Noviembre 23, 2024

El Cardenal Ricardo Ezzati declara como imputado

El Cardenal Ezzati se está sirviendo de todos los mecanismos que la ley chilena confiere a un imputado que es, por ejemplo, el derecho a mantenerse en silencio en un interrogatorio y, su vez, busca ser sobreseído en una etapa procesal incipiente; además, en este caso, hay un conflicto de competencia entre el Tribunal de  Rancagua y el de Macul.

 

 

En la primera vez en el Chile republicano que la más alta autoridad de la iglesia chilena es sometida a proceso como imputado de encubrimiento de graves de abusos de poder, de conciencia y sexuales, cometidos por miembros consagrados de la iglesia católica.

 

José Toribio Medina, gran investigador chileno, muy bueno para apropiarse de incunables y libros de los archivos de Lima, ocupada por los chilenos, como Francisco Antonio Encina,  aprovechaba para plagiar la obra del autor Medina sobre La Historia de la inquisición en Lima, para introducirla en  su obra Historia de Chile, de veinte tomos. Según Medina, este Tribunal daba cuenta de muy pocos casos de judíos conversos, y menos aún de protestantes; en su mayoría, los procesos se referían a sacerdotes “solicitantes”, es decir, que se aprovechaban de la confesión para servirse a las grandes señoras de la sociedad limeña.

 

Los  más experimentados y hábiles en estas prácticas eran los Jesuitas. En la página 250, del resumen del historiador Leopoldo Castedo, cita el caso del sacerdote de esta Congregación, Rafael Venegas, que conseguía el favor de mujeres pertenecientes a familias de  “gente noble y principal y de mucha calidad, emparentada con lo mejor de este reino”. El Jesuita – como Karadima – fue apenas reprendido en secreto y obligado a rezar.

 

En el siglo XVII eran muy frecuentes las peleas entre Congregaciones religiosas que, generalmente, terminaban en asaltos a los distintos conventos implicados.

 

 

También se daban conflictos entre la Real Audiencia y las Órdenes religiosas, entre los cuales destaca uno entre la Orden Franciscana y primera.

 

Según Encina y Castedo: “los religiosos estaban bien premunidos de alimentos, en vista de lo cual los oidores ordenaron practicar una brecha y penetraron con la fuerza armada en el convento…Apresando al comisario responsable y al rector del colegio San Diego, con el escándalo y resonancia que es de suponer. El rey, a la postre, dio la razón al fraile y condenó a los oidores a una multa de mil pesos y a reconstruir a su costa las murallas tapiadas y derribadas…” (Encina, Castedo, 1953:244).

 

James Hamilton, una de las  víctimas de Karadima, tiene la razón al argumentar que la base fundamental de los delitos perpetrados por los curas reside en el abuso de poder; en el fondo, Ezzati y Errázuriz y todos los demás  integrantes de la Conferencia Episcopal no son otra cosa que una mafia que se aprovecha de la credulidad de la gente de fe para abusar de quienes están sometidos a su autoridad.

 

Ezzati, como todo ciudadano, tiene derecho a la presunción de inocencia hasta tanto no exista una condena, sin embargo, es más que evidente que él y los demás purpurados encubrieron muchos delitos perpetrados por personas consagradas, en contra de menores y adultos.

 

Esta misma mafia, dirigida por Ángelo Sodano – fue Nuncio en Chile por muchos años y se cuenta entre los defensores de Augusto Pinochet – que tiene rodeado al Papa Francisco, atrasando o impidiendo cualquier reforma que ponga en peligro su poder, riqueza y que salga a la luz el latrocinio. Algunos  son regentes de prostíbulos, en que reclutados seminaristas; otros son dueños del Banco Vaticano, y realizan grandes especulaciones financieras, obligando al Estado italiano a intervenir a fin de frenar los delitos financieros. Todos ellos adoran el poder, la riqueza y la buena mesa y, en el fondo, no soportan al pobre de Nazaret y, además, son de un ateísmo y materialismo rampante.

 

En cuanto a la justicia chilena, en la mayoría de los casos en que aparecían delitos cometidos por miembros de la jerarquía de la iglesia chilena, se hacían los desentendidos o bien, aplicaban el sobreseimiento o la prescripción – caso Karadima -. (El único que pagó con cárcel fue el padre“Tato”, que en paz descanse).

 

La mafia de la Conferencia Episcopal chilena desconoce cómo viven sus fieles y sólo han visto a un pobre en las procesiones en honor a Cristo Rey, de quien se sienten sus “príncipes”. Últimamente la gran idea, por demás absurda, que se  les ha ocurrido ha sido la de publicar un manual de “comportamiento y autoayuda” para que los sacerdotes lo lean  y, así, eviten andar manoseando niños, abriendo marruecos y tocando penes. Dentro de los contenidos, decía dicho manual, que no deberían acostarse con niños o niñas, entre otras bellezas. A los pocos días de su publicación se vieron obligados a retirarlo.

 

No me parece que la solución sea sólo el terminar con el celibato, tampoco la integración de las mujeres  al clero que, aun cuando serían avances importantes, el tema de fondo es la gran mafia que se ha apoderado de la iglesia durante varios decenios, y que debe ser extirpada de cuajo y reemplazada por una verdadera iglesia que opte por los pobres y adopte la teología de la liberación.

 

El fiscal Emiliano Arias, encargado de la investigación de los casos de pedofilia por parte de la iglesia católica, está demostrando que, al menos en este caso, se aplica la igualdad ante la ley que, para la mayoría de los ciudadanos, es sólo una declaración de principios, vacía de contenido y efectividad. En la realidad, únicamente van a la cárcel los pobres, sus hijos y nietos, pues no pueden comprarse un abogado que conozca todas las artimañas de la ley – por ejemplo, un especulador financiero, que conoce a la perfección el juego del poder, podrá contratar al mejor abogado, conocer de todas las argucias y vericuetos para alargar un juicio y, al final lograr la libertad de su cliente.

 

La iglesia católica, que tiene millones de pesos heredados de las señoras beatas, o de monjas aristocráticas que pagan una dote para “casarse con Cristo”, o bien, curas de familias millonarias que dejan su herencia  a la iglesia, de seguro, en el caso de Ricardo Ezzati, contratará a los mejores abogados para que pueda salir incólume de cualquier aprieto. Ya ocurrió con el juicio civil en el caso Karadima contra la iglesia católica, en que no tuvo que pagar ninguna indemnización, caso muy diferente al de la iglesia de Boston que se arruinó a causa del pago  en las causas civiles.

 

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

03/10/2018        

                   

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