por ahora solo espero y la esperanza como la luz de la vela se va extinguiendo.
Conflictos éticos surgen por doquier, permanentemente decidimos una cosa o la otra y en cada decisión se ventilan nuestras preferencias y nuestros valores. Somos animales éticos y nos define un sinfín de mínimos actos que surge naturalmente y sin mayores cuestionamientos, apagamos una luz que no se ocupa, cerramos la llave del agua, regamos la huerta cuando el calor está menguando, formamos a nuestros hijos con ternura y sin violencia, abrazamos a nuestros seres queridos cuando están desvalidos. Sin embargo nuestra habilidad ética también se manifiesta en temas globales. Opinamos tanto sobre el nacer y el morir como del rol de la biotecnología y de la investigación. Todos importantes pero que no logran tapar el sol con el dedo. Aquí y ahora, en Chile y en Latinoamérica el problema ético fundamental se llama inequidad. La falta de acceso a salud, la exclusión por razones económicas, migratorias o indígenas. La injusticia social. Viejos temas que no se mueren nunca.
Siento la ambulancia con su sirena a lo lejos, tal vez viene a buscarme. Se abre una puerta y entra un enfermero.
-Prepárate. Llegó tu hora.
-Estoy listo. En paz con mis demonios. Susurro, antes de un definitivo partir.
“The end”, canción The Doors
Álvaro Pizarro Quevedo
9 de Diciembre 2018