Noviembre 14, 2024

Urinarios protestantes

En el colegio San Ignacio de El Bosque de Santiago, situado en las comunas privilegiadas de la oligarquía, se realizó hace algunos días, una acción de arte, la cual remeció la aletargada modorra del país. Actividad que no se efectuó en una población o en el puerto de Quintero que se asfixia. Ni siquiera en una perdida caleta de Chiloé, donde van a escribir los renovados. Jóvenes de IV medio instalaron en el interior de los urinarios del colegio, fotografías de varios ministros del presidente don Piñera, con el propósito que fuesen meadas por los estudiantes. Algunos ministros se salvaron de la ducha diaria y se ignora la causa.

 

 

Realizar funciones fisiológicas es propio de la especie humana y los animales, aunque estos privilegien los árboles, el césped de las avenidas y la rueda de un vehículo. O si son mascotas de pedigrí, en bacinicas de porcelana, sin necesidad de salir a la calle. Los imberbes estudiantes, inmiscuidos en esta actitud de graciosa y original rebeldía, han deseado demostrar su repudio a la política actual del gobierno. Como se sienten impedidos de concurrir a La Moneda a protestar llevando orines o excrementos en bacinicas, utilizan su colegio. Se ignora si van a ser expulsados o como castigo ejemplar, obligarlos a poner sus propias fotografías en los urinarios, para ser meadas por ellos mismos.

 

A nadie le gusta recibir una ducha de orina, aunque algunos dicen beberla, pues es saludable. Es sabido que hay especies que practican la escatofagia, hábito de comer excrementos, lo cual realizan ciertas especies. Mear en un urinario, adquiere otra forma apegada a las necesidades. Se trata de un acto diario revestido de cierta liturgia y todos debemos hacerlo. El varón, por norma, lo realiza de pie y se divierte dirigiendo el chorro hacía distintos lugares. Como quien riega el césped, porque lo ve como una diversión y agrega música intestinal, mediante ventosidades. La varona se limita a sentarse en la taza del baño y ahí expele, mientras piensa en sus quehaceres cotidianos. A comienzos del siglo XX, el francés Marcel Duchamp, quiso presentar un urinario de loza en una exposición en Nueva York, que tituló “La fuente” y los encargados la rechazaron. Ignoraban si debían instalarla en el baño del museo o junto a las esculturas, donde había reproducciones de Miguel Ángel y de la Venus de Milo. También es conocido el caso de quien instaló en un museo de Londres, colillas de cigarrillos, botellas vacías y pedazos de diarios, y la tituló “Hacia allá vamos”. La exposición duró apenas un día. La encargada del aseo, a la mañana siguiente, barrió todo aquella “expresión de arte” y no se explicaba cómo el público había sido capaz de arrojar al suelo, tanta inmundicia. Duchamp quiso provocar y lo realizó a través de un procedimiento inusual. ¿Original? No lo sé. Hasta el día de hoy se habla de esa “acción de arte” y de seguro, los alumnos del San Ignacio, se acordaron de ella. Hay quienes aseveran que a partir de esa fecha, el concepto del arte cambió. Un antes y un después. A mí no me convence esa tajante postura. Nada posee tanta vertiginosidad en la vida, como la creación. Día a día, segundo a segundo, el arte cambia, se renueva, reinventa, busca senderos desconocidos, rompe los cauces, derriba muros y gobiernos y provoca la imaginación del público. Desde luego qué, perdura lo de genuino valor. La vulgaridad que a veces se quiere imponer, muere al día siguiente. Es propio de la condición humana, semejantes cambios vertiginosos e inesperados, empeñada en una permanente actitud revolucionaria.

 

A los chuscos estudiantes del San Ignacio los invito a poner fotografías en los árboles de plazas y avenidas, de quienes han abusado de la credibilidad de la gente. Robado, delinquido, abusado hasta la saciedad, sean civiles, militares, políticos o religiosos. A menudo, excretar en algún sitio no habilitado o prohibido, es sinónimo de rebeldía. Alguien anunció que puede ser un acto poético, por tratarse de una necesidad diaria. Discutible, pero provocador. Tengan la certeza estudiantes del San Ignacio de El Bosque, que las fotografías expuestas por ustedes en la via pública, serán meadas con júbilo y profusión, de arriba a abajo, hasta por quienes no tengan ningún deseo de orinar.  

 

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