Por encima de las diferencias políticas, de tradiciones y sensibilidades, las izquierdas institucionales deben ser capaces de dar combates comunes y tenderse puentes sobre puntos cruciales. Para esta tarea se necesitan todas las fuerzas democráticas y progresistas. Con el objetivo primordial y pragmático de hacer frente a la ofensiva neoliberal y conservadora de Piñera y la oligarquía empresarial.
Siempre es posible hacerlo. El imprevisto del acontecimiento en la historia así lo condiciona. La ocasión se da. Como ahora.
Si cuando estuvieron en el poder con Bachelet, esas “izquierdas” institucionales no aprovecharon la ocasión para desde el Estado hacer lo prometido y lo esperado hoy, desde la lógica de la oposición parlamentaria, pueden recapacitar y actuar de manera a defender los intereses ciudadanos y populares. Y en el camino de la acción unitaria, golpear juntas con el Frente Amplio en algunos puntos, y marchar separadas en otros. Algunos DC lo han hecho de manera consciente.
Esta unidad en la acción para debilitar el poder neoliberal es la base de la sabiduría táctica con miras a acumular fuerzas estratégicas en un futuro donde las opciones antineoliberales y democráticas deben imponerse y ser representadas más tarde por una candidatura de esas fuerzas junto con las feministas, ecologistas, y trabajadoras. Con perspectiva de construcción de bienes y solidaridades comunes. Siempre se pudo y se podrá.
Estamos hablando de las izquierdas que actúan dentro de la institucionalidad de las democracias liberales y representativas. Los movimientos sociales tienen su propia lógica y ritmo; y se articulan y convergen a su manera, por fuera y en territorios y espacios sociales.
Jeremy Corbyn logró levantar esa opción en el laborismo inglés y Bernie Sanders en el Partido Demócrata de EE.UU. Ambos nada menos que en las entrañas del neoliberalismo anglosajón. Mélenchon hizo y hace lo suyo en Francia, y Podemos y la izquierda ex PC española lo siguen intentando.
Hay que comenzar por pararle la mano a Piñera dice el sentido común. De lo contrario el Gobierno y las fuerzas neoliberales seguirán manteniendo, consolidando y profundizando los objetivos propios del capitalismo neoliberal, a la salvaje. El único horizonte que ofrecen es la fuite en avant con cabeza gacha, torpeza y mucha retórica chueca.
Es decir que las derechas trabajan por destruir el vínculo social de lo común; discurseando sobre el egoísmo calculador y promoviendo la corrupción o captura de la política por el capital empresarial (trampa en la que cayeron muchas izquierdas institucionales latinoamericanas). Lo hemos visto en esa incontinencia verbal que las caracteriza. En la desigualdad que avanza en Chile. Con las leyes propuestas (algunas ya aprobadas con el concurso de la DC) por el Gobierno que favorecen a los empresarios en detrimento de los trabajadores jóvenes y menos jóvenes. Con el estatuto laboral y con el salario mínimo por ejemplo.
La tarea del combate unitario (o de la “perspectiva común”) no implica desconocer la práctica pasada de los partidos de la Nueva Mayoría como el Comunista, el Socialista, el PPD y la Democracia Cristiana. Cabe tenerlo presente. Partir por constatar que el Gobierno de Bachelet desperdició momentos y oportunidades para implementar los cambios prometidos a la ciudadanía. Que no lo hicieron porque la mayoría de los cuadros tecnócratas bacheletistas (Eyzaguirre, Valdés, PPDés) funcionaron en los marcos conceptuales y técnicos del neoliberalismo y del orden represivo (Aleuy, PS).
Fue la nula voluntad de cambios que les pasó la cuenta a los bacheletistas. La falta de una perspectiva de defensa de los derechos sociales y colectivos. Tanto en pensiones, educación, salud, salario mínimo, legislación laboral, no sólo fueron timoratos sino que adoptaron siempre leyes y medidas que se acomodaban con el neoliberalismo existente y el poder empresarial (la Reforma Tributaria cocinada de Arenas, PS) Fue la razón por la que fueron derrotados en la segunda vuelta con Guillier. Defraudaron. Un pasado que se resume en hacer cambios para conservar.
Sin embargo, hoy puede ser diferente; la acusación parlamentaria a tres jueces supremos demuestra que es posible formar un bloque de oposición antineoliberal sobre puntos claros que ayuden a crear consciencia política ciudadana para mañana. Hay que evaluarlo y optar por esta solución. Así como crear un bloque férreo para impedir que se apruebe la reforma tributaria neoliberal de Piñera: un verdadero paquete de regalo a los grandes empresarios y a los más ricos.
Esto implica ir levantando una reforma tributaria progresiva que aumente los impuestos a las ganancias de las grandes empresas (nacionales y extranjeras), a la banca y a los ingresos de los súper ricos, que impida la evasión y elusión tributaria; que rebaje el IVA de los productos de primera necesidad de consumo diario y popular, que aumente el IVA a los productos de lujo y que imponga un alza al impuesto a la herencia de las grandes fortunas. Que plantee nacionalizaciones (cobre, litio) y grandes obras públicas como el metro Santiago Viña del Mar.
La razón de ser de las izquierdas es la constitución de una potencia colectiva. Mejor aún: de una potencia colectiva de las mayorías asalariadas. De una fuerza común que puede surgir del conjunto de las clases populares ciudadanas. Y atraer a sectores demócratas a tal proyecto.
Porque las izquierdas, si quieren llamarse así deben tener el sentido de la realidad con cable a tierra. Pues el combate o perspectiva de la que hablamos se inscribe en el cotidiano de las sociedades a mal traer y en el entramado de relaciones de fuerza y poder que la mayoría de los discursos políticos ocultan hasta que las decisiones de los poderosos y dominantes se dibujan claramente al final del día. Como ha sido el caso con este Gobierno de Piñera. Con su ataque premeditado a la Memoria, a la cultura de los Derechos Humanos y a la decencia, cuya defensa tiene representación en la actitud digna de Carmen Frei. Es el proyecto de Igualdad social y el de la democracia como modo de vida común compartido por una amplia galaxia política el que las fuerzas neoliberales lideradas por Piñera quieren hoy destruir.
Escrito por Leopoldo Lavín Mujica