Con la actitud del que sabe que lo suyo no será más que una molestia temporal y, como ha pasado siempre, su crimen será castigado con una pena que más bien debería mover a risa, el carabinero Alarcón se permite grabar un video en la celda en la que está detenido.
El homicida de Camilo Catrillanca lanza una acusación que busca advertir a quienes quieren dejarlo pagando el pato: me obligaron a mentir.
Todo el mundo sospecha que la cosa se va a diluir conforme pase el tiempo y el poder se vuelva a acomodar en sus poltronas hasta dar por superado el caso. Habrá un par de carabineros procesados que van a recibir una pena irrisoria, algunos oficiales pasados a confortable retiro y a otra cosa, mariposa.
En el sur, los mapuche seguirán en la mira de los fusiles.
El Cuerpo de Carabineros es el que corresponde al orden vigente. Impensable sería la existencia de una policía compuesta por gente honesta, preocupada de la seguridad de la gente más expuesta, agentes para quienes la sola idea de castigar a mujeres y niños sea rechazada de plano y miembros de una institución en donde la honorabilidad, la decencia y honradez fueran condiciones mínimas para lucir el uniforme.
Pero no es así. Los criterios policiales y militares obedecen a un sistema que de democrático tiene solo el apelativo tramposo.
Las increíbles estafas urdidas por altos mandos en las Fuerzas Armadas no le van en zaga a la podredumbre pinochetista que se enriqueció mediante actos propios de la mafia o del narcotráfico.
Los uniformados chilenos se acostumbraron a matar y a robar: jamás olvidaron el olor de la sangre y del dinero en fardos.
Las fuerzas armadas han sido leales a su historia de matanzas de gente humilde. En el lenguaje de los uniformados, la expresión derechos humanos no solo no existe, sino que produce compresible urticaria con su sola evocación.
Desde siempre los rojos o quienes se les parezcan son sus enemigos: rojos y pobres, doblemente sospechosos.
Vea el trato vejatorio que por años se les da a los habitantes de la población La Legua tras el argumento de combatir el narcotráfico y la delincuencia. Ese laboratorio del control de la chusma mediante prácticas terroristas equivale a lo que hacen las tropas en el territorio mapuche y a la brutalidad con las que sin motivos son atacadas las manifestaciones de la gente.
Día a día se demuestra que la casta, costra, de políticos que se hizo del poder renunció a superar la dictadura como expresión de una cultura del abuso, del crimen y del terror, contentándose con modificaciones superficiales que parecen democráticas, pero que no lo son.
Los disparos que acabaron con la vida de Camilo aún resuenan como ecos que debieran ser de alarma.
El sistema busca las mejores soluciones, es decir las que tengan menos costos políticos, no las que hagan justicia y digan la verdad. La necesidad de subir en las encuestas los obligará a tomar decisiones de apariencia decisiva pero que no pasarán de maniobras y malabares.
La democratización real de carabineros y de todas las Fuerzas Armadas solo es posible si el país se democratiza.
No hay ninguna crisis. No es que el sistema se esté pudriendo. Huele naturalmente así. Contrario a lo que parece, goza de buena salud y mejor puntería.