Cuando Sócrates y Menón llegan a un punto muerto en la discusión respecto a si la Virtud es algo natural o puede ser enseñada y por tanto aprendida, Sócrates desafía a un esclavo imberbe a un ejercicio de geometría. A través de la guía adecuada y las preguntas correctas, el esclavo pudo “encontrar en su alma el conocimiento que siempre tuvo […]” y contestar correctamente: “sólo necesitaba al Maestro que lo ayudara a mirar dentro de sí mismo”. La afamada e incomprendida teoría de la Reminiscencia. En el más socrático de los platones, Sócrates aún no conoce la respuesta que interroga sobre el origen de la Virtud, okidoki, pero nos regala una bonita y profunda lección sobre el valor del Maestro y el potencial del discípulo, por tarado que sea. Asimismo, da una patada inicial a la teoría de las Formas: Justicia, Virtud, Amistad, Amor. Ocupémonos de esto último.
¿Por qué el amor?
La parrilla programática nos tiene acostumbrados a noticias de violencia y caos ciudadano: que el portonazo, que el robo con intimidación y homicidio, que el marido golpeador, que el bandidaje de cuello y corbata. Encima entrena el goce estético de la clase media, cuya catarsis –en el sentido más aristotélico del término– de emociones liberadas se produce a posteriori de las rutinas de Yerko Puchento, justo ahí, después del último resuello de un travestido Daniel Alcaíno y ya con la hermana de la Diva de Chile hablando de las profundas preocupaciones espirituales de las Argandoña. El otro día, en el contexto de una reunión informal con gente culta, me quejé sobre la importancia que le da el sujeto promedio a un humorista de la tele. “Es que él dice las cosas como son, lo que todos pensamos” me gritó una señora. Así, tal cual, sin ninguna mueca. Recórcholis. “Y ésta que se educó en Europa, qué queda para el resto” pensé.
El problema –o los problemas– es que las Formas o Ideas platónicas que de una u otra manera han sostenido el canon filosófico de Occidente por más de dos siglos, ya no son abordadas con la actitud crítica, la rigurosidad y el autoexamen que requieren. Estudiarlas está pasado de moda y vienen envasadas igual que una cajita feliz. Porque el nicho donde debieran enseñarse y discutirse en profundidad y no simplemente anunciarse a fin de rendir bien en la PSU sin entender nada, es la Escuela a nivel básico. Sí, y al estilo de la vieja Academia, el Liceo y el Gimnasio griegos. Elija. En la historia de mi reunión informal la Forma no examinada era la Belleza y su transcripción e implicaciones éticas. Pero ejemplos existen para todas las Formas. Difícilmente un padre que ha “reflexionado críticamente” sobre el Amor en tercero y cuarto medio –que es cuando enchufan el ramo–, podrá transmitir a un niño la importancia de esa Forma. Porque ¿Cómo va a enseñar eso que no sabe qué cosa es? ¿De qué manera criará a un sujeto amoroso si el análisis en la escuela brilla por su ausencia como los lingotes de oro y encima es severamente dañado en la televisión abierta (que la gente mira a través de redes sociales), medios escritos y los dichosos WhatsApp? Entre ignorancia, nulo examen, ideas románticas de tipo Hollywood que no tienen mucho que ver con un estudio acabado de la realidad, la aportación personal a la comprensión de la Forma Amor es y será mínima. Por no decir nula.
La Paliza como método de enseñanza, persuasión y castigo, junto con el Insulto de grueso calibre, constituyen el dualismo más empleado por los adultos que intuyen que deben amar pero que no saben cómo porque no saben lo que es.
Como académico en el área de la Ética he podido comprobar que mis alumnos y alumnas no tienen ideas profundamente examinadas sobre el Amor (y varias otras Formas), especialmente los que provienen de la Educación Pública. Pocos recursos, mala educación, mala infraestructura, mala cabeza. Una ecuación sin incógnita. Si no se ha reflexionado respecto a esa Forma sencillamente se la ignora y se la comprende, erróneamente, a través de cómo es gestionada (así de duro) por las instituciones socialmente válidas: medios de Comunicación, amigos (la Amistad también es una Forma), tuiteo de Boric, el bus de la Libertad, etcétera. De ahí que existan padres y madres que intuyen que hay que amar, que intuyen que el Amor reviste de alguna importancia, pero que simplemente no saben cómo realizarlo y entenderlo porque no saben lo que es ¿Cómo se ama cuando se intuye que se ama, pero sin saber lo que el amor podría ser?
La Paliza como método de enseñanza, persuasión y castigo, junto con el Insulto de grueso calibre, constituyen el dualismo más empleado por los adultos que intuyen que deben amar pero que no saben cómo porque no saben lo que es. De ahí las espeluznantes historias que nos llegan de oídas sobre niños gravemente maltratados o sometidos a infinitos tormentos por haber cometido una mínima equivocación, por haber derramado la leche, sacarse un 3 en historia o haber roto el televisor pagado en cuotas. Ni siquiera hablemos del Sename que representa la cúspide del maltrato infantil producto de un Amor no examinado y que arroja datos que simplemente son el sucio espejo de la realidad nacional. Padres que no saben amar simplemente no pueden criar bien a sus hijos. Porque más allá de la crianza con apego y proveer de cosas materiales a la casa, entender cómo funciona la Forma Amor abre la puerta a una auténtica nueva sociedad: de inmediato surgen la empatía, la solidaridad, la compasión y el respeto hacia el otro como elementos que aparecen a partir de la intuición y la ejecución amorosa. Y encima está la libertad: quien aprende a amar respeta la libertad, porque donde hay amor hay libertad y donde hay libertad está el amor.
En un Estado donde el sistema educativo descuida el análisis y el estudio del Amor estimulando la escasez de actos amorosos no debiera sorprendernos el que los usuarios del metro no “permiten bajar antes de subir”, que la doña del pasaje le casque dos cachetadas al niño porque con sus berrinches le impide vincularse espiritualmente con la tele, que el hombrón de la caja de la Notaría compense su plana y desolada rutina haciendo esperar a la impaciente clientela o que al que le urge una cadera nueva le den hora en la víspera de los próximos Juegos Olímpicos de Invierno en Beijing. Un Estado que enseña y promueve el valor del Amor cimenta el camino de sus ciudadanos. Mientras la discusión sobre Educación no incluya el estudio profundo del Amor en todos los niveles, no esperemos que la epidemia de mujeres y niños maltratados se detenga en el mediano plazo.
Aníbal Venegas