Resulta un contrasentido que la lengua gnabere de la etnia Ngabe Buglé se elevara censuradora dentro de la sede en Washington del Ministerio de Colonias, como peyorativamente se conoce la Organización de Estados Americanos (OEA).
La protagonista fue Rosa Iveth Montezuma, una indígena panameña de 25 años, a quien la frivolidad de un concurso de belleza la colocó en el centro de atención mediática, que ella aprovecha para denunciar la discriminación de los pueblos originarios del continente y en particular el suyo, que habita principalmente en el occidente panameño.
Aunque la OEA intentó llevar 'formalmente' el tema indígena para un supuesto apoyo institucional a esas grandes masas marginadas al menos el día de su celebración, el funcionario presente más importante en el acto fue el subsecretario de la organización, Néstor Méndez.
Mientras, la figura principal del ente, Luis Almagro, muy ocupado en derrocar gobiernos regionales molestos a los intereses de Estados Unidos, se limitó a una declaración a distancia, donde señaló que 'hemos avanzado en la protección y el reconocimiento de los derechos de estos pueblos'.
Tal vez debe estar lamentando la invitación a una beldad del Istmo, a quien intentan identificar por su éxito de ser la primera indígena en ganar el certamen femenino de belleza para competir en la organización Miss Universo, sin profundizar en el pensamiento y verbo de la ponente que, como reafirmación cultural, vistió una nagua tradicional.
'Es inaceptable que después de tantos años de lucha de los pueblos indígenas americanos, aún existan carencias que no estén presentes en los estándares mínimos de la supervivencia, preparación, dignidad y bienestar en nuestros pueblos', dijo con voz dulce, pero firme, la Señorita Panamá 2018.
Sin proponérselo, fue una velada respuesta a la opinión de Almagro y sus tintes politiqueros, quien como 'logro' solo pudo hablar de un documento que la OEA aprobó tras 17 años de debate, sumado a una semana de celebraciones y análisis de la problemática indígena que este año instauraron.
'Términos como igualdad de género, desarrollo sostenible, empoderamiento e inclusión social son efímeros en nuestro día a día, por lo que es necesario establecer programas y proyectos que busquen erradicar las desventajas de estas poblaciones', señaló Montezuma en ese foro sobre los Pueblos Indígenas.
La joven, sin abandonar sus delicados ademanes, hizo fuertes denuncias sobre la realidad de su discriminada etnia, habló a nombre de las mujeres panameñas y dijo llevar a ese auditorio 'la voz de mi país y de mi pueblo indígena, una voz a la que le ha sido difícil llegar a estos escenarios internacionales'.
Y al enmarcar el tema de género, señaló que las mujeres 'hemos estado marginadas desde nuestra cultura y desde nuestros países', y agregó que los Gobiernos y los Estados tienen 'una deuda social histórica con nuestros pueblos originarios'.
Con rebeldía tras la ternura de su delicada imagen, Montezuma le 'aguó la fiesta' a la OEA, porque desde las primeras palabras en su lengua natal, pronunció un discurso de alcance continental, al tiempo que denunció la segregación de las etnias, con la sinceridad de quien la sufre.
En la introducción se dirigió a las comunidades indígenas de 'Abya Yala', como llamaron los ancestros del pueblo Kuna a la actual América, una reivindicación del continente poblado por múltiples culturas antes de la llegada de los europeos.
Y el intento de la OEA de invitar a la ganadora panameña de belleza como un guiño al dueño de la organización Miss Universo, el magnate presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, zozobró con las expresiones públicas de la candidata, quien la única propaganda que hizo al concurso fue la banda sobre sus atuendos tradicionales.
'Mi presencia en este recinto obedece al reto de inclusión y diversidad, que enfrentan muchos países, en especial aquellos con presencia de pueblos indígenas que durante años han sido discriminados y destinados al racismo', explicó.
Y la muchacha reveló al auditorio que su victoria en el certamen de belleza le permitirá llevar 'mi bandera, mis costumbres e idiosincrasia cultural al Miss Universo 2018 y protegeré así mi esencia indígena y campesina'.
La OEA ofreció tribuna a una reina de belleza para coquetear con Trump, pero sus palabras incómodas les echó por tierra las pretensiones de exhibirla como un adorno más del salón. El tiro salió por la culata.