La familia Ortega-Murillo ha terminado destruir los ideales del sandinismo: en su afán de implantar una dinastía en Nicaragua Daniel Ortega eligió el camino de establecer alianzas con los peores enemigos del socialismo – el imperialismo norteamericano, las asociaciones de empresarios y la iglesia del cardenal Obando Bravo < este último personaje que dominó la historia nicaragüense, pasando del somocismo a árbitro de la paz entre los contra y el Frente Sandinista, y partidario fanático del corrupto ex Presidente liberal, Arnoldo Alemán -.
En las elecciones de 1996 el carnal Obando trató a Ortega de víbora, al relacionarlo con la famosa historia de una víbora que estaba muriendo de frío después de haber inoculado el veneno en su vìctima y, estas circunstancias no puede hacer ningún daño, pues el hombre se compadeció y la puso sobre su pecho, acción que le valió la muerte por el veneno inoculado.
Ortega y Obando hicieron las paces, incluso, bendijo su matrimonio con Rosario Murillo; el Presidente lo nombro como el padre de la reconciliación y lo llenó de condecoraciones. (Obando murió a los 92 años, siendo enterrado con honores por parte del gobierno).
Es evidente que al juntar tanto poder y apoyo – capital, imperialismo norteamericano, neoliberalismo y empresariado, el último gobierno de Ortega-Murillo tendría que convertirse en un modelo para Centro América, pero este sueño se derrumbó cuando quiso aminorar el monto de las pensiones y cobrar impuestos a sus amigos, los empresarios. Los estudiantes se rebelaron y solidarizaron con los jubilados.
Nicaragua es un país extremadamente católico: la iglesia – obispos y curos – tienen gran ascendencia sobre este pueblo pobre y creyente. Diego Portales le decía a Mariano Egaña “usted cree en Dios, yo creo en los curas…” Pelear con obispos y curas es el peor error que puede cometer un gobierno, (lo hicieron los republicanos en España en contra de las víboras del clero en la Península en las famosas quemas de iglesias, en mayo de 1931; en México, Plutarco Elías Calles cuando provocó la guerra de los cristeros; La dictadura capitalista soviética no ha hecho más que revivir el fanatismo religioso en los países que dominó, es claro que Putin es un fiel ortodoxo).
En las jerarquías católicas, como en todas las instituciones, hay gente honesta y también mafiosa, (en Chile, por ejemplo, los obispos que siguieron en el apostolado de Silva Henríquez fueron fundamentales en la defensa de los derechos humanos durante la dictadura de Augusto Pinochet, pero la mayoría de los actuales miembros de la Conferencia Episcopal chilena son encubridores de pedófilos, y sòlo se aman a sì mismos y poco les importa el pobre de Nazaret).
En Nicaragua los obispos y sacerdotes han tenido que habilitar sus iglesias para acoger a los perseguidos por la policía y las bandas de fanáticos encapuchados, pero estas acciones les ha costado caro, pues han sido perseguidos: en Dirima resultó herido el obispo auxiliar de Managua, Silvio Báez, y en Carazo, también fueron atropellados algunos obispos y sacerdotes. La caravana, encabezada por el Nuncio y el Cardenal pudo detener, por algunas horas, las matanzas en Masaya.
La jerarquía eclesiástico de ese país dirigió, como testigo y mediadora, un diálogo entre las partes en disputa que, hasta ahora, ha sido infructuoso. Los obispos sólo han logrado que el gobierno invite a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA y a una Comisión de Naciones Unidas.
En el discurso de un nuevo aniversario de la revolución sandinista Ortega acusó a algunos obispos de ser colaboradores del “golpe de Estado”, así como de amparar en sus recintos a grupos armados, propiciando una ruptura con la jerarquía eclesiástica; además, se refirió a los rebeldes como “endemoniados”, que deberían ser exorcizados por los clérigos.
Nada más ridículo que las “guerra santas”: los curas son funestos en la política, y toda teocracia es funesta, sea esta cristiana, musulmana, judía, en Nicaragua, Irán, o Israel, ningún Cardenal u obispo, Ayatola o Rabino; el Estado siempre debe ser laico, ni Cristo Rey, ni Mahoma, ni Jehová.
Siempre he odiado el culto a la personalidad: fue muy triste el haber comprobado que muchos buenos comunistas idealistas rindieron culto a su “Tata” Stalin, incluso, poetas como Pablo Neruda; otros, a Mao Tse Tung…Desprecio a todos los dictadores, mandones y mamoncitos, y mi utopía siempre será la igualdad entre los hombres y el fin del Estado, del dinero y de la propiedad. Mi gran discrepancia con el llamado “socialismo del siglo XXI” es que los caudillos quieran perpetuarse en el poder imponiendo en las Constituciones la reelección permanente. (Hay que recordar que, en sus buenos tiempos, el Frente Sandinista fue enemigo de la reelección presidencial, y la revolución mexicana, la única popular y campesina, se inspiró en el anti-reeleccionismo del Presidente de la República, y en el anarquismo de los Flóres Magon, y sobre todo, en Emiliano Zapata, que despreciaba el poder.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)