Hirsutas cejas que casi le tapaban los ojos que, en sus últimos años, sus gruesos anteojos hacían aparecer más grandes e intranquilos, con un dejo de tristeza. Su mirada era penetrante, su rostro que insinuaba algo doloroso; su voz era ronca, su hablar pausado y su actitud muy cauta y a veces, ingenua eran el sello de uno de los filósofos más señeros de Chile como fue Jorge Millas Jiménez (1917-1982).
Por ello, María Elena Hurtado junto con Ediciones Universidad Austral de Chile (UACH) ha publicado el libro “Jorge Millas: La Alegría de Pensar. Una biografía”.
Lo anterior, en el contexto de rescatar para las nuevas generaciones el pensamiento de autoras y autores ligados a esta Universidad y cuyas obras han sido un aporte fundamental para el conocimiento y a la herencia cultural de Chile.
Según el portal Memoria Chilena “su obra traspasó la filosofía y también hubo reconocimiento en la poesía y del ensayo, donde su crítica a la cultura de la modernidad y la consecuente reflexión realizada en torno a los grandes problemas sociales, educacionales, éticos y filosóficos de la sociedad chilena contemporánea parecieron constituir temas centrales de su pensamiento. A ello se sumó la preocupación por algunos de los más importantes temas de la filosofía del derecho.
Jorge Millas demostró su vocación intelectual desde muy temprano. Fue un gran lector en su niñez y su vertiente humanista la profundizó de adolescente durante sus años en el Internado Nacional Barros Arana (INBA). Fue allí donde hizo sus primeras lecturas filosóficas, dictó sus primeras conferencias y hasta formó son sus amigos más cercanos un pequeño grupo de reflexión filosófica. La filosofía era lo suyo y esa inquietud lo acompañará toda la vida.
Publicó diez libros de filosofía, dos de poesía y lo que llamó “un divertimento lógico-lingüístico” en el que jugó jocosamente con el personaje de Alicia en el país de maravillas (1985). Dos de sus libros, Idea de la Individualidad (1943), Ensayos sobre la historia espiritual de Occidente (1960) y el ensayo “Las máscaras filosóficas de la violencia” (1975), recibieron premios. También escribió numerosos artículos académicos, en su mayoría relacionados con filosofía, derecho y educación.
Millas creía que el conocimiento expande el horizonte de la acción humana y libra a los hombres de vivir como autómatas y desde su perspectiva, la teoría y la práctica son los dos lados de una misma moneda: pensar hasta el límite de las cosas no puede ser un ejercicio meramente intelectual, sino que debe traducirse en acciones concretas de las que debemos hacernos plenamente responsables.
Nada mejor que la vida del propio Millas para ilustrar su idea de que hay que obrar como hombre de pensamiento y pensar como hombre de acción.
De pensador, escritor y pedagogo, Millas saltó al ruedo para dar abierta y apasionadamente contra los atropellos de la dictadura de Pinochet, cuando los militares intervinieron las universidades, salió como león a denunciar lo que el llamó “la universidad vigilada” o la “universidad cuartel”, como también la llamó.
Millas era retraído y enemigo de la notoriedad pública, pero su convicción profunda de que la actividad intelectual es inseparable de una praxis de servicio, lo impulsó a convertirse en una articulado y fuerte crítico del acontecer político chileno post golpe y, especialmente, de lo que llamó “la universidad vigilada”.
En 1980, mediante una encuesta Jorge Millas fue elegido por un centenar de personalidades chilenas como el individuo más inteligente del país y su elección, se debió en gran parte a la notoriedad que adquirió cuando, quien hasta entonces se había dedicado a enseñar y a escribir, levantó la voz contra los excesos de la dictadura instaurada por el Golpe de Estado de 1973 en Chile
Para el filósofo no tiene que haber sido una elección fácil ya que influenciado por el pensamiento del filósofo español José Ortega y Gasset, del alemán Martin Heidegger y por los devastadores acontecimientos políticos que azotaban a Europa, en las décadas de 1940 y 1950, su concepción de la política quedó sellada bajo el signo del recelo.
Para Millas, el compromiso político no se condecía con la idea de que la libertad de conciencia hace al hombre porque, adherir a una determinada posición política lo eximiría de pensar por sí mismo y de tomar responsabilidades personales.
No comprometerse con un partido específico le dio a Millas, la libertad de emitir juicios independientes y tratar de influir con sus ideas a moros y cristianos.
En el año 1979, la oposición al régimen militar dirigida por el ex presidente Eduardo Frei Montalva logró realizar pequeñas manifestaciones en la vía pública, sin cobertura de televisión y algo de radio. Eso, hasta el 27 de agosto de 1980 a las seis de la tarde, cuando se dio comienzo al acto que pasó a la historia como el “Caupolicanazo”.
Ese día, cinco mil personas llenaron el histórico teatro santiaguino donde, desde inicios de la década del treinta se han realizado eventos artísticos y una que otra manifestación política.
La ceremonia se tituló “Reunión de los Chilenos Libres” y su motivo era decir No a un plebiscito convocado para el 11 de septiembre, con el propósito de aprobar o rechazar una nueva Constitución. El Caupolicanazo, fue la congregación de la oposición más grande desde que comenzara la dictadura militar, casi siete años antes y en ella, Jorge Millas tuvo una participación destacada. Fue su discurso y el de Frei los que hicieron historia y el que lo terminó por transformar “en el guía espiritual de la conciencia libertaria”, como dijera el recordado filósofo Humberto Giannini.
Siendo un gran orador, su discurso dejó una impresión indeleble en algunos de sus oyentes por la claridad de sus ideas, la elegancia de sus palabras y sus impresionantes dotes de expresión.
Enjuto, pequeño, vestido con modestia Millas habló antes de un intervalo musical. Pero sus palabras no fue un simple relleno a la espera del plato fuerte: su figura se agigantó cuando empezó a exponer lo que la revista Hoy, llamó una “clase magistral sobre la democracia”.
Su discurso fue “valiente, tajante, dicho con palabras certeras que parecían golpes como pedradas en el andamiaje del adversario. Fue un “ataque a fondo, admirablemente bien estructurado, contra la idea con la que le gustaba jugar al régimen militar, de una democracia protegida, autoritaria. Por el contrario, era la defensa de una democracia sin adjetivos y cuya fuerza, única, poderosa, provenía del correcto ejercicio de la soberanía popular” y su discurso terminó con una invitación final: decir no, con reflexión y sin ira.
Fue grande el precio que debió pagar Millas por haber sacado la voz en contra de la dictadura militar: fue expulsado de la universidad, donde había encontrado el espacio para pensar, escribir y transmitir a varias generaciones de estudiantes su pensamiento.
A pesar de que, para Millas, los estudiantes y la universidad debían permanecer libres de la política, el tuvo un compromiso con la democracia y nunca dejó de difundirla.
Jorge Millas falleció el 8 de noviembre de 1982 tras quince días de agonía y después de haber estado internado todo un mes en el Instituto de Neurocirugía tras habérsele realizado una operación a raíz de que se le diagnosticara demasiado tarde, un tumor cerebral.
En esta obra publica por Ediciones UACH, retrata al filósofo y muestra su inteligencia excepcional para analizar y opinar sobre los grandes problemas de la vida del hombre y de la sociedad chilena rescatando su punto de vista para que las generaciones de chilenos que no lo conocieron, sigan siendo influenciados por su pensamiento y su actitud su actitud ética frente a la vida.