Noviembre 23, 2024

Fernando Villegas, el fantoche

En el mes de febrero del año 2003, en el diario Las Últimas Noticias Fernando Villegas amenazó con sacarle personalmente la cresta al homosexual que osara insultarlo.  Poco días después de esa entrevista, en la que se declaró homofóbico sin tapujos,  una delegación de homosexuales fue a verlo a su casa para que repitiera enfrente de ellos lo que había dicho.  

 

 

Se deshizo en explicaciones. Se deshizo en disculpas. Pidió perdón. Se cagó de miedo. Y dejó en evidencia su conducta cobarde, cuyas bravatas solo las emplea desde lejos y sus amenazas son solo para dar la impresión de gallo de pelea que no es.

 

Triste papel de falsario.

 

Ha resucitado ese lejano evento por las tardías denuncias de groserías y prepotencias a las que sometió a trabajadoras que tuvieron la desgracia de cruzarse en el camino de ese pretendido intelectual. Y, de paso, ha dejado en evidencia la cobardía de muchos que pudieron denunciar antes sus abusos, groserías y tratos denigrantes.

 

El pretendido sociólogo ha escalado en los medios de comunicación afirmado en un cierto desparpajo de traza insolente para lucir una supuesta rigurosidad de sus conocimientos y decires que no pasan de ser libretos para los que se prepara superficialmente. No se le conoce alguna publicación digna de encomio, ni una obra de mérito.

 

Este prepotente descubrió hace rato que en un país en el que falta un pensamiento crítico que interpele las enormes y graves contradicciones de esta sociedad construida a partir del retiro programado de los  militares, basta una cierta soltura de cuerpo y frases hechas para hacer como si supiera mucho. Y, por cierto, amigos en medios de comunicación.

 

Y solo queda el desparpajo puesto en escena con visos de cosa interesante que no pasa de la cosa ramplona y de mal gusto.

 

Villegas no pasa de ser un tonto pillo. Como lo definiría el lenguaje de la calle, un gil avivado más como los que pululan a la siga de ser famosos no importa montados en qué o debajo de quién.

 

Villegas sabe que en este país se celebra al prepotente porque la cultura represiva que dejó por herencia la dictadura aún permite al chungo confundir la grosería con la rudeza, la valentía con la crueldad y la inteligencia con la especulación.

 

Vea no más su grosera, destemplada y  cruel referencia al Caso Quemados en presencia de una de las víctimas, Carmen Gloria Quintana, en el programa de televisión en el cual se le permitían sus improperios y falsedades.

 

Sujetos como este demuestran lo bajo que ha caído el país en esta larga pos dictadura vendida con el ropaje falso de la restauración democrática. Y demuestra, además, la deuda de los intelectuales honestos a los que les cuesta contradecir a sujetos rastreros y miserables como el pretendido panelista.

 

Y ha hecho una falta una izquierda que ponga las cosas en su lugar y a los travestidos de compañeros en el rincón de los poseros y oportunistas y a los fantoches capaces de justificar aberraciones, en la sentina de la historia.

 

Pero una izquierda nacida desde los trabajadores y no de las comparsas, que le pierda el miedo al ridículo y a la orfandad. Que se proponga recuperar la confianza en el pueblo llano, en el trabajador abusado, en el poblador marginado y en la gente allendista que se ha mantenido fiel al legado de consecuencia y honestidad del presidente mártir.

 

Hace falta la irrupción de ideas que seduzcan y enamoren. Ya nos sobran marchas, caminatas, giros y desfiles que no sirven sino para cambiar el sentido del tránsito.

 

Ha quedado el terreno demasiado libre para que sujetos oprobiosos sin una miserable idea trascendente se dé el gusto de ofender, calumniar, abusar, maltratar al que se le ocurra. Peor aún, detrás de frases hechas, palabrotas destempladas, y gárgaras con supuestos tintes de una inteligencia que no es.

 

Chile es un país azotado por la traición y por los espejismos que se venden en el envoltorio de lo democrático que no es sino un cúmulo de estertores dictatoriales que sobreviven con bastante buena salud. Un buen ícono de toda esa mierda es el fantoche Villegas.

 

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