Hoy recordamos en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile, a nuestros colegas detenidos desaparecidos y asesinado por la dictadura.
Fue un acto emotivo, como siempre, como debe ser, más aún ahora, cuando personeros del actual gobierno levantan las banderas del negacionismo y pretenden dejar impunes a los criminales de lesa humanidad.
Intervino Manuel Anaya, Decano de la Facultad, quién entre otros conceptos, manifestó lo siguiente:
“La reparación de sus pérdidas será eternamente insuficiente, obligando a la convicción de que conmemorarlos en esta fecha, es una de las pequeñas maneras que tenemos como grupo, de mantenerlos presentes y entregarnos décadas después una lección de que las diferencias ideológicas como causa de intolerancia y exclusión no deben ni podrán volver jamás a repetirse”.
El Decano cerró su intervención expresando que “frente a este mural con sus rostros, en este momento que hemos buscado y encontrado para su recuerdo, que también es nuestro propio reencuentro, y a los homenajes póstumos que nuestra Universidad hace hoy tras el reconocimiento de pertenencia y títulos, manifestamos el valor de la diversidad para materializar nuestra mejor convivencia, hacia los días nuevos que otros soñaron y en los que continuaremos juntos este trabajo de enseñar, aprender y aportar”.
Yo señalé que había conocido a la mayoría de los compañeros cuya memoria no debíamos olvidar.
Recordé a Pancho Aedo, mi profesor en la cátedra de Construcción, cuando esta materia se incorporaba al Taller de Composición Arquitectónica, por lo cual nuestras generaciones habían egresado integrando siempre esta disciplina en nuestro ejercicio profesional.
Recordé a Ida Vera, empecinada en mejorar el diseño de la vivienda Tipo C-36, incorporando un mobiliario básico racionalizado.
Recordé a Lucho Guendelman, trabajando durante el gobierno de Allende en la Dirección del Desarrollo Urbano del MINVU, junto a Moisés Bedrak, durante el tiempo en que aún regía en Chile la Planificación Urbana y Territorial.
Recordé a mi compañero de curso en la Escuela de Arquitectura Alejandro Rodríguez, brillante alumno, que una vez egresado, se instaló en Concepción donde realizó obras tan notables como la Casa del Arte, asociado a Osvaldo Cáceres y Maco Gutiérrez. Durante el gobierno de Allende, Alejandro asumió la Vicepresidencia Ejecutiva de la Corhabit, institución encargada de la postulación y asignación del enorme programa habitacional desarrollado por el MINVU durante ese período.
Recordé a Leopoldo Benítez, director de un Departamento de Investigación de la UC, asesinado en la puerta de su casa, días después del golpe militar.
Recordé a Carlos Gajardo, joven profesor en nuestra Escuela en Valparaíso y a Yactong Juantok, egresado de esa misma Escuela, ambos detenidos y desaparecidos.
Terminé mi intervención, manifestando que la fórmula de detener y desaparecer a personas era una herida clavada para siempre en las familias afectadas por este siniestro mecanismo, y di lectura a la columna que publiqué en la Revista Análisis en 1990, a raíz del fallecimiento de Carmen Whipple, esposa de Alejandro Rodríguez, y que adjunto más abajo.
Miguel Lawner. 11.09.2018.