La diputada por Buenos Aires Elisa Carrió es tan miserable que no merece ser comparada con un grande como Salvador Allende; solo es empleada de los gorilas.
Mauricio Macri, hijo de millonario, frívooa ignorante y superficial, no tiene ninguna similitud con el Presidente Salvador Allende, de lejos, el líder más importante de América Latina, desde el siglo XX hasta hoy, quien murió con las armas en la mano en defensa de la democracia. Macri, un negociante italiano, que vela por sus propios intereses y por los de clase empresarial, es todo lo contrario de Allende: aristócrata, laico, respetuoso de la democracia y gran luchador social, como él solía llamarse. Allende, a diferencia de Macri, nunca se ocurrió beneficiarse de una dictadura militar.
Elisa Carrió es amante de las frases para el bronce, completamente destempladas y desubicadas. Nadie está pensando en derrocar al ignorante Presidente argentino, y lo único que parece evidente es que renunciará lo más pronto posible. Cada vez que se dirige a la ciudadanía provoca una corrida cambiaria: en su primer discurso, muy breve, de minuto y medio, el peso argentino se elevó a $42 por dólar; en el pronunciado este lunes 3 de septiembre, fue un poco más extenso: 20 minutos, con un efecto similar al anterior.
Todos los malos mandatarios y peores personas siempre terminan culpando a los demás de sus desgracias. En Chile, Sebastián Piñera lo hace con Michelle Bachelet y, en Argentina, Macri con respecto a la pareja Kirchner.
Si Argentina se está cayendo a pedazos, es la culpa de la devaluación de la lira turca, de la guerra comercial China-Estados Unidos, del descubrimiento de los “cuadernos de la corrupción”, del despilfarro de los peronistas, en fin, de todo el mundo “confabulado” contra Argentina.
Argentina es un país inmenso y muy rico. Su gobierno de derecha está apoyado por Estados Unidos, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, la Unión Europea, y la mayoría de los neoliberales del mundo aplaude a Macri y desecha a la populista Cristina Fernández, por ejemplo. Que Michel Temer y Mauricio Macri sean delincuentes e ignorantes, nadie tiene la culpa, salvo algunos ciudadanos que creen que ser gerente de una empresa es igual a la gestión de un país. Macri no tiene idea de política, pues solo es un empresario más o menos exitoso, tan pillín como la mayoría de sus pares, parte del cartel de la construcción, hoy imputados y arrepentidos.
Nunca había escuchado un discurso tan vacío y superficial como el de Macri, que no motivó a nadie – ni siquiera a Carrió -. Entre sus palabras, afirmó que “estos últimos meses han sido los peores de mi vida, sólo comparables con el secuestro que sufrí”.
Ningún argentino daría una gota de su sangre para defender el gobierno de Macri, que no ha pensado en derrocar. Los empresarios, que nunca se han caracterizado por entregar su vida por nadie – ni siquiera por sus propiedades, que aman por sobre todo en la vida, y como bien decía Maquiavelo, serían capaces de vender a su padre pero jamás arriesgar su propio pellejo. A los ricos, como siempre, sólo les quedarán los mercenarios, dispuestos a defenderlos.
En los años 70 estaban los mercenarios Videla, Pinochet y muchos más, para defender a los ricos y sus propiedades. Hoy los militares se han aprovechado de los regímenes democráticos para enriquecerse, (durante la dictadura lo hacían sin obstáculo alguno), pero actualmente no tienen el espacio ni las condiciones para tomarse el poder, y aunque sea muy buena la cárcel de Punta Peuco, no quieren volver a ella.
Ya más o menos se sabe cuánto se ha traspasado la devaluación a precios de los artículos, sobre todo, de la alimentación. Se calcula que la carne subirá un 18% por kilo, pero quizás importe poco porque los argentinos hace tiempo que no consumen un rico bife de chorizo, o bien, una milanesa.
La jubilación alcanza sólo para cubrir los gastos de la primera semana del mes. Demagógicamente, Macri ofreció $1.200 para septiembre y diciembre a los “cabecitas negras”. A lo mejor, la solución no gradualista sería matarlos a los pensionados que, por desgracia, hoy viven demasiados años. Del 40% de pobres argentinos no hay que preocuparse, pues están acostumbrados a que el rico recibe pan y el pobre, mierda, mierda.
La única medida del gobierno que podría revestir alguna importancia es la retención de 4 pesos por dólar para las exportaciones, especialmente las provenientes del campo. Con el alza desmesurada del dólar – podría llegar a $70- este impuesto se licuaría fácilmente, sin ninguna pérdida para los exportadores.
La promesa de reducción del Estado sólo llevará a aumentar el número de cesantes – ya suma el 40% -; de siete trabajadores, seis de ellos son funcionarios del Estado en las provincias y en la capital federal. Convertir los ministerios en secretarías sólo sirve para humillar al ministro respectivo, transformado en secretario, pues igual habrá que pagar a los funcionarios, llámense ministerios o secretarías.
Dicen que el ocio es la madre de todos los vicios, lo cual constituye una verdadera estupidez, pues sin ocio no existiría la filosofía, las ciencias, las artes, la literatura…, pero es cierto que un país con mucho desempleo, es el caldo de caldo de cultivo para preparar una rebelión popular.
Tal como va la situación y el manejo de la economía, es posible que para octubre de 2019, argentina podría devenir como Venezuela en la actualidad, con las góndolas vacías, con la sola diferencia de que los venezolanos no tengan la harina para la arepa y los argentinos, para la preparación de los tallarines.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
04/09/2018