Septiembre 20, 2024

El marxismo es altamente relevante para entender la economía y la política del siglo XXI

Entre 1933 y 1973, la teoría marxista cayó en una grave crisis existencial. En ese período, las predicciones de Marx y Engels, se dejaron de cumplir. Los pobres se olvidaron de la teoría marxista y de su revolución y apoyaron el progreso evolutivo y democrático que ofrecía la Socialdemocracia. 

 

 

En efecto, el tremendo éxito de las políticas implementadas por el Presidente Franklin Delano Roosevelt en los Estados Unidos a partir de 1933, y posteriormente el gran éxito del Plan Marshall en Europa después de la Segunda Guerra Mundial, cuestionaron profundamente los principios marxistas de la inevitabilidad de la revolución y luego de la dictadura proletaria.

 

El Estado de bienestar implementado por el Presidente Roosevelt en los Estados Unidos, desinfló con gran éxito el fervor revolucionario que los proletarios estadounidenses habían desarrollado después de la gran crisis del año 1929. El Estado de bienestar se implementó en América desde Canadá hasta Tierra del Fuego. Posteriormente, la política socialdemócrata, se utilizó en la Europa Occidental con la introducción del Plan Marshall después de la Segunda Guerra Mundial. Así la Socialdemocracia con mucho éxito, demostró que el Estado podía efectivamente controlar a los ricos y a la clase capitalista y obligarlos a ser honestos, éticos, y solidarios y efectivamente trabajar por el bienestar de la sociedad toda, incluyendo a los más pobres. El rotundo éxito de la Socialdemocracia, fue aclamado por filósofos y políticos como la solución perfecta a los problemas causados por la gigantesca crisis económica de 1929 y sus consecuencias. De esta forma, el marxismo pasó a ser cuestionado y luego rechazado como la solución de los problemas de la pobreza, la injustica y la desigualdad en el planeta. Para muchos el marxismo pasó a ser, una teoría que no solo era criminal, sino también incorrecta.

 

La socialdemocracia con su Estado fuerte, bien organizado y activamente interventor, era capaz de dominar y controlar con éxito los “espíritus animales” y antisociales de los ricos empresarios. Las políticas fiscales, la industria estatal y los impuestos progresivos, podían drásticamente reducir las desigualdades e injusticias creadas por el modo capitalista de producción. El poder del Estado interventor era grande y potente y de esta forma, las inclinaciones egoístas de los ricos se podían finalmente controlar. Al fin la humanidad había encontrado, un camino digno, que sin violencia ni dictadura, era capaz de crear un acelerado y potente desarrollo económico y al mismo tiempo, conseguir la justicia social. Todo esto se hacía siguiendo los viejos principios de la Revolución Francesa, y que se concretizaba en tres aspiraciones fundamentales: libertad, igualdad y fraternidad. El profundo humanismo Socialdemócrata había por fin derrotado al violento y totalitario comunismo antidemocrático.

 

Desafortunadamente para la raza humana, los políticos socialdemócratas se fueron gradualmente corrompiendo y para finales de la década de los años 60 del siglo XX, estaban bajo la influencia nefasta del oportunismo, la corrupción y la decadencia ética y moral. El cambio de socialdemocracia en decadencia a corrupto neoliberalismo, se inició con el gobierno del Presidente Nixon en los Estados Unidos, luego se consolidó con el gobierno del Presidente Reagan. Lo mismo sucedió en Europa con el gobierno de la Señora Tatcher en el Reino Unido y el nuevo gobierno neoliberal en Francia. Fue de esta forma como en los años 70, la socialdemocracia fue reemplazada por el neoliberalismo y particularmente por la escuela de Milton Friedman de Chicago. Posteriormente el neoliberalismo se consolidó en el mundo occidental, y en sus neocolonias en las últimas dos décadas del siglo XX.

Ya van más de 40 años de neoliberalismo, y la economía y sociedad actual, ha vuelto a ser muy parecida a la corrupta sociedad capitalista que Marx y Engels criticaron a mediados del siglo XIX. Los súper ricos se han apoderado de los países y de sus economías. Occidente entero y sus neocolonias, incluyendo las latinoamericanas, están bajo el control de poderosos empresarios privados, dueños de gigantescas multinacionales. Algunos de estos empresarios son más ricos que países enteros. Los empresarios privados son los que verdaderamente mandan en occidente y sus neocolonias. Los súper ricos se han apoderado de la mayor parte del ingreso nacional de sus países y la inmensa mayoría de pobres, mas del 80%de la población, sobreviven con sueldos miserables, sin empleos decentes, sin salud y sin jubilaciones adecuadas. Se ha vuelto de esta manera al tétrico mundo analizado por Marx y Engels. Ya hay decenas de académicos que con abrumadora documentación prueban que nunca antes en la historia de la humanidad, los súper ricos fueron tan poderosos, dominantes y corruptos como los son hoy día. Ellos controlan países enteros y condenan a la pobreza a las grandes mayorías del planeta. Los súper ricos actuales superan con creces la riqueza de la realeza europea de antes de la revolución americana y francesa del siglo XVIII. Ellos son también capaces de trasmitir su riqueza y estatus social a sus descendientes y así se ha creado una nueva nobleza basada en la dinastía del dinero. Las nuevas dinastías de los súper ricos han transformado el poder político en poder hereditario y de esta forma, gobiernan países y continentes  sin contrapeso alguno.

 

La verdadera democracia ha dejado de existir y hoy día, lo que domina es una desastrosa oligarquía que es el gobierno de los ricos, con los ricos y solo para los ricos. La mala distribución de la riqueza y el ingreso en occidente y en sus semicolonias, ya está sobrepasando la mala distribución de estas categorías y que existió en occidente antes de la revolución inglesa, la revolución estadounidense y la revolución francesa. Esta mala distribución de la riqueza y el ingreso es muy similar a la que existía en Rusia y China antes de sus respectivas revoluciones. La igualdad y la fraternidad ya no existen en ninguna parte (salvo los países escandinavos) y tampoco existe la libertad para la inmensa mayoría de la población occidental. Con toda esta nueva realidad, es evidente que el diagnóstico de la sociedad humana hecho por Marx y Engels a mediados del siglo XIX, para la sociedad occidental y sus neocolonias, es hoy día nuevamente altamente relevante. Como consecuencia de todo esto, ya en las mejores universidades del planeta se han vuelto a introducir cursos de marxismo. También es necesario mencionar, que potentes movimientos populistas, tanto de extrema izquierda como de extrema derecha han vuelto a renacer en todos los rincones del planeta.

 

Es necesario recordar y enfatizar, que Marx y Engels predijeron que la lógica interna del capitalismo eventualmente produciría una creciente y aplastante desigualdad, desempleo crónico, sueldos y salarios insuficientes, el dominio absoluto de grandes corporaciones monopólicas sobre el mercado y la creación de nuevas elites cuyo inmenso poder se transformaría en una barrera impasable para el progreso colectivo. Marx y Engels concluían que eventualmente el peso combinado de estos problemas, produciría una gigantesca crisis social y que ella invariablemente terminaría en una violenta revolución[1].

 

¿Pero qué se entiende por la lógica interna del capitalismo? Marx y Engels señalaban que dentro del sistema capitalista se daba una altísima e irresistible presión sobre los empresarios. Esta presión consistía en la necesidad vital de constantemente acumular capital. Esta fuerza irresistible por acumular capital producía tres resultados negativos que hoy día son muy conocidos y estudiados. Primero, las mejoras en la productividad laboral creada por las invenciones tecnológicas, siempre serán capturadas en su mayor parte por los dueños del capital, aun cuando los salarios reales aumenten, dichos aumentos son nunca proporcionales con el nuevo poder productivo de los trabajadores. En otras palabras, los trabajadores siempre recibían mucho menos de lo que ellos contribuían con los nuevos aumentos de la producción. Este fenómeno imposible de ser evitado, producía la creciente desigualdad entre los retornos que iban al capital y los retornos que iban al factor trabajo.

 

En segundo lugar, Marx y Engels predijeron, que la competencia de los capitalistas por reducir costos los forzaban a introducir nuevas tecnologías que invariablemente terminaban por reducir obreros y empleados. A través de los años estas nuevas tecnologías, terminaron por eliminar fuentes de trabajo, creando así una gran masa de desempleados y subempleados en la población trabajadora. Y por último, en tercer lugar, Marx y Engels creían que la competencia entre capitalistas inevitablemente producía la creación de empresas gigantes. Están gigantes empresas terminaban por sacar del mercado a empresas más pequeñas y menos productivas. Dado que estos monopolios victoriosos eran más productivos y más avanzados tecnológicamente; ellos disfrutaban de constantes y crecientes ingresos. Pero estos nuevos ingresos eran siempre distribuidos de forma altamente desigual, aumentando así las dos las dinámicas previamente mencionadas.

 

Esta desigualdad tolerada en tiempos de constante crecimiento económico, se hacía intolerable en tiempos de severa recesión y de depresión económica. Es este crucial fenómeno lo que determinaba y creaba el nacimiento y desarrollo del proceso revolucionario[2]. En la civilización occidental y sus neocolonias, el fracaso del capitalismo neoliberal está produciendo regímenes populistas y nacionalistas de derecha. Cuando estos regímenes fracasen en sus objetivos de obtener libertad, igualdad y fraternidad para todos; la única alternativa restante pasa a ser el populismo de izquierda. El único sistema político de izquierda que ha dado evidentes resultados positivos en reducir la pobreza y la desigualdad es el sistema político chino. Por lo tanto es probable que este, en el largo plazo, sea el sistema que eventualmente reemplace al fallido neoliberalismo occidental.

 

En términos generales el sistema chino usa dos motores para su desarrollo: el sector estatal y el sector privado. La dirección y control de este proceso de desarrollo está en las exclusivas manos del partido comunista chino. El partido a su vez está dirigido por una sola autoridad con enormes poderes de dirección y control sobre la sociedad toda. En otras palabras, China ha vuelto al sistema de monarquía absoluta que gobernó el país por más de dos milenios y transformó a China en la potencia más poderosa del planeta.

El rol más importante del nuevo monarca absoluto (secretario general del partido comunista chino) es precisamente asegurar que la ética confucionista controle la corrupción tanto en el sector privado como en el sector público. Con estos dos poderosos motores funcionando éticamente, China en solo un par de décadas más será, así como en milenios pasados, la primera gran potencia mundial que habrá conseguido el desarrollo económico y social integral. Es decir, un país altamente industrializado y donde la pobreza ha dejado de existir. De tal manera que China habrá logrado el sueño de conseguir igualdad, fraternidad y bienestar para todos sus habitantes.

 

El sistema chino de gobierno y administración seguramente será el modelo de desarrollo socioeconómico que seguirán todos los actuales países emergentes. Todo esto será particularmente relevante para América Latina. En efecto, la región después de sufrir el descalabro socioeconómico de los populismos de derecha, estará más que preparada para implementar el modelo chino de desarrollo. Este modelo, como ya se ha mencionado anteriormente, funciona con dos poderosos motores de desarrollo, el sector público y el sector privado. El modelo cubano de desarrollo revolucionario tiene el grave inconveniente de que funciona con un solo motor, es decir, el sector público. Este motor no tiene la potencia suficiente para conseguir que la nave despegue de la tierra y logre llagar al cielo. El modelo chino de desarrollo ha conseguido controlar “los espíritus animales” de sus empresarios privados chinos y frenar el avance de los empresarios extranjeros. Ellos saben que deben dedicarse a crear y desarrollar empresas altamente productivas y al mismo tiempo, satisfacer las necesidades de sus trabajadores. Si esta importante meta se logra adecuadamente, el empresario chino puede seguir cumpliendo con su importantísimo rol de creación de riqueza nacional. Pero estos empresarios también saben, que si ellos deciden entrar en política, es decir, “decir quién recibe qué, cómo y cuándo”; entonces corren el grave peligro de caer en prisión e incluso, perder la vida. De esta forma, el sueño de Carlos Marx y Federico Engels, no solo se habrá logrado, sino también superado y mejorado para satisfacer las necesidades del pueblo.

 

F. Duque Ph.D.

Cientista Político

Puerto Montt

26 de octubre  de 2018

 

 


[1]Para un excelente ensayo académico sobre el marxismo actual, sírvase ver Robin Varghese “Marxist world. What did you expect from capitalism”. Foreign Affairs july/august 2018.

[2]Ibíd.

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