Si usted amable lector no está enterado, el Consejo Asesor de Inteligencia (CAI) que por momentos se llamó Consejo Nacional de Inteligencia (CNI) terminó por recibir la bendición del presidente. Él mismo en un rapto de inspiración poética, mientras recordaba a su amigo Nicanor Parra, zanjó el entuerto y anunció: “El recién nacido se va a llamar CAI y yo por ser el papá, así lo ordeno”. Nada de consultar a nadie. No faltará el chusco, que orondo argumentará que habría sido mejor ponerle CAÍN.
Es decir, Consejo Asesor de Inteligencia Nacional, de acuerdo a su labor. Nombre sacado de la Biblia, fuente inagotable de inspiración, donde beben los creyentes y sobre todo, los agnósticos. Darle vida a esta institución señera, destinada a amedrentar y meterse hasta en las sopas y en el lecho de cualquiera, no parecía un tema menor. Embrollo que le quitaba el sueño a la policía, a los ministros y a quienes vestidos de bufones y babero al cuello, aconsejan al jefe. Nadie entiende por qué, si había que buscarle nombre a esta institución, no se consultó a poetas de nuestro país, donde brillan por su creatividad. Jamás se les solicita la opinión, por lo demás inteligente, mientras en otras latitudes se les venera. Ellos tenían que haber sido, por razones obvias o de sapiencia, los encargados de crear siglas que no asusten a nadie y se conviertan algo así como, Unesco, Unicef o CEPAL. Hacer de esta institución amiga del pueblo y venerarla, como si fuese la encargada de mejorar la educación y el salario mínimo. Se ha ofendido a poetas de la talla de Raúl Zurita, Carmen Berenguer y Jaime Hales.
“Mire señor escribidor —me puede endilgar alguien, que desde luego odia la poesía— la idea no es crear un festín con el nombre de esta institución señera, cuya labor es dedicarse al espionaje. Se debe anticipar a los hechos delictuales, subversivos, terroristas y detectar a tiempo las guerrillas. Enterarse cuando va a ser ocupada una universidad por las feministas. Es labor suya husmear y combatir los organismos dedicados a ofender a Chile, dentro y fuera del país”.
A partir de agosto se van a abrir las inscripciones para ingresar a la nueva versión dedicada al espionaje. Esta institución señera en la vida nacional, debe ser remozada. En otros países se sabe el nombre del jefe, lo cual es torpeza. Quien ocupe la jefatura en Chile, debe ser una persona que nadie conozca. Alguien que en las tardes concurra a la Plaza de Armas a darles migas de pan a las palomas, y se dedique a escuchar las quejas de los jubilados. Por ahí puede obtener valiosas informaciones. Se quiere reforzar y remozar el plantel actual de sus miembros, desprestigiado por no haber actuado con la premura del caso, en hechos vinculados en la Araucanía. En la nueva institución, se va a requerir el servicio de espías, informantes, soplones, quinta columnistas, confidentes, sapos y amarillos. Se aceptarán de preferencia quienes usen corbata. Dan deseos de ingresar.