La mayoría del pueblo francés rechaza el régimen de Vichy y a su líder, el Mariscal Felipe Pétain. (En mis diez años vividos en Francia con la “beca Pinochet”, uno de las situaciones que más me impresionaron fue la admiración por la Resistencia francesa (lucha de los maquis contra la ocupación alemana y la colaboración de la ultraderecha francesa) y, sobre todo, el rechazo al régimen de Vichy; en los cursos de inmersión en el idioma francés vimos innumerables veces la “Batalla del riel”, la lucha de los ferroviarios contra la ocupación.
El actual Presidente, Emmanuel Macron, ha bajado diez puntos de aprobación en una semana, situación que no es solamente por dichos respecto al Mariscal Pétain: “…fue un gran soldado, pero en la segunda guerra mundial tomó decisiones desastrosas…”, sino también por el alza de los combustibles y la pérdida de poder adquisitivo de los franceses.
Macron no es un historiador y nadie le pide un juicio historiográfico sobre un tema tan sensible y polémico como fue el gobierno de Vichy y el papel jugado por el Mariscal Pétain, pero sí como Presidente debería dar un juicio moral de rechazo al fascismo; hay que distinguir entre historiografía y la memoria histórica, y en este último aspecto la memoria del régimen de Vichy y del Mariscal Pétain ha sido ampliamente rechazada por la sociedad francesa.
El hecho de que varios Presidentes de Francia, desde el General Charles De Gaulle hasta hoy hayan expresado juicios sobre Pétain, resaltando su papel como triunfador en la batalla de Verdún y, a su vez, condenando su participación en los crímenes del régimen de Vichy, no justifica el descriterio de Macron al alabar al Mariscal Pétain.
El domingo, 11 de noviembre próximo, se recuerdan los cien años del Armisticio que puso fin a la Primera Guerra Mundial, firmado a las 6:00 horas por Francia y Alemania, en el bosque de Compiégne , en un coche del ferrocarril. Sintomáticamente el alto al fuego se pospuso hasta las 11:00 horas de ese mismo día muriendo, innecesariamente, muchos de los soldados de ambos bandos. Hay que recordar que después del Armisticio el territorio alemán quedó intacto.
Macron, dominado por la Canciller alemana, Ángela Merkel, suspendió el desfile militar conmemorativo del Centenario, y para mejorar su imagen recorrió los lugares recordatorios, incluso, un mausoleo donde se encuentran los restos de soldados alemanes y Franceses, además, rindió homenaje a los “peludos” – se les llamaba así a los soldados franceses, en la Primera Guerra Mundial -.
Felipe Pétain fue condenado a muerte por un Tribunal luego de un largo juicio que duró desde el mes de julio a agosto, de 1945, pena que fue cambiada a prisión perpetua por el gobierno provisorio, encabezado por Charles De Gaulle. Pétain murió en 1951 a los 95 años de edad y enterrado en la isla Yeu, muy lejos de los demás mariscales, cuyos restos se conservan en Les Invalides. (El único Presidente que ha colocado flores en la tumba de Pétain ha sido François Mitterrand, y según se ha comprobado, fue partidario, al comienzo, del régimen de Vichy. Él mismo decía que su currículo era al revés de ciertos izquierdistas que terminaban siendo derechistas, él había comenzado derechista y terminó izquierdista.
El derechista Jacques Chirac tuvo el valor de reconocer en nombre de la nación y del gobierno francés los crímenes cometidos durante el gobierno de Vichy en contra de los judíos, y pidió perdón públicamente por esta negra etapa de la historia de Francia. (Los derechistas chilenos no han tenido el valor de hacer algo parecido, y ni hablar de los milicos que aún mantienen el pacto de silencio en cuanto al paradero de los detenidos desaparecidos).
La historia de las personas deberían ser analizadas en la totalidad de sus acciones, y en el caso de Felipe Pétain su actuación en la primera guerra mundial y de su éxito en la batalla de Verdun no logra borrar, ni mucho menos perdonar los crímenes cometidos durante su gobierno, (1940-1945); desde la entrevista con Hitler en Montoire ya Pétain estaba entregado a la colaboración con el régimen Nacional Socialista, que viene desde mucho antes de la firma del Armisticio: Pétain había formado parte del complot ultraderechista de Cagoule (Comité Secreto de Acción Revolucionaria) , y con mucha hipocresía supo disimular, (como lo hacen los militares cobardes), ante los gobiernos de la III República su posición fascista, presentándose como un mariscal republicano.
Pétain, como embajador en España, fue un admirador de Francisco Franco. Después de la catastrófica derrota francesa, “la guerra de broma”, en 1940, el gobierno de Paul Reynaud, del cual Pétain formaba parte, decide trasladarse a la ciudad termal de Vichy, con gran capacidad hotelera, capaz de alojar el gobierno; el hotel Del Parque se convirtió en la sede del gobierno.
En la Asamblea Nacional, con sólo 80 votos en contra, se decidió dar plenos poderes al Mariscal Felipe Pétain para gobernar y redactar una nueva Constitución en una Francia dividida entre las zonas ocupadas por los alemanes, al norte, y llamada “zona libre”, al sur del país.
A los alemanes les convenía la zona libre, pues les economizaba gastos y tareas que podían realizar los colaboracionistas franceses, por lo demás, los presentaba con mejor imagen internacional respecto de otros países ocupados por Alemania – los franceses no eran iguales a los polacos -.
El gobierno de Vichy se anticipó al de los alemanes en la persecución dictando el estatuto judío a los pocos días de su instalación en Vichi: en el artículo primero se da el lujo de definirlos como aquellos que tienen parientes judíos en tres generaciones; además, separa a los judíos franceses de los extranjeros, (en el año 1936 hubo una gran inmigración judía, procedente de Polonia, en el período del Frente Popular).
Pétain destruyó la República reemplazando la “libertad, igualdad y fraternidad” por familia, patria y trabajo. En el fondo, Vichy fue la venganza de la ultraderecha de su derrota en el “asunto Dreyfus”, además del fracaso de la revuelta del 4 de febrero de 1934. Vichy ha sido, hasta ahora, el gran triunfo de la ultraderecha francesa y, con mucha razón, es defendida por Jean Marie Le Pen, fundador del Partido Frente Nacional, (su hija Marine, y su principal asesor, el ex gaullista Florián Philippot, en una última entrevista televisiva, critican a Macron por su apología al petanismo).
Está comprobado, a través de muchos testimonios, que Pétain degrada a la nación francesa, era un fanático antisemita. En el ejemplar del Estatuto Judío, que reposa en los archivos, aparecen varias correcciones a mano, hechas por el Mariscal Pétain, en las se leen las interdicciones para los judíos de ocupar cargos fiscales y de ejercer profesiones, (Pétain agregó, por ejemplo, que no podían ocupar el cargo de profesores).
En los años 40 el gobierno de Vichy actuó contra los judíos y los inmigrantes sin haber recibido orden alguna del gobierno alemán, es decir, en ese sentido, la ultraderecha francesa fue más antisemita que el mismo Hitler.
En las continuas redadas los policías franceses eran tan brutales como las de la Gestapo, por ejemplo, en el Velódromo de Invierno, el 16 y 17 de julio de 1942, fueron apresados 13 mil judíos – de los cuales 4 mil eran niños – todos conducidos a los campos de la muerte.
La exposición en el Palacio Berliz, “el judío y la France” demuestran el odio que la ultraderecha francesa profesaba, no sólo a los judíos, sino también a los masones, a los comunistas, a los socialistas como a los a los extranjeros.
Pierre Laval, segundo de Vichy, decía “deseo la victoria de Alemania”. Pétain y sus partidarios estaban convencidos de que formaban una alianza con Alemania para regenerar a Europa. La verdad era que Hitler no tenía la misma apreciación y consideraba a los nazis franceses como colaboradores de segunda categoría y al pueblo francés como un país degenerado, prácticamente, como una ramera muy buena para la diversión.
En París, al comienzo, los ocupantes instalaron sus propios prostíbulos y, en cuanto a las comidas, que no se ajustaban a sus gustos, tenían sus propios restaurants, a base de papas y salchichas. A poco andar, los alemanes y parisinos empezaron a relacionarse. (Hay que reconocer que gran parte de la población francesa, al comienzo fue colaboracionista y admiradora de Pétain.)
Sería poco honesto el culpar a Pétain de haber engañado a los franceses, pues la verdad es que gran parte de quienes cantaban el himno “Mariscal, aquí estamos…” eran colaboracionistas.
Vichy fue, además, la gran venganza de la ultraderecha francesa en contra del Frente Popular, presidida por un judío, León Blum. El odio de clase siempre ha sido patrimonio del fascismo, razón por la cual los empresarios se vengaron de la toma de fábricas, en 1936. Una gran lección, válida para todos los tiempos y países, es que las revoluciones a medias siempre abren la puerta al fascismo, y cuando los derechistas se mueren de miedo, por ejemplo, con el comunismo, se vengan y actúan con odio y violencia.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
09/11/2018