Cada semana en los medios de comunicación aparece algún personaje tratando de invalidar algo que denominan “ideología de género”. Esta contradicción probablemente jamás la lograré comprender, principalmente porque provienen desde fundamentos ideológicos extremadamente rígidos y con una grave desconexión con la realidad social. El último tiempo he escuchado y leído falaces declaraciones sobre la diversidad sexual emitidas por personas como Carolina Gárate y Marcela Aranda (sin mencionar algunos políticos “desinformados”), que me parecen discriminatorias y violentas. Cada quién puede pensar lo que quiera y sienta, sin embargo, en el ámbito público el peso de las palabras tienen un impacto mucho mayor.
Como profesional de la salud mental me siento con el deber de insistir en que la patologización de la diversidad sexual es una gran mentira. Cuando se habla de “la evidencia” con respecto a la enfermedad que supone pertenecer a cualquier minoría sexual, es una simple mentira, así lo dice la evidencia científica, clínica, experiencial, histórica, evolutiva, etc. Ya basta de falsedades, arguyendo sobre evidencias que desconocen, distorsionan o, de frentón, inventan.
El discurso heteronormado, machista y LGBT-fóbico, como cualquier discurso de odio, proviene de la ignorancia, del fanatismo, de la falta de empatía, del no ver a otro como ser humano, y mucho menos como ser sujeto de derechos. He ahí lo preocupante. Nada más alienante para una persona que se le niegue y vulnere su propia existencia libre.
También es falaz la suposición de que la educación sexual y la educación sobre la diversidad para niños, niñas y adolescentes, desviaría su trayectoria de desarrollo psicosexual y pervertiría su inocencia. Más aún, ésta es pertinente y necesaria debido a que es un período crucial de formación y desarrollo, no sólo en lo físico y lo cognitivo, sino que también en lo moral y lo social. Sólo serán personas más amables, abiertas, humanas, empáticas y conscientes, algo que probablemente escasea por estos días. Por lo demás, podrán ser más libres de vivir y expresarse como lo deseen, alejados de prejuicios y dogmas mutiladores.
Finalmente quiero hacer un llamado a ser más críticos y ser cuestionadores de los discursos ofensivos y violentos; no podemos seguir permitiendo tanta odiosidad. Y a los medios de comunicación, les digo que no pueden ser plataformas donde se valide el discurso de odio en virtud de ganar de audiencia, sino que deben asumir su responsabilidad de ser motor y vitrina de los progresos sociales. Hay personas que por ser “diferentes” a lo deseable (el ideal heterosexual), viviendo en una sociedad discriminadora como la nuestra, sufren en niveles que probablemente sean difíciles de comprender. No más, ha sido suficiente.
Dr. Tomás Serón Díaz
Residente de Psiquiatría
Universidad de Chile