Los historiadores dan cuenta de más de mil rebeliones, insurrecciones, levantamientos campesinos (jaqueries ), solamente en la segunda mitad del siglo XVIII, (hacia el año 1789 hubo trescientas insurrecciones en todo el país). Los temas de dichas asonadas eran los mismos de hoy: rechazo a las clases privilegiadas, la desigualdad en los impuestos, el alza en el costo de la vida, el hambre y la miseria.
Las barricadas, durante el siglo XIX, constituyeron uno de los principales instrumentos de defensa del territorio, ante el ataque de la fuerza pública. Hoy, con los “chalecos amarillos”, los medios de defensa se sitúan en los peajes y las rotondas.
En París del segundo imperio, con sus grandes avenidas, reemplazan las callejuelas de 1830, sin embargo, su división geográfica actual está marcada el clasismo: en Mayo del 68 el centro de operaciones se ubicaba en el Barrio Latino, (muy normal en una revolución estudiantil, en cuyo sector se ubica la sede de La Sorbona, Pantheon); hoy, el corazón de operaciones de los “chalecos amarillos” es, nada menos, que Paris I, (Champs Elisèe, por la Avenida, hasta el Arco de Triunfo, incluso se extiende hasta el millonario barrio de La Defensa).
Las motivaciones y el lugar geográfico son muy distintos a los de Mayo del 68, que es una revolución popular, estudiantil y sindical, cuyos líderes – como lo confiesa Daniel Cohn Bendit – respondía a la admiración de regímenes tan autoritarios como el chino, así como la nostalgia de los libertarios por Aragón, “El corto verano de la Brigada Durruti” de la revolución española de 1936.
Quien quiera buscar similitudes entre la insurrección de los “chalecos amarillos” y sus antecedentes en la historia de Francia podría encontrarlos por decenas. Las rebeliones campesinas medievales, (Jaqueries), el asalto a La Bastilla, el combate en el Palacio de las Tullerías, la rebelión del general Boulanger, el Poujadismo, Mayo del 68…- puede compararse con la porfía de Louis XVI y la del rey-Presidente Emmanuel Macron, el rey burgués, monarca de los banqueros, quien podría ser el rey Luis Felipe.
La historia, como el desarrollo de la vida humana, jamás se detiene: más allá de la aparente similitud, todas las insurrecciones son distintas, pues los contextos históricos, las clases sociales, las demandas y los actores sociales van cambiando, en algunos casos, radicalmente. Cincuenta años desde Mayo del 68 no sólo suma medio siglo, sino también el surgimiento de una sociedad con intereses diferentes: hoy, la clase política y los sindicatos están ausentes, y los anarquistas de hace medio siglo no guardan ninguna relación con los de hoy; en el 68 se cantaba la Internacional, mientras que hoy se entona la Marsellesa, y los “chalecos amarillos” protegen la tumba del soldado desconocido.
La “Jaquearía “corresponde a un tiempo histórico de una Francia dominada en un 90% por el campesinado, aún dominado por la iglesia; hoy, Francia es urbana, y las zonas rurales rebeldes responden a una realidad sociológica muy distinta. (Se pueden observar banderas bretonas blanca y negra junto a las tricolores, pero ni una ni otra corresponden a la Francia de la Gran Revolución).
El Poujadismo – antes el boulangerismo – no tiene nada que ver con la extrema derecha de la III y IV República. Hoy, en los “chalecos amarillos”, fraternizan los seguidores de Marine Le Pen con los de Jean Luc Melènchon.
La insurrección de los “chalecos amarillos” corresponde a una situación social y política que se ha hecho insoportable para el francés común y corriente. La vida cotidiana se ha convertido en un infierno para las capas medias empobrecidas y, sobre todo, para los jubilados, familias mono parentales, inmigrantes e hijos de inmigrantes – ahora franceses -, con ingresos miserables, entre 400 y 1.200 euros, que apenas alcanzan para la primera quincena del mes, factores todos que están convirtiendo el día a día en un infierno. Las familias, antes de un pasar aceptable, hoy temen por el porvenir. Los “chalecos amarillos”, al menos, han despertado una solidaridad que no se conocía y, hasta conviven en las “barricadas modernas”, ubicadas en los rotondas y los peajes.
El clivaje esta determinado: la oligarquía y la plutocracia, la casta política en el poder por un lado, y por otro, lo que podríamos denominar, el pueblo, conjunto de clases sociales desfavorecidas, que el marxismo vulgar nunca entendió. En los “chalecos amarillos” es preciso efectuar una moderna y verdadera historia de mentalidades y, agregar que las clases sociales son miles y que responden a intereses, expectativas y demandas muy diversas.
A pesar de las diferencia de las rebeliones en las distintas épocas hay elementos centrales que permiten entender el presente por el pasado. El desprecio y el quiebre entre las élites y el pueblo llevan, necesariamente, a un cambio profundo en el quehacer político: ya los representados no aceptan fácilmente a sus representantes y, en la crisis actual, no están dispuestos a esperar cuatro años más en una situación caótica; por consiguiente, el pueblo quiere expulsar al odiado jefe de Estado que, según los ciudadanos insurgentes, se vendió a los ricos.
Ya es pasado medio día en París y la insurrección no la detiene nadie.
Bibliografìa
Albert, Soboul, La revolution Française, Gallimard, 1981:297-375.
Hans, Mangnus, Enzensderger, El corto verano de la anarquía, vida y muerte de Durruti, Anagrama, 1998:73-177
(Ver en Youtube Programa especial 50 años de 1968)
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
08/12/2018