Noviembre 22, 2024

Trump y el arte de abusar de sus aliados

La enfermedad narcisista tiene carácter degenerativo y se va empeorando al paso del tiempo. El personaje es como esos niños que siempre les gusta ganar y cuando pierde, se llevan la pelota. Es evidente que en las elecciones del 6 de noviembre último perdió la mayoría en la Cámara de Representantes, y no le sirve de consuelo el haber aumentado en el Senado.

 

 

Hasta el 5 de noviembre Donald Trump podía hacer todo lo que quería, pues era dueño de las dos ramas del Congreso, de la Corte Suprema de Justicia, y mantenía el amor de sus seguidores, los americanos imbéciles. Con la pérdida de la mayoría en la Cámara de Representantes necesariamente  va a ser controlado y, seguramente, los Demócratas lo obligarán a publicar su declaración de impuestos, como también sacarán a luz el Rusia-Gate, así como los abusos de Trump usando su cargo para enriquecerse aún más.

 

Por mucho que disimule, se puede apreciar a Trump deprimido, y hace gala de sus crisis de bipolaridad. El día siguiente a las elecciones despidió al Fiscal Nacional, Jeff Seasson, con quien tenía muy malas relaciones, pues el Fiscal se negaba a protegerlo, especialmente en el caso Rusia-Gate.

 

En medio de uno de sus ataques de histeria las emprendió contra el periodista  de la Cadena CNN, asignado a la Casa Blanca, por el solo hecho de formularle preguntas comprometedoras; lo trató, poco menos, que enemigo del pueblo, mientras una becaria de la Casa Blanca trataba de arrebatarle el micrófono. Al día siguiente las credenciales de reportero le fueron retiradas. Hoy, la Cadena CNN se ha querellado contra el Presidente de la República que, claramente, atropelló la enmienda de la Constitución que garantiza la libertad de prensa.

 

Sólo le quedaba el poder en la política exterior, pero la enfermedad descrita que padece, el narcisismo, lo está llevando a cometer errores imperdonables: su amigo personal en Europa, Emmanuel Macron –  aparte de los fascistoides de Hungría y Polonia – se dio vuelta la chaqueta y se le ocurrió, nada menos, que proponer la formación de un ejército europeo que garantizara la independencia del Continente frente a Estados Unidos, Rusia y China. Indignado Trump publicó un twitt acusando al Presidente francés de proferir un verdadero insulto y permitiéndose recordar a los europeos que harían mejor el pagar la deuda con la OTAN.

 

En la reciente visita a París, con motivo de la conmemoración de los 100 años del Armisticio, ambos mandatarios disimularon el mutuo enojo, mostrándose muy caballeros durante la conferencia de prensa, y sólo los especialistas en comunicación no verbal captaron que en ningún momento se miraron a los ojos, aunque se decían palabras de buena crianza.

 

En la celebración, que tuvo lugar en la explanada del Arco del Triunfo, tanto Trump como Putin llegaron en auto propio, el resto de Presidentes y Jefes de Gobierno – incluso el rey de España, llegaron, como escolares, en varios micros -.

 

Donald Trump no participó en casi ninguna de las  actividades programadas en Paris para la conmemoración, incluso, suspendió su visita al cementerio consagrado a los soldados norteamericanos muertos en territorio francés, justificándose por el mal tiempo que impedía el despliegue de helicópteros. Que un tipo ignorante y maleducado como Trump  le dé muy poca importancia al Centenario del fin de la Primera Guerra Mundial no debe extrañar a nadie, mucho menos, que se niegue a participar en el foro por la paz que, para él, son sólo discursos desprovistos de sentido.

 

Emmanuel Macron, por su parte, ya ha perdido 10 puntos de popularidad y la pasa por su peor etapa de relación con los franceses y, para tratar de mejorar esta incómoda situación, no le ocurrió nada mejor que  recorrer algunos sitios del país, dirigiéndose a la gente de tú a tú, pero el tiro le salió por la culata, pues la gente le dijo algunas verdades muy incomodas, por ejemplo, una jubilada le echó en cara que no podía vivir con los mil euros mensuales de pensión, y otro ciudadano, que se lamentó del bajo poder de compras que tiene el pueblo francés en la actualidad.

 

Después de ese baño de popularidad, Macron decidió concentrarse en las fiestas del Centenario del Armisticio. Los besamanos a sus 70 invitados – jefes de Estado y de Gobierno -, el participar en el acto del Arco del Triunfo y pasarse de “poto y calzón” con su amiga de siempre, Àngela Merkel, demostrando por doquier que franceses y alemanes habían pasado del odio a una pasión ilimitada.

 

A todos los Presidentes franceses de la V República les gusta imitar a Charles De Gaulle, es decir, tener una política independiente de los Estados Unidos. Al general De Gaulle le viene muy bien porque fue mal tratado por el comando yanqui, en la Segunda Guerra Mundial y, además, tenía muy malas migas con el general Eisenhower y luego, con Roosevelt.

 

Macron intenta imitarlo, pero le sale mal, pues el genio de De Gaulle no es comparable con la superficialidad de Macron – parece que no aprendió nada de su maestro Paul Ricoeur, pues parece mejor banquero que filósofo. En cuanto a la historia de Francia, más le valiera cerrar la boca que hacer apologías del fanático antisemita, Felipe Pétain.

 

Sin pena ni gloria Trump, de vuelta a Estados Unidos, va a tener que enfrentar el chaparrón de la “caravana de inmigrantes”, que ya está a pocos kilómetros de la frontera y, como el famoso cuento del lobo, al final el lobo vendrá y terminará por devorarlo.

 

Antes, Trump lograba engañar a mucha gente haciéndolos creer que era un gran estratega, un gran negociador que empleaba sus estrategias y tácticas en política demostrando, según él, muchos éxitos – un día mostraba al Presidente de Corea del Norte, Kim Jong-Un como un sátrapa y, luego de un encuentro bilateral, termina diciendo que es un genio y su mejor amigo; ora, denigra a Vladimir Putin, ora, lo ama – pero lo que sí podemos concluir es que admira a los tiranos y le encantaría ser uno de ellos, pero Estados Unidos se lo impide -.

 

Si uno descubriera los geniales trucos de algunos magos, seguramente estos actores perderían todo interés y nadie concurriría al circo – lo mismo le ocurrió a un faquir a quien sorprendieron cenando en un elegante restaurant de Santiago – a Trump le está pasando algo similar: su estrategia está hiper descubierta y ya no le sirve para engañar a nadie, incluido nuestro Presidente actual.

 

   Trump no tiene amigos ni enemigos, salvo el rico Mac Pato, que lo ve en sus horas cotidianas de ocio. Su estrategia consiste en amenazar a su interlocutor sin importar si es aliado o no, de tal modo que, cuando ya esté ablandado, pueda negociar, en condiciones favorables, sacando ventajas para él y su “América Primero”.

 

Algún día los yanquis se darán cuenta de que Trump – al igual que lo hizo Hitler – utiliza el país para su propia gloria y provecho personal, pero cuando sea derrotado, arrancará – o como en caso de Hitler,  se suicidará – diciendo que tanto los americanos como alemanes eran unos cobardes e imbéciles.

 

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

14/11/2018

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