Noviembre 24, 2024

La Fuga de Logan, o ‘disparen contra la tercera edad”

“La fuga de Logan”, o “Fuga en el siglo 23”, fue una película de ciencia ficción filmada el año 1976, cuyo argumento se anticipó, en cierta medida, a lo que algunas autoridades y empresas realizan actualmente en contra de la dignidad e intereses de quienes se encuentran (mal) viviendo la tercera edad.

 

 

En esa película (no olvide que era pura ficción) la autoridad pertinente obligaba a los habitantes a pasar por una prueba que resultaba mortal en todos los casos. Al cumplir los treinta años de edad, la persona debía someterse a un proceso que -según promovía la autoridad totalitaria-  podía convertirla en joven nuevamente, renacer a plenitud… o morir, cuestión esta última que era el verdadero final del proceso en cuestión. El asunto central entonces era que a los mayores de treinta años se les consideraba “viejos”  y su eliminación constituía la mejor forma de control poblacional. 

Podrá decirse que ese film era estúpidamente ficticio, algo así como una peliculita de matiné, sin embargo, en pleno siglo veintiuno (dos siglos antes que el argumento del film comentado), los analistas del Fondo Monetario Internacional (FMI), dirigidos por la batuta de la inmisericorde Christine Lagarde,  lanzaron el año 2012 un documento referido al  “costo del envejecimiento”, en el cual –con una crudeza rayana en lo inhumano-  proponían, entre otras medidas, recortar las prestaciones y retrasar la edad de jubilación ante "el riesgo de que la gente viva más de lo esperado".

En la antigua Esparta (época de la Grecia clásica), así como en Rapa Nui y en muchas culturas de América, África y Asia, previamente a las invasiones de delincuentes llegados de Inglaterra, Portugal, España, Francia, Bélgica, Holanda, Italia y Alemania, los gerontes, los viejos, no sólo eran considerados sabios sino, además, se les consultaba antes de poner en ejecución una ley o un evento considerado importante por y para la comunidad local. Eso ya no es así. 

Se supone (y sólo ‘se supone’, al menos en Chile) que la tercera edad es una época de descanso y de divertimento para las personas que han trabajado durante una enjundiosa existencia. Más de cuarenta años doblando la espalda y explotado el ‘cacumen’ en beneficio personal y del país no es poca cosa, pues en el asunto que nos convoca se trata de cuatro o más décadas aportando a las arcas fiscales el pago de impuestos que, en el caso de los trabajadores apatronados, nunca falló un sólo mes; y si falló, nunca fue ello responsabilidad del trabajador, sino del empleador que se hizo ‘el de las chacras’ con esa obligación tributaria (aunque la ley neoliberal generalmente exculpa a este último y le permite continuar expoliando a voluntad, como muy bien hemos comprobado recientemente en Chile).

La fiera del FMI, Christine Lagarde, sabe que tiene en nuestro país fanáticos talibanes del neoliberalismo salvaje que le aplauden e imitan. Algunos de ellos se encuentran incluso en las esferas de gobierno; así es, a menos que según usted Felipe Larraín no forme parte del mismo (del gobierno, me refiero).

“La gente está viviendo demasiado”, pareciera ser la queja de los predadores dueños de AFP’s, que jamás hastiados ni hartos de engordar con dinero ajeno, ven con ojos lastimeros la posibilidad de contar con faltriqueras menos obesas los próximos años, y por ello ya están lanzando susurros (pronto podrían ser gritos) a dos de los poderes del estado, ejecutivo y legislativo, en orden a conseguir que estos aviven el seso y salgan en su defensa… o mejor dicho, en defensa de sus dineros, lo que debe leerse sin ambages como un nuevo atentado contra la tercera edad ya empobrecida a causa de jubilaciones ‘africanas’ que les otorga el tan publicitado sistema de administración de fondos de pensiones. 

En las actividades propias del sistema bancario, los adultos mayores sufren lo indecible, pues si tienen más de 65 años de edad experimentarán el rechazo de los ejecutivos de cuentas y de las gerencias de esas entidades, quienes les negarán cualquier posibilidad de créditos o de préstamos. Es tan real esto, que el propio presidente Sebastián Piñera anunció medidas apara terminar con estas discriminaciones paridas por los bancos. “Me ha sorprendido que a muchos adultos mayores  se les cierren, les corten, les terminen los servicios bancarios por el simple hecho de llegar a una determinada edad”, dijo al presentar el “Consejo Ciudadano de Personas Mayores” en un acto oficial en La Moneda, subrayando que los adultos mayores representan el 14% de la clientela de un sistema bancario que los ningunea y rechaza a la hora de acordar contratos de créditos o de préstamos.

Pero, no muere allí este asunto, pues aún hay más atentados ‘oficiales’ contra quienes han tenido la audacia y el aguante de superar las seis décadas de vida, ya que los notarios (esos entes burocráticos que cumplen funciones en exclusivo beneficio de sus propias cuentas bancarias), también se han unido al coro de los terroristas de la expoliación, puesto que por sí y ante sí –lo que significa que no media ley alguna que respalde su decisión respecto de lo que es un atentado abierto a la dignidad de los actuales ‘gerontes’ chilenos- exigen ahora –nada menos- un certificado médico de buena salud mental a las personas mayores de 70 años de edad si estas desean realizar una transacción comercial con sus propios bienes muebles e inmuebles. ¿Qué tal?

No obstante, esas impetraciones burocráticas e indignantes no les son exigidas a determinados politicastros cuyas edades superan no ya los 70 sino los 80 años, como es el caso del inefable fresco de cutis Andrés Zaldívar, el que continúa muy campante y orondo mamando de la teta fiscal en el Congreso Nacional y, además, decidiendo qué es procedente legalmente y qué no lo es. ¿Usted, amigo lector, entiende esto?   Y si lo entiende, ¿lo acepta? ¿No le exige un certificado médico de buena salud mental?

Hay una pregunta que a muchos escuece el alma. Los notarios (vagonetas cobijados por el establishment político que se enriquecen firmando lo que no leen ni analizan) y los gerentes de bancos, ¿pondrían trabas  inventadas por ellos mismos a ‘ancianitos’ con apellidos Luksic, Paulman, Claro, Ibáñez, Angelini, Kreutzberger, Bachelet, Piñera, Larraín, Zaldívar, Lagos? No se necesita  respuesta… la realidad lo ha hecho. Entonces, no se trata de la edad ni de la profesión ni de la actividad ni de la “limpieza de antecedentes comerciales”, simplemente se trata de la cantidad de dinero y de poder que la persona tenga.

¿Todo eso es parte de la democracia?  Claro que lo es…  de ‘esta’ democracia protegida, castrada y clasista que usted, yo y los demás hemos santificado con  nuestro sufragio en todas y cada una de las elecciones habidas en los últimos veinte años. 

 

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