Signo cultural de los tiempos presentes. Uno de los bastiones de la opresión de la mujer durante siglos es atravesada por la ignominia y se cae con estrépito en Chile. Salpica a toda la derecha ultraconservadora chilena que la instrumentalizaba como baluarte y espolón de combate en la defensa de los privilegios masculinos y de clase dominante y reaccionaria.
Las exitosas movilizaciones feministas lo confirman. Al mismo tiempo que la debacle de la Iglesia chilena se consuma, puesto que su jerarquía está por los suelos y ha perdido toda dignidad de la función por su implicancia directa en abusos o por encubrimiento de crímenes de carácter sexual, un potente movimiento social de mujeres se desarrolla contra las opresiones específicas por ellas vividas.
La onda de choque entró por la Via Ottaviano hasta el mismísimo poder sacro que representa el viejo Vaticano conocido por sus seculares intrigas en torno al poder, sus notables casos de corrupción mafiosa por el dinero y por los recurrentes escándalos en torno a la pulsión libidinosa reprimida por los votos de castidad de los vicarios de Dios. El Papa jesuita Bergoglio, obligado por algunos cardenales, después de hacer caso omiso de la amplitud del problema, debió enviar a Chile funcionarios de confianza para intentar resolver la crisis.
La vieja institución papal se resiente aún más en medio de un desencantamiento del mundo y del auge de la mercancía y del individualismo en un contexto de expresiones mórbidas de la crisis del capitalismo tardío. Desencantamiento aparente, porque Latinoamérica vive un avance arrollador del neo-evangelismo de las sectas religiosas en Brasil, México, Paraguay y Chile.
Y no hay santo por hacer ni procesión que vaya a salvar a la Católica y Romana de su propio infierno. Ya sucedió. En algunas ciudades del mundo occidental las iglesias católicas en desuso son convertidas en confortables departamentos por promotores de condominios. Pero los mormones siguen en expansión con sus lujosos templos. El de las afueras de París es impresionante. En Salt Lake City, el Vaticano, mormón, los fondos son cuantiosos y las redes financieras poderosas.
En Chile las iglesias neo-evangelistas que compiten con la Católica en el mercado de las religiones tienen representación política gracias a las fortunas amasadas con el consentimiento del Estado. Aquéllas defienden posiciones de discriminación de género, son conservadoras, anti derecho a decidir y homofóbicas; como el pechoño J.A. Kast.
En Chile, los resabios de la ideología patriarcal promovida por la Iglesia Católica, han sido persistentes en las ciencias sociales debido a los privilegios masculinos. Una cierta elite intelectual masculina de todos los pelajes y colores ha ignorado el feminismo como fenómeno social y también político. Por eso mismo se les vinieron encima las movilizaciones. La elite “pensadora” no tiene los marcos intelectuales y conceptuales para entenderlas.
Retraso del conocimiento ante la porfiada realidad de los hechos. Y sin embargo hacía tiempo ya que Axel Honneth, el sociólogo alemán continuador de J. Habermas, había teorizado la sociedad de la posguerra a partir de las luchas por el reconocimiento de sectores sociales dañados por el poder económico, cultural y social. Para qué hablar de las teóricas feministas que como Nancy Fraser polemizaron con éste. Y no sólo acerca del carácter cultural de las luchas sino también de la necesidad de que éstas sean antineoliberales y se proyecten hacia los cambios constitucionales. Carlos Peña, rector de la UDP, no se maneja en el tema. Habla de “lo femenino” como si se tratara “del eterno femenino” a lo Coco Chanel. Pontifica como siempre fuera del tiesto.
Dato aparte. Fue Honneth quien popularizó los conceptos de “integración social” e “inclusión” que hoy son parte del léxico piñerista, pero … para embolinar la perdiz.
En el caso de las mujeres, el feminismo es la puesta en ideas y en la acción de ese daño secular con miras a la transformación social. De la lucha por la emancipación contra las opresiones actuales. Por el derecho a decidir entre otras cosas.
Pero en el marco de este movimiento y dentro del feminismo vemos venir posturas oportunistas de la vieja política, que con la ayuda mediática quieren reposicionarse en el contexto de la causa. ¡Si hasta a Cecilia Morel, la esposa del magnate presidente Piñera, quieren presentarla como líder de mujeres!
Y para qué hablar de la socialista-concertacionista Bachelet, quien llama “chiquillas” al movimiento feminista. M. Bachelet, la misma que en julio del 2006 en Córdoba, Argentina, Presidenta en aquel entonces en el marco de la cumbre del Mercosur, mientras las trabajadoras chilenas de las salmoneras estaban en huelga para protestar contra sus sueldos miserables y las condiciones de trabajo, no se le ocurría hablar de explotación salarial. Bachelet, junto a su brazo derecho de Hacienda, el neoliberal concertacionista Andrés Velasco, sólo atinaba a hablar de “crecimiento económico”, sin dedicarle ni una sola palabra de solidaridad a las trabajadoras en lucha.
Era en los mismos instantes en que Carlos Vial Larraín (otro más) en una expresión típica de la mentalidad declaraba: “dejen de sacarle la madre a la industria (salmonera)”. Era a los cuestionamientos a la depredación empresarial sin límites que el esperpento reaccionaba. Hoy sabemos a dónde ha llevado esta ‘industria” de la depredación. A una devastación sin límites, con casi millón de salmones sueltos e infectados devorando especies en el litoral austral.
Y por lo mismo, las luchas están vinculadas y las problemáticas del capitalismo tardío y neoliberal también. Unir lo que la ideología neoliberal y el dispositivo mediático tradicional separan, fragmentan y ocultan permite comprender y actuar mejor en el mundo en que vivimos.
Escrito por Leopoldo Lavín Mujica