Ciento cuarenta millones de electores brasileños tendrán este domingo, 7 de octubre, una decisión clave en sus manos. Luego de la interrupción del mandato legítimo de la presidenta Rousseff en 2016, acudirán a las urnas para elegir quién será el nuevo presidente, quienes conformarán la Cámara de Diputados y cómo quedará el Senado luego de su renovación parcial. También se elegirán gobernadores en las veintisiete unidades federativas del Brasil.
La elección es fundamental, no sólo para el futuro del país, sino también para toda América Latina y el Caribe. Para relevar una mirada desde los actores y organizaciones de la base social, el Foro de Comunicación para la Integración de NuestrAmérica entrevistó a uno de los integrantes de la Dirección Nacional del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST), Jaime Amorim.
Amorim es además representante de América Latina en la Coordinación Internacional de La Vía Campesina, movimiento que agrupa actualmente 182 organizaciones campesinas, rurales e indígenas de 81 países.
El panorama político de cara a las elecciones
En relación al panorama político general, Amorim señaló que hay tres fuerzas disputando el escenario electoral. Los que llevaron a cabo el golpe contra el Estado democrático (parlamentarios, medios monopólicos junto a los sectores más conservadores del poder judicial y del empresariado), representados sobre todo en la candidatura de Alckmin, están hoy prácticamente sin posibilidades. El segundo grupo es la alianza reaccionaria alrededor del candidato de extrema derecha Bolsonaro, en la que confluyen intereses extranjeros del gobierno de Trump, militares activos y en reserva; candidatura que es orientada por los servicios de inteligencia israelíes y que cuenta –según las últimas encuestas– con perspectiva cierta de disputar la segunda vuelta.
Finalmente, están las fuerzas de la izquierda, representadas básicamente por dos candidaturas. La de Fernando Haddad, del PT y Ciro Gómes del PDT, junto a otras candidaturas con menor peso relativo como la de Guilherme Boulos por el PSOL.
Según el líder social es imprescindible una fuerte movilización social para impedir una victoria de la derecha extremista, que significaría la pérdida de la posibilidad histórica de constituir al Brasil como país-nación soberano. Se trataría en verdad de un gobierno militar, un golpe militar legitimado en las urnas, sin necesidad de usar visiblemente las Fuerzas Armadas.
La huelga de hambre por la libertad de Lula como expresión de lucha no violenta
Consultado sobre el significado de la reciente huelga de hambre por la libertad de Lula de la que fue parte y la lucha noviolenta en este momento histórico, Amorim indicó que la acción se produjo en el contexto de la prisión ilegal del ex presidente Lula ejecutada a través de la supremacía ilegítima del poder judicial sobre los otros poderes. Ese proceso se inició ya desde 2005, en ocasión del Mensalao. “Ahí nace el huevo de la serpiente”, puntualizó el dirigente.
El sentido de la huelga de hambre, una acción extrema a la que se acude cuando se agotan las posibilidades jurídicas o de diálogo, fue exigir la libertad de Lula para que éste pueda disputar las elecciones. Se logró a través de ella poner en discusión el cercenamiento del estado democrático de derecho, denunciar el regreso de Brasil al mapa de países con hambre y el papel sumiso del poder judicial al servicio de los intereses del capital internacional, impidiendo la candidatura de Lula que hubiera vencido ya en el primer turno. El líder campesino precisó que en su opinión, pese a que la burguesía rompió todas las reglas del estado democrático, hay espacio en esta elección para derrotar al golpe.
Las “bombas” mediáticas de última hora y su posible impacto
Respecto al impacto electoral y la posibilidad de nuevas “bombas” mediáticas en los días previos a la elección con la intención de restar votos a la candidatura de Haddad–como la reciente publicación de acuerdos de delación premiada por parte del juez Sergio Moro, quien lleva el caso legal contra Lula–Amorim dijo que “posiblemente vendrán más”.
La prensa hegemónica ha declarado que su objetivo es impedir el regreso del PT al gobierno y por ello intentan crear un sentimiento antipetista, anti Lula en la sociedad. Eso va perjudicar el proceso y la candidatura de Haddad.
Por otro lado, reconoce que Bolsonaro tampoco ha tenido hasta ahora espacio en los grandes medios, pero dirigida por el servicio secreto israelí se ha apoderado de las redes sociales. En ellas abundan ahora las agresiones y las informaciones falsas contra el PT y sus candidatos, contra el pueblo.
Sumamente perjudicial será para el resultado electoral la influencia negativa de los grandes medios y el protagonismo del poder Judicial, sumiso a los intereses electorales de la burguesía, que impidió en definitiva que Lula pudiera ser candidato.
“A esa ofensiva mediática el pueblo y la militancia están respondiendo en la calle y siendo optimistas, vamos a ganar. Estamos entrando en la segunda vuelta y esto nos permitirá tener más tiempo y espacio mayor para generar el debate sobre el Brasil que la gente quiere: el Brasil de la extrema derecha, del odio, de la intolerancia contra negros, contra indios, contra los pobres o un país democrático, incluyente, con posibilidades de mejores condiciones de vida y con espacio para todos. Ese es un debate determinante para el Brasil y para toda América Latina”.
El impacto del discurso de extrema derecha
Respecto a la pregunta sobre en qué sectores sociales encuentra eco el discurso de Bolsonaro fuera de las élites, Amorim manifestó que este discurso siempre existió en grupos minoritarias, aunque afloró con mayor fuerza –comandado inicialmente por la prensa brasileña– luego que la crisis internacional mostrara sus efectos en el país.
Manejado por sectores de clase media alta y potenciado por los medios –sobre todo la Rede Globo, que culpa de todo a la izquierda y al gobierno del PT– el discurso comienza a entrar entonces y ganar también voz en la población pobre.
Las dos ideas principales de la derecha, la liberación de armas y el uso del ejército para combatir la violencia delictiva, han ganado fuerza creciente en sectores de la clase media y entre los jóvenes, a lo que se agrega la aversión a la homosexualidad y la discriminación de la población LGBT.
La elección y el proceso de integración regional
Con referencia a la importancia que tendría para el proceso de integración regional un eventual triunfo de Fernando Haddad, el entrevistado indicó que la postura histórica del conjunto de las fuerzas de izquierda en el Brasil ha sido siempre favorable a las relaciones internacionales de tipo soberano y a la integración regional de América Latina y el Caribe. Esto se manifestó ampliamente en el transcurso del gobierno de Lula, en el que, además de apoyar el crecimiento de instancias soberanas de concertación, como la UNASUR o CELAC, se amplió el comercio y las relaciones multilaterales con América Latina y otras partes del mundo. Logró valorizar la relación de Brasil con las demás naciones de la región, por ejemplo, a través del avance en el aprendizaje del español en las escuelas como segunda lengua.
Por el contrario, la burguesía siempre priorizó las relaciones con Europa y los Estados Unidos. Ese fue uno de los grandes perjuicios que trajo el golpe. “Necesitamos recuperar el proceso de integración latinoamericana. Si no logramos derrotar al golpe, volveremos a ser, como desea la gran burguesía brasilera, el subimperio del imperio, siendo apenas un articulador de los intereses del imperio en la región y perderemos la posibilidad histórica de establecer relaciones regionales e internacionales autónomas y soberanas”.
Más allá de eso, el dirigente del MST afirmó que “nosotros continuaremos fortaleciendo nuestras relaciones soberanas entre los movimientos, como hacemos con La Vía Campesina o el Encuentro Mundial de Movimientos Sociales, construyendo instrumentos populares. Creemos firmemente que es posible construir integración independientemente de los gobiernos”.
La tendencia hoy es clara: “O tenemos una integración soberana con un triunfo de Haddad y el PT o tendremos una imposición del Brasil como subpotencia imperialista con carácter puramente económico y desagregador”, puntualizó.
La postura frente a Venezuela
En vista de la agresiva posición del gobierno golpista de Temer contra la Revolución Bolivariana, se preguntó también por los escenarios posibles de cara a la elección del nuevo gobierno.
Amorim considera que la burguesía brasileña tiene efectivamente la intención de combatir al gobierno de Nicolás Maduro y a Venezuela. Al mismo tiempo, la derrota de un gobierno popular es parte al diseño geopolítico norteamericano para América Latina. Junto a la conspiración estadounidense motivada por esos intereses políticos e ideológicos, de impedir nuevos gobiernos progresistas en la región, hay claros intereses económicos. La caída del gobierno venezolano significaría la entrega de los recursos petrolíferos a las empresas inglesas y norteamericanas. Del mismo modo, la derrota del PT en Brasil –como el golpe– representa el fin de la soberanía de la Petrobrás sobre el petróleo brasileño.
“Si perdemos las elecciones” – manifestó el dirigente social – “sin duda habrá una ofensiva del nuevo gobierno, inicialmente contra Venezuela, después contra Bolivia y finalmente contra Cuba, como siempre fue su interés. El interés de la burguesía es claro: colocar la riqueza de recursos petrolíferos de Venezuela y Brasil, como también el gas boliviano al servicio del capital internacional”.
Por eso, concluyó, “los movimientos populares apoyamos y expresamos solidaridad con el pueblo y el gobierno democrático de Venezuela, que van a resistir sin duda alguna, más allá del resultado que tengamos en Brasil. Pero está claro que una victoria de Haddad podría colocarnos en posición de aliados con los gobiernos populares de América Latina”.
– Foro de Comunicación para la Integración de NuestrAmérica (FCINA)
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