(A Víctor Pey, el mejor regalo que nos trajo el Winnipeg)
El estilo de Trump, que tiene el eslogan “América Primero”, lo cumple a cabalidad: se trata de agredir comercialmente tanto a amigos como a enemigos sin ningún distingo; entre los primeros, Canadá, su vecino, que lo ha acompañado en dos guerras mundiales y en casi todas las invasiones que ha llevado a cabo; le sigue México y, posteriormente, la Unión Europea; entre los enemigos, Irán, Corea del Norte, China y Rusia.
La estrategia de Trump, tomada del mundo empresarial, consiste en atacar comercialmente para ablandar a amigos y enemigos para, luego, pactar con ellos y en las mejores condiciones. Así ocurrió con el jerarca de Corea del Norte, Kim Jong Un, a quien al final Trump lo consideró como “su alma gemela”.
El Presidente chino tiene un estilo muy distinto para tratar de dominar el mundo: le interesa acercarse a los continentes, países y empresas en crisis, ojalá en cesación de pagos. Los chinos compran la mayor variedad de productos de estos continentes y países y, a diferencia de los yanquis, no le interesa invadirlos, mucho menos ocuparlos; no parecen imperialistas, sino amigos sutiles.
China, hoy por hoy, está centrada en apoyar gobiernos en África y en América Latina, fundamentalmente, sobre todo a aquellos que tienen más problemas económicos, (en el caso de nuestro continente, Nicaragua, Venezuela y, ahora, Argentina (incluso en Chile, China ocupa el lugar de primer comprador de cobre).
Personalmente, creía que la cesación de pagos en Argentina iba a llegar más tarde, pero los acontecimientos se están precipitando, especialmente con masivas marchas de estudiantes, en la Plaza de Mayo, quienes exigen una pronta reforma educacional. Cada día el gobierno de Mauricio Macri tiene más similitudes con el de Fernando de la Rúa, y el helicóptero está pronto a despegar.
En Argentina, los productos suben de precio cada hora: los comerciantes se abstienen de colocar su valor, y en este país – al igual que en Mozambique en su época – predomina el trueque sobre el de la compra-venta, pues el peso vale igual que metical, es decir, no tiene casi valor; cuando me desempeñaba como cooperante en la Universidad Eduardo Mondlane, en Maputo, por primera vez en mi vida acumulaba varios cientos de meticais, que sólo me servían para comprar curry y arroz, pues para disfrutar de un chocolate había que disponer de dólares.
Con la mayoría de los empresarios de la construcción, declarados imputados arrepentidos, el mejor camino es vender estas empresas argentinas a los chinos que bien están dispuestos a adquirirlas, a precio de huevo (incluso, no sería mala idea de ceder un pequeño terrero de la Patagonia a nuestro Presidente que, aunque muy avaro, podría pagarlo bien).
América Latina se está convirtiendo en el “pato de la boda” de esta lucha entre ambos tiranos – Trump y Xi Jinping -: millones de personas se ven obligadas a abandonar sus países de origen, convirtiéndose en una tragedia humanitaria. La guerra comercial ha incidido en la devaluación de las distintas monedas nacionales, especialmente en Argentina, en donde el peso se ha devaluado en un 100%, (de 18 pesos en enero de 2018, a 42 al día de hoy)
El mundo bipolar – Rusia-Estados Unidos – pasó a unipolar – Estados Unidos y, actualmente, a tripular – Estados Unidos-Rusia-China. A lo mejor, en algunos años más, el dólar será reemplazado por las respectivas monedas nacionales, pero de todas maneras, el real, el peso chileno, el sol, el colón…, tendrán muy poca importancia en el concierto internacional, y sólo seguiremos siendo exportadores de materias primas, que serían pagadas en dólares, euros, rublos
Los Presidentes del Cono Sur, que tienen el litio – el oro blanco del siglo XXI – no sólo lo regalan a empresas extranjeras, y en Chile, a SOQUIMICH, ostentan el récord de “vende patrias”, tal cual lo hiciera en Chile el traidor Domingo Santa maría quien, al menos, cobró a los sinvergüenzas de la “pérfida Albión” un impuesto del 50% por tonelada.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
31/08/2018