Diciembre 26, 2024

El dilema alemán

El pasado domingo, la canciller alemana, Angela Merkel, logró superar una difícil crisis de gobierno después de que los conservadores bávaros de la Unión Social Cristiana (CSU) le dieran un ultimátum exigiendo a la jefa del Gobierno alemán que endureciera su política migratoria. Lejos de ser una muestra de fortaleza política, la solución temporal a la situación ha puesto sobre la mesa la debilidad de la coalición que preside la canciller —en el poder desde 2005— y las tensiones internas a las que está sometida.

 

Todo apunta a que los dolores de cabeza de la histórica política de la democristiana CDU no han terminado. Hoy mismo el socio progresista en la coalición, el Partido Socialdemócrata (SPD), tiene a su vez que dar el visto bueno a la nueva política migratoria con la que Merkel volvió bajo el brazo de la cumbre europea celebrada la semana pasada en Bruselas. Y no es fácil. El SPD rechaza la creación en territorio alemán de centros de internamiento para inmigrantes indocumentados. Y si emite una negativa tajante, puede reactivar una incertidumbre política que no es buena ni para Alemania ni para Europa.

Los socialdemócratas se enfrentan a un grave dilema que parece no tener ninguna opción buena. Por un lado, si dan el visto bueno al acuerdo al que ha llegado Merkel con la UE, estarán secundado la política migratoria más restrictiva que ha ejercido Alemania desde que comenzó la crisis de los refugiados y que se contradice directamente con los postulados políticos y éticos socialdemócratas. El SPD ya está muy desgastado ante su propio electorado. Este castigó en las pasadas elecciones muy duramente en las urnas a los socialdemócratas por su coalición con Merkel durante la anterior legislatura. La alternativa no es mejor. Si rechaza la propuesta migratoria, puede precipitar la caída del Ejecutivo. Un escenario que a ninguno de los tres socios de Gobierno le interesa pero que vislumbra como favorable la pujante ultraderechista Alternativa por Alemania (AfD), que apuesta por un adelanto electoral.

En este escenario a lo máximo que puede aspirar Merkel es a una paz superficial que cierre en falso las profundas diferencias entre sus socios. La canciller se encuentra atrapada entre un SPD que se ha mostrado como un socio leal a pesar de pagar un alto precio en las urnas y que en política migratoria sigue los postulados históricos de Alemania. En el otro lado se encuentra con una CSU que ha sido contaminada por el discurso populista de una ultraderecha xenófoba en alza y que ante la proximidad de elecciones en su feudo bávaro —que se celebrarán este próximo octubre— ha optado por una estrategia radicalizada que utiliza el lema de Baviera es lo primero.

Puede parecer que la crisis de Gobierno alemana gira en torno a una solución política europea que en realidad es muy difícil de poner en marcha, porque está supeditada a acuerdos con los países de Europa por donde los inmigrantes hacen su entrada en la UE. Italia y Austria son los principales —y casi insalvables— escollos. Pero es mucho más que eso porque Alemania puede marcar la política migratoria de Europa y esta no debería estar a merced de populismos regionales que no ven más allá del corto plazo electoral.

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