Noviembre 23, 2024

El caso Jamal Khashoggi

A las 13:30 horas del día 2 de octubre, el periodista saudí, columnista del Washington Post, radicado en Estados Unidos, ingresó al consulado de su país, en Estambul, para solicitar un documento necesario para su matrimonio. Los miembros del consulado olvidaron apagar la grabadora a la entrada y, muy ingenuamente, desconocían la capacidad de los Servicios Secretos turcos para grabar al interior de dicho consulado, (a lo mejor, suponían que el astuto Erdogán iba a respetar el Tratado de Viena).

 

 

Luego de la entrada del periodista en mención entraron 15 personas a esa legación diplomática, uno de ellos provisto de una sierra para desmembrar cadáveres. En pocos minutos interrogaron y “faenaron” a su presa convirtiéndolo, supuestamente, en un anticucho, pues el cadáver aún no ha aparecido.

 

En la tarea de ocultar restos humanos las dictaduras, desde el nazismo hasta nuestros días, se han especializado haciendo de este menester cada día más económico, (partiendo por las cámaras de gas hasta lanzarlos al mar con el cuerpo destrozado).

 

Las historias narradas en  uno de los libros de Michel Foucault, Historia de la locura, parecen cuentos infantiles frente a lo que ocurre en la actualidad. (En Estados Unidos, por ejemplo, para economizar veneno y narcótico para anestesiar a los condenados a muerte, se prolongó por 48 horas la agonía de una de estas víctimas).

 

El caso del periodista saudí adquiere ribetes geopolíticos de gran trascendencia: Erdogán, que pretende jugar un papel fundamental en el Medio Oriente, va dando a conocer a gotas detalles del aleve asesinato, colocando cada vez en situaciones más difíciles a Donald Trump, quien había elegido como aliado estratégico, en esta zona del mundo, la monarquía absoluta de Arabia Saudita, y como su enemigo principal a los chiitas, persas de Irán que, a su vez, son los enemigos mortales de Arabia Saudita.

 

El petróleo y el gas natural siguen siendo estratégicos en la lucha por el poder mundial, y  Arabia Saudita es la principal potencia exportadora de petróleo en el mundo: el zumo de dinosaurios sale a chorros, pues se encuentra muy superficialmente, y su producto es el más barato de explotar y, además, se considera de alta calidad; los yacimientos del Mar del Norte son enormemente onerosos; (los pozos de Venezuela hoy son explotados a pérdidas).

 

Por otra parte, Rusia y China pretenden monopolizar los oleoductos que conducen el gas natural al Mediterráneo, y están a punto de lograrlo con la hegemonía de estos dos países, sumados a Irán, en el Oriente Medio.

 

En esta lucha entre las tres grandes potencias mundiales se juega el futuro del petrodólar, reemplazándolo por otras monedas nacionales – el rublo, el yuan e incluso el euro -.

 

Estados Unidos, para mantenerse en el Medio Oriente, necesita desarrollar una alianza trilateral que incluye a Israel, Arabia Saudita y el imperio americano. Sin esta alianza podrían ponerse en peligro las medidas coercitivas, impuestas por Estados Unidos a Irán que, cada día, gana más posiciones en Iraq y en Siria. La democracia no es tema en Medio Oriente, pues sabemos, no existe y, a diferencia de África, ninguno de los Estados árabes ha imitado, ni por asomo, el parlamentarismo occidental.

 

Nada más ridícula la posición de Trump contra los Ayatolas iraníes y su defensa de la monarquía medieval de la familia real de Arabia Saudita,  (acaban de crucificar a un condenado a muerte y persigue a las mujeres, a los homosexuales y a todo opositor a su régimen).

 

En Occidente, hegemonizado por el nihilismo actual, el asesinato del periodista saudí ha centrado las noticias de los Diarios, y  nadie ya habla del asesinato permanente de mujeres y niños de manos de la injerencia saudí en la guerra civil en Yemen.

 

En Estados Unidos, a pesar de Trump, aún existe el Congreso, un partido opositor, el Demócrata y elecciones en la totalidad de la Cámara de Representantes y un tercio del Senado. En este país hay diarios, tribunales de justicia y opinión pública, por consiguiente, la escandalosa y estúpida explicación, por parte de la monarquía de Arabia Saudita sobre el asesinato y desaparición del periodista, necesariamente tiene que provocar escándalo.

 

Donald Trump, cada vez más ridículo y asustado por las elecciones parlamentarias próximas del 5 de noviembre, Jamal Khashoggi fue asesinado por sicarios y, además, se atreve a creer en la versión de la monarquía de Arabia Saudita.

 

En príncipe heredero, famoso por su crueldad y ambición, hoy ministro de Hacienda y de Defensa, Mohamed Bin Salman, de poco más de 30 años de edad, es el principal sospechoso del crimen del periodista: En Arabia Saudita no es muy fácil designar al heredero al trono, pues el actual rey es poseedor de varias mujeres y una multitud de hijos, (al igual que el rey de Suazilandia, hace un tiempo, con cerca de 800 hijos y 64 mujeres, es difícil saber cuál de los hijos es el predilecto).

 

Sobre la historia del asesinado hay todo tipo de hipótesis e historias: algunos creen que la causa de su muerte se debió a sus relaciones personales con un millonario saudí, dueño del Citigroup; otros sostienen que el consulado saudita en Estambul había hecho salir por la puerta trasera de la sede a un doble, y otros más imaginativos, que se había desarrollado una pelea entre el periodista y 16 verdugos.

 

Es evidente que los tiranos son muy aficionados a asesinar a sus opositores en el exterior. Era lógico que un periodista crítico al régimen saudí no fuera la excepción. (En Chile, la DINA tuvo un eficiente aparato exterior que asesinó, con muy mal criterio, al ex ministro de Relaciones Exteriores, Orlando Letelier, a pocos metros de la Casa Blanca).

 

En su última visita a Arabia Saudita, Trump cerró un muy buen negocio de venta de armas con ese país y jamàs se atreverà a condenar el vil asesinato contra un periodista saudí,  columnista del  diario más famoso de Estados Unidos.

 

Hasta el momento, Erdogán lleva a cabo una geopolítica muy hábil al aliarse con China, Rusia e Irán, pero no tendrían ningún problema en cambiar de bando si las circunstancias le fueran favorables. Turquía y Arabia Saudita tienen los dos ejércitos màs poderosos del Medio Oriente, hoy en disputa por parte de las potencias mundiales.

 

 

La monarquía de Arabia Saudita “amenaza” a Estados  con cambiar de bando e integrarse al combate contra el petrodólar.

 

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

23/10/2018                       

 

Donald Trump, cada vez más ridículo y asustado por las elecciones parlamentarias próximas del 5 de noviembre, Jamal Khashoggi fue asesinado por sicarios y, además, se atreve a creer en la versión de la monarquía de Arabia Saudita.

En príncipe heredero, famoso por su crueldad y ambición, hoy ministro de Hacienda y de Defensa, Mohamed Bin Salman, de poco más de 30 años de edad, es el principal sospechoso del crimen del periodista: En Arabia Saudita no es muy fácil designar al heredero al trono, pues el actual rey es poseedor de varias mujeres y una multitud de hijos, (al igual que el rey de Suazilandia, hace un tiempo, con cerca de 800 hijos y 64 mujeres, es difícil saber cuál de los hijos es el predilecto).

Sobre la historia del asesinado hay todo tipo de hipótesis e historias: algunos creen que la causa de su muerte se debió a sus relaciones personales con un millonario saudí, dueño del Citigroup; otros sostienen que el consulado saudita en Estambul había hecho salir por la puerta trasera de la sede a un doble, y otros màs imaginativos, que se había desarrollado una pelea entre el periodista y 16 verdugos.

Es evidente que los tiranos son muy aficionados a asesinar a sus opositores en el exterior. Era lógico que un periodista crìtico al régimen saudí no fuera la excepción. (En Chile, la DINA tuvo un eficiente aparato exterior que asesinó, con muy mal criterio, al ex ministro de Relaciones Exteriores, Orlando Letelier, a pocos metros de la Casa Blanca).

En su última visita a Arabia Saudita, Trump cerrò un muy buen negocio de venta de armas con ese país y jamàs se atreverà a condenar el vil asesinato contra un periodista saudí,  columnista del  diario más famoso de Estados Unidos.

Hasta el momento, Erdogan lleva a cabo una `geopolítica muy hábil al aliarse con China, Rusia e Irán, pero no tendrían ningún problema en cambiar de bando si las circunstancias le fueran favorables. Turquía y Arabia Saudita tienen los dos ejércitos màs poderosos del Medio Oriente, hoy en disputa por parte de las potencias mundiales.

 

 

La monarquía de Arabia Saudita “amenaza” a Estados  con cambiar de bando e integrarse al combate contra el petrodólar.

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

23/10/2018                       

 

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