A ritmo sostenido el gobierno de Piñera trabaja en silencio. Prepara la instalación futura de un gobierno de tinte fascista. Es su íntimo anhelo, aunque lo niegue. Realiza trabajos meritorios en ese sentido y la derecha lo aplaude, porque al jefe, ella le obsequió el empleo a cambio de impunidad. De solo hablar de la “Jungla”, cuyo nombre empieza a causar terror, cualquiera entiende el mensaje. Su activa presencia en la Araucanía, sinónimo de muerte, de la militarización de la zona, jamás visto en otros lugares del país, es clara demostración de un objetivo político. ¿A dónde apunta?
Se huele: apoyar a un futuro gobierno que se dedique como prioridad, a perseguir y liquidar la delincuencia. Desde luego, la delincuencia callejera, del robo del celular por sorpresa, del cuento del tío, porque la alta delincuencia de cien millones como mínimo, tiene definidos sus cotos de caza y permanecerá exenta. “No olvidemos que el significado de honestidad solo figura en el diccionario”. Sacrificar la libertad, porque el exceso de libertad lleva al libertinaje. Amordazar a la prensa y reducir o clausurar los espacios donde se desarrolla la cultura. Y como supremo mandamiento dirigido al orden social, ahogar las legítimas pretensiones de los pueblos originarios. Someterlos hasta borrar su identidad. ¿Y dónde se encuentra la razón de tanto espíritu creativo? Abonar el terreno para que la oligarquía, nunca satisfecha, glotona como buitre, continúe su escalada dando pisotones en su empeño de “sacrificarse” por el país. En la semana, desde la Dirección General del circo de la Moneda, llamaron al intendente de la Región de la Araucanía. Urgía aquietar la indignación del país, debido al homicidio del joven Camilo Catrillanca, y le dijeron: “Renuncie Mayol y nos vemos en “Juliol” del próximo año, por si hay vacante en algún Ministerio”. Semejante injusticia palaciega —otros hablan de intriga— se produce cuando el destituido intendente, había empezado a estudiar mapudungun en una escuelita de Temucuicui.
Hay candidatos a la presidencia que han empezado a perfilarse y como manipulan a los borregos, alistan en silencio sus campañas, destinadas a seducirlos. Sería soporífero e innecesario por ahora, nombrarlos aquí, pues estaríamos hablando de una docena y media. Algunos, estudian con diligencia y vivo esmero, las medidas políticas que piensa impulsar el carioca Mesías Bolsonaro, para imitarlas. “Es nuestro ídolo”, señalan.
El imperio jamás duerme y si duerme, lo hace con un ojo abierto. Desde hace años ha empezado a mover sus lacayos, sean pajes, monaguillos, sirvientes con librea, para convertir a América Latina, en bastión gobernado por yanaconas. La elección de Duque en Colombia, de Macri en Argentina, de Bolsonaro en Brasil, de Abdo Benítez en Paraguay y de Piñera en Chile, no es casualidad. Indica a donde anhela arribar esta suerte de experiencia trágica, aunque la experiencia se materializó en Europa en el siglo pasado y produjo la Segunda Guerra Mundial. 60 millones de muertos es nada si se compara con lo que puede suceder en breve. Como el destino no es lineal y “la ficción siempre se hace realidad, después de un tiempo”, nuestro continente caerá de bruces en una experiencia política, ultra conservadora. El reforzamiento de las pandillas depredadoras, empeñadas en mantener engrillados a los pueblos. Las oligarquías títeres del imperio, que gobiernan a América Latina, realizan cosechas diarias a costa de la miseria y se jactan de ello. Sin embargo, los humillados no han muerto, solo dormían una larga siesta. Han empezado a renacer desde las cenizas y muestran una actitud de desafío. Se hastiaron de ser objeto del abuso a partir del descubrimiento de América o de la rapiña de América. Miles de inmigrantes avanzan sobre el norte del continente y se da inicio a una invasión silenciosa, como aquellas que provocaron guerras, muertes, epidemias, y vendría a ser una nueva versión de las siete plagas del apocalipsis. Lo cual se convierte en legítima venganza, contra quienes han abusado por siglos de la bondad de estos pueblos humillados, convertidos en esclavos y conducidos a la guerra, para defender los privilegios del amo.
Igual a esas invasiones de los bárbaros, así llamados en forma peyorativa, que a partir del siglo III barrieron con el Imperio Romano. Estos nuevos bárbaros, pobres y hambreados, que habitan distintos lugares del mundo, pueden destruir la civilización occidental. Vamos rumbo a la claridad del oscuro día. Es cuestión de tiempo y el tiempo en este asunto, corre a favor del oprimido.