Septiembre 21, 2024

¿Una segunda pacificación de la Araucanía?

Estas letras no pretenden dar respuestas definitivas a este gran tema de la  Araucanía, solo instala ciertas reflexiones que pueden aportar un granito al sinceramiento necesario ante un problema que lo requiere de manera urgente. Antes que nada, debemos partir por preguntarnos ¿Por qué han fallado los intentos de diversos gobiernos al abordar la cuestión araucana?

 

 

Pueden señalarse diversas hipótesis:

 

1)     Tomar inicialmente el problema como secundario. Es decir, no se le dio la prioridad exigida, dado que se ha sostenido por muchos años que ese tema no es un problema que merezca prioridad. Desde la mal llamada “Pacificación de la Araucanía”, ese tema se dio por cerrado, con el sometimiento criminal, por parte del Estado de Chile, aliado a una burguesía cómplice activa y usurpadora de esos territorios conquistados a sangre, fuego, engaños, dolos, crímenes y estafas. El aparato militar, formal tanto como irregular, han sido actores fervientes de una actuación terrorista del Estado chileno y su burguesía dominante, contra el pueblo mapuche.

 

2)     Una vez instalados los poderes empresariales en la región, la postura invariable de los poderes centrales ha sido el de avalar a esas empresas usurpadoras y negar todo reconocimiento reivindicativo al pueblo afectado.

 

3)     Una vez que ese pueblo comienza a tomar conciencia de su situación (conciencia en si), de su valor como pueblo originario con derechos ancestrales (conciencia de si), y esa nueva generación más ilustrada, respaldada por las experiencias reivindicatorias de otras naciones, se disponen a enfrentarse a los poderes usurpadores por distintos medios y acciones, entonces los poderes centrales ya no pueden negar y recurren al “buenismo” emonumentario, es decir a comprar ciertas tierras (a altos precios-con lo cual vuelven a sacar provechos los herederos de los viejos usurpadores) y brindarlas como gesto de consuelo a algunas comunidades. Esto, indudablemente, sonó como aspirina para un mal catastróficamente orgánico y sistémico. Constituye la típica respuesta de una ideología funcionalista a un tema que es necesariamente estructural. Esta ha sido la postura “concertacionista”.

 

4)     La derecha ha estado por militarizar el tema y resolverlo por el lado de la estrategia “Uribista” (seguida en Colombia en tiempos del presidente Uribe y Bush hijo). Obviamente, el corazón de la derecha estuvo siempre puesto en la defensa de los intereses de las grandes empresas usurpadoras asentadas en la zona. La estrategia “uribista” es plenamente coherente con la acusación de “terrorismo”, con que fueron catalogados los movimientos reivindicatorios e indigenistas, por los partidos de la derecha. La justicia tuvo aplicación de ese concepto jurídico en varios de los juicios, hasta que fue cuestionado, nacional e internacionalmente, como violatorio de derechos humanos, de acuerdos internacionales, e improcedente  en la realidad de la Araucanía. Lo que procede ante una situación de terrorismo es la estrategia militarizada, y esa fue la respuesta permanente en la opción de derecha ante el problema indígena.

 

5)     Cuando la situación ya sobrepasa las posturas atrincheradas  de los ghettos concertacionistas y de derecha, y se instala como tema nacional y no policial, el segundo gobierno de derecha plantea una estrategia de abordar el problema en dos carriles: uno militar, represivo y otro político dialogante.

 

El problema antiguo de “servir a dos señores” al mismo tiempo no se asume por el lado de la derecha. Tiene que seguir resguardando los intereses de los grandes consorcios madereros y latifundiarios, pero debe satisfacer una demanda mapuche que mira directamente a los usurpadores, a quienes reclama devolver sus tierras ancestrales.

 

Entonces el gobierno de Piñera opta por la vieja lógica de “A Dios Rogando y con el mazo dando”. Pone el “Uribismo” (batallón “Jungla”) y el “Buenismo” –que destaca Peña, con el nombramiento del ministro Moreno-. Pero si se leen la  segunda parte del Fausto, acto quinto, obra de Goethe, verán que esas combinaciones mefistofélicas siempre han terminado en desastre.

 

(Fausto manda a Mefistófeles a trasladar a dos ancianos  que viven en la montaña frente a su gran mansión, pues hará pasar un camino justo en esa dirección. Va Mefistófeles y su cuadrilla; al rato, Fausto divisa una humareda en el horizonte y cuando regresa Mefistófeles, Fausto alarmado le interroga. Mefistófeles le cuenta que la casita fue incendiada y los ancianos Baucis y Filemón abandonados en medio de las llamas, y un extranjero que ahí estaba fue muerto. “Te hemos desembarazado de todos esos”, concluye Mefistófeles. Indignado, Fausto, le espeta que entendió mal sus órdenes, pues solo debían reubicar a los ancianos para que viviesen felices sus días, pero ajeno a sus planes modernizadores, nunca les dijo que los mataran. “Rechazo y maldigo ese acto injusto y brutal”).

 

Cuando uno usa la policía militarizada (Gope, Jungla, Batallón de la selva”) sabe que tiene la cola de Mefistófeles metida hasta el tuétano y el “buenismo” será aniquilado, necesariamente por los Mefistos de la historia. Me viene a la memoria la historia del “Regimiento de la selva”-equivalente el batallón “Jungla”-, que fue llamado a actuar en el famoso “Caracazo” en Venezuela. Este regimiento contribuyó a causar más de 3500 muertes en tres días de desórdenes. Tantos muertos como los generados en todo el período dictatorial en Chile. En el tratamiento de estos temas, ya se sabe que no se puede jugar con armas tan peligrosas y tan contradictorias: no se puede servir a dos causas y dos  poderes, como tampoco andar con el garrote y el azúcar. Primará el garrote sobre el azúcar y cada bala que mate, echará por tierra cientos o miles de esfuerzos negociadores.

 

Esa es la dura realidad y Fausto exclama al final de ese trágico acto: ¡Qué espectro se me aproxima?…Es espectro será “Angustia”.

 

Una solución política requiere de espaldas y convicciones muy sobresalientes, pues se debe optar por mantener los intereses económicos asentados en la usurpación o satisfacer las demandas de territorios de quienes se sienten despojados. Esa es una tarea desafiante, pues el tema del reconocimiento constitucional de los pueblos originarios es tema superestructural y formal; lo otro es concreto, económico y definitorio. La transferencia de representación parlamentaria y la de un ministerio, así como la descentralización o regionalización, son medidas que aportan mucho, pero no definen el corazón del problema; el problema es la reposición de un derecho de propiedad que fue arrancado de manera ilegítima e injusta….,y eso no es tarea para medrosos ni discurseadores.

 

¡Y a vernos!

 

 

Hugo Latorre Fuenzalida.

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