En el mes de noviembre de 2018 se cumple el centenario del fin de la primera guerra mundial, cuyo balance fue de 9 millones de muertos por el uso de gases mortíferos y la brutalidad de los ejércitos comprometidos en el conflicto que, hasta el último minuto, prolongaron el combate que aumentó aún más el número de muertos. Hacia el final de la guerra desapareció el imperio alemán, el de los austro-húngaros y se transformó el imperio turco-otomano en una República.
Terminada la guerra se creó la Liga de las Naciones, integrada por varios países del mundo, sin embargo, en esa ocasión, Estados Unidos se negó a participar como miembro de dicha Institución, continuando con su tradicional política aislacionista.
En la Liga de las Naciones, Bolivia – al igual que hoy en las Naciones Unidas – alegó la salida al mar. La posición chilena fue defendida por los embajadores Manuel Rivas Vicuña y Agustín Edwards. En esa ocasión la Asamblea General de la Liga no dio paso al reclamo boliviano.
La Liga de las Naciones continuó sus labores hasta el comienzo de la segunda guerra mundial y, al igual que en la actual ONU, las grandes potencias respetaban muy poco sus Acuerdos.
En reemplazo de la Liga de las Naciones fue creada las Naciones Unidas con el objetivo principal de mantener la paz. En Naciones Unidos existen varios departamentos, entre ellos la FAO, encargada de combatir el hambre en el mundo, integrada por embajadores muy bien alimentados, incluso con caviar.
El Consejo de Seguridad de la ONU, compuesto por las grandes potencias, con derecho a veto, la integran algunos países más pequeños en calidad de invitados. En un período reciente lo fue Chile y hoy, lo es Bolivia, en que Evo Morales aprovecha la ocasión para perorar contra Chile.
En la Asamblea General de Naciones Unidas han hecho uso de la palabra grandes personalidades con discursos brillantes, entre ellas el Presidente Salvador Allende, Fidel Castro, John F. Kennedy, Barack Obama, y otros. Hay que reconocer que el nivel de preparación ha bajado bastante: la participación de Presidentes- empresarios, que tal vez no han leído ni un solo libro en su vida, (Donald Trump, Mauricio Macri y Sebastián Piñera…).
Chile estuvo muy presente en los discursos de Evo Morales y Nicolás Maduro: el primero, que es muy hábil en la comunicación y en el arte de victimizarse, repitió la misma letanía del aislamiento de su país respecto al mar, pero es evidente que ahora utiliza este argumento para ser reelegido por tercera vez como Presidente de la República; por su parte, Nicolás Maduro aprovechó la ocasión para denunciar a Colombia, Chile y México de haber participado en el frustrado “magnicidio”, en Caracas.
Es sabido que Chile le cae mal a la mayoría de los países de América Latina, (son unos pesados, unos argentinos mal vestidos).
El mejor de los payasos de esta última Asamblea es el Presidente de Estados Unidos, Donald Trump quien, apenas iniciado el discurso provocó la carcajada unánime de todos los presentes al referirse a su gobierno como “el mejor de la historia de Estados Unidos”. Cuando se retira a sus aposentos privados – dicen – dedica dos horas a enviar twiters a troche y a moche; a continuación, continúa su velada con Correcaminos, (sería mejor que consumiera un somnífero, pues le evitaría el descrédito). Cuentan sus amanuenses que tienen que esconderle los documentos de su escritorio a fin de evitar que rompa el Tratado de Libre Comercio, por ejemplo, con Corea del Sur. En esta Asamblea se permitió proponer la limitación del aporte de Estados Unidos a la ONU.
El sueño de Trump sería que desapareciera tan inútil y dispendiosa Institución, y dedicar esta gruesa suma de dinero para terminar el “muro” e impedir, así, la entrada a ese país de niños de “países de mierda”, a quienes hay que enjaular.
Para llevar a cabo la guerra contra Irak, el atrasado mental George W. Bush, se saltó al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y, acompañado por José María Aznar y Tony Blair, invadió a ese país, so pretexto de que Saddam Hussein tenía a su haber armas químicas de destrucción masiva.
Las misiones de Naciones Unidas han sido de lo más inútiles: llevan años en el Sahara – antiguamente español – y ni siquiera logran llevar a cabo un censo. En Haití, tras varios años de labor, aún no logran consolidar la democracia.
Las Asambleas Generales podrían ser la ocasión para que los Presidentes se luzcan, sabemos que no tienen ningún poder decisorio: desde hace varios años se ha acordado el fin del bloqueo a Cuba, sin embargo, Estados Unidos hace caso omiso a este mandato.
Desafortunadamente, Naciones Unidas tiene la misma carencia de poder ante las potencias que la Liga de las Naciones en su época: de nada sirvió la protesta de Etiopía, pues los fascistas italianos la invadieron sin ningún reparo. Hoy ocurre lo mismo con los países pequeños cuando son invadidos por los poderosos, que violan los derechos humanos a su amaño. (Al menos Trump es franco y decidió retirar su país de la Comisión de Derechos Humanos).
Sólo los países subdesarrollados – Colombia, Nicaragua, Chile, Bolivia, Perú…- gastamos dinero en mantener a los “señores de babero y peluca” en el Tribunal Internacional de la Haya.
Por su parte, las misiones de control electoral sirven para poco, pues se convierten en una entretenida agencia de viajes y de turismo bien pagado.
Ojalá la ONU no siga el camino de la Liga de las Naciones, y terminemos en una tercera guerra mundial, nuevamente promovida por los nacionalistas.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
27/09/2018