El coordinador de la Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo (Unctad, por sus siglas en inglés) para Palestina, Mahmud Elkkhalif, advirtió ayer sobre la situación catastrófica en la que el gobierno israelí ha colocado a la población de Gaza con el bloqueo económico total, reforzado por dispositivos militares por aire, mar y tierra, el cual se traduce en un sistema de pobreza organizado, y señaló que el sostenimiento de la economía palestina es imposible si Israel no suspende su política de robo de tierras, pone fin al bloqueo y permite la reunificación económica de Gaza y Cisjordania. A ello debe agregarse las agresiones bélicas en forma, sufridas por los habitantes del primero de esos territorios, que acabaron con más de 60 por ciento del capital productivo y los 167 asesinados y los 18 mil heridos por las fuerzas israelíes desde finales de marzo a la fecha.
La desesperada situación en Gaza se agrava por el cese de la asistencia estadunidense a los refugiados, una medida particularmente cruel en las circunstancias de la población de la franja, adoptada en el contexto de acciones como el traslado de la embajada de Washington de Tel Aviv a Jerusalén y la expulsión de la representación palestina en Estados Unidos, lo que puede considerarse la determinación del gobierno de Donald Trump de desconocer la existencia misma de los palestinos.
Una de las implicaciones más desastrosas de la llegada del magnate neoyorquino a la Casa Blanca ha sido, en efecto, el alineamiento total de Washington con los designios del régimen de Tel Aviv para acelerar el despojo de tierras cisjordanas, terminar de desarticular a las poblaciones árabes de ese territorio ocupado, llevar a los habitantes de Gaza a una situación de total miseria y desamparo, e intensificar los ataques letales en contra de la población –incluidos niños, mujeres y ancianos–, a fin de crear las condiciones para la plena anexión de Cisjordania y Gaza y forzar a los palestinos que queden a la emigración o a la situación de parias dentro de un Gran Israel.
La aterradora concreción de esa perspectiva implicaría, desde luego, destruir toda posibilidad de construir un Estado palestino en esas regiones y de eliminar, por la vía de los hechos consumados, el derecho de sus habitantes a una patria propia.
Esta política de Estado, que contraviene los más elementales principios del derecho internacional, de la ética y del humanismo, no sólo representa una amenaza para la población palestina; el hecho de que la comunidad internacional asista a su aplicación con toda impunidad sienta un precedente peligrosísimo para los pueblos débiles y vulnerables de todo el orbe e introduce una lógica de barbarie y de la ley de la fuerza en las relaciones internacionales. Es necesario, por ello, que las sociedades del planeta se manifiesten en solidaridad con los palestinos y expresen su repudio inequívoco a prácticas que son una vergüenza universal en pleno siglo XXI.