Noviembre 15, 2024

La UDI anti pinochetista y el PS feminista

En el mundo de hoy las Declaraciones de Principios de los partidos políticos carecen de sentido, pues se pueda incluir cualquier proposición sin que afecte para nada la política intrínseca de determinado partido: hoy, la política,  la moral y la ética están completamente divorciadas, y lo único que interesa es el poder, su conquista, conservación y acumulación.

 

 

Maquiavelo, pienso, es el único filòsofo-polìtico que aún mantiene vigencia, especialmente, al separar la ética cristiana de la ética  política. La tendencia predominante en la política es el nihilismo y el cinismo: el primero es la negación de toda creencia y toda principio, sea religioso, moral, político o social; el segundo, el rechazo de toda convención social.

Que en Chile, la Unión Demócrata Independiente se declare no pinochetista corresponde a la filosofía hegemónica del nihilismo y del cinismo. Otro tanto con el Partido Socialista que, actualmente, incluye en su Declaración de Principios el feminismo, (¿será oportunismo o verdadera conversión?).

Los tres grandes líderes de la derecha chilena son Jorge Alessandri, Augusto Pinochet y Sebastián Piñera, y el màs revolucionario de ellos fue Augusto Pinochet, y también el que màs tiempo estuvo en el poder. Querer matar al padre podría ser muy freudiano, pero en el caso de la derecha en la hegemonía del nihilismo y del cinismo no tiene ningún sentido, en consecuencia, una derecha humanista, moderna y democrática no tiene ningún sentido en Chile. (La única derecha que existe en Chile es la “cavernaria”, como la definió muy bien Mario Vargas Llosa, que por “metepatas” a lo mejor no lo inviten de nuevo).

No niego que en la derecha existen personas democráticas, incluido el actual Presidente de la República y algunos dirigentes y diputados jóvenes, sin embargo, el etnos de la derecha será dictatorial, ( lo mismo ocurre con el Partido Popular español: son franquistas de corazón, salvo algunos dirigentes y militantes más jóvenes.

Es cierto que en la política anterior a la dictadura de Pinochet existía una relación sana entre la política y la ética: el llegar al poder no era sinónimo de enriquecerse a costa de los pobres y de los dineros del Estado, (la mayoría de los parlamentarios que tuve la oportunidad de conocer eran pobres y honrados, y vivían en casas “Ley Pereira” y, por ejemplo, don Bernardo Leighton se desplazaba a pie por la Alameda, prescindiendo de la guardia y del auto fiscal; otro caso digno de consignar dice relación con que a ningún dirigente de la Unidad Popular, a pesar de las torturas,  se le pudo acusar de haber robado un solo peso del dinero fiscal; también mi padre murió pobre, después de 45 años de parlamentario y, además, habiendo sido el presidente del partido más poderoso de Chile, la Democracia Cristiana.

Es cierto que el socialismo utópico de Charles Fourier planteó que los avances en la dignidad y liberación de la mujer estaban íntimamente relacionados con el socialismo, pero no hay más machistas, en la práctica que los Partidos chilenos Socialista y comunista. Tampoco cabe duda de que los anarquistas fueron los pioneros en la lucha por la liberación de la mujer: “ni Dios, ni patrón, ni marido” que, más tarde, Luis Emilio Recabarren y su mujer animaran los centros laicos feministas “Belén de Sàrraga”, en el Norte de Chile.

En los temas de moral de la moral matrimonial, nada màs parecido a los católicos integristas que los comunistas y socialistas: una mujer que se atreva a romper las reglas estrictas, por ejemplo, de la fidelidad matrimonial es cruelmente marginada por el Partido, (uno de los casos más conocidos es el de Volodia Teiltelbon y su hijo, Claudio Bunster, quien terminó odiando a su padrastro y hasta cambió el apellido por el de su padre, el ex secretario general de la Universidad de Chile).

En los comienzos de la Revolución Rusa existió el amor libre, pero cuando fue traicionada con por los bolcheviques, con Stalin a la cabeza, se impuso una moral rígida. En Cataluña los anarquistas promovían el amor libre, pero se vieron obligados a regularlo ante el reclamo de las madres, pues los milicianos se casaban “sólo por un día”; no pocas veces los “dirigentes” tenían que amonestar al novio recordándole que no era broma y que para divorciarse había que alegar algún motivo.

En el marxismo, el principio de la lucha de clases es mucho más importante que el de género, y siempre ha existido un feminismo burgués y una proletario: no es igual la lucha de Belén de Sàrraga que la de Inés Echeverría Larraín, por ejemplo.

Es cierto que los tiempos han cambiado y para bien o para mal la iglesia católica se ha desprestigiado lo suficiente como para apelar a teoría cavernarias, como el rechazo al aborto, al matrimonio igualitario y  a la eutanasia, y la reivindicación  femenina ha avanzado a pasos agigantados, quizás más en Argentina y España que en el patriarcal Chile. (Recordemos que un personaje que se declara revolucionario como Daniel Ortega, en Nicaragua, mantiene la prisión para las mujeres que deciden abortar).

Según mi opinión, los dictadores que se hacen llamar marxistas son repugnantes, pues el socialismo sin libertad no tiene ningún sentido. No se trata de equiparar dictaduras de izquierda o de derecha, pues el tema de fondo es el nihilismo, que destruye toda relación entre la ética y la política, convirtiendo al Estado en un Botín, siempre listo para ser asaltado por políticos corruptos.

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

29/06/2018

 

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