¿Locos o genios?
Es la interrogante que queda luego de la consumación de un encuentro fugaz en Singapur, pero de alto impacto mediático. Pareciera existir una desproporción entre lo que está en juego, y la nimiedad de los jugadores, Donald Trump y Kim Jong-un. Si alguno de estos dos actores falla, las consecuencias pueden ser catastróficas para la paz mundial.
Genio sería Donald Trump si descubriera que, al fin y al cabo, no vale la pena gastar esfuerzos y dinero en doctrinas militaristas hegemónicas a nivel global, cuando el mundo y las relaciones internacionales se mueven ahora en otros planos, en los cuales la geopolítica excluyente y el empleo de la fuerza deben ceder paso a la geoeconomía de las negociaciones y acuerdos incluyentes de beneficio mutuo. En otras palabras, la saga del sheriff y los bandidos, estaría llegando a su fin.
En este sentido, la disyuntiva mayor para Trump, según algunos analistas, se encontraría entre perseverar en mantener a los Estados Unidos como primer garante del orden internacional, un rol auto asignado luego de la Segunda Guerra Mundial, o bien replegarse hacia su esfera geográfica, desligarse de sus compromisos globales e iniciar la transición hacia un mundo post americano; una tendencia que ya empezaba a mostrarse en la política exterior de Barack Obama.
Desde una visión reactiva de carácter nacionalista, Trump había convencido a una mayoría del electorado americano, especialmente a las capas medias de trabajadores blancos, de que la globalización y el libre comercio mundial eran los principales causantes de la desaceleración económica, de la crisis de la industria y, finalmente, la pérdida de fuentes de trabajos en los Estados Unidos. Una tendencia que resultaba favorable a otras naciones menos desarrolladas, de mano de obra más barata y, por tanto, más atractivas para el capital transnacionalizado.
En su programa de gobierno, también manifestó su desacuerdo con destinar presupuestos militares en defensa de aliados que bien podrían solventar sus propios gastos. Ahora, el hecho de ponerle límites de costos a la defensa de sus aliados y, por tanto, al ejercicio mundial de la hegemonía militar de los Estados Unidos, podría ser indicio de un vuelco importante de la doctrina estratégica global de la superpotencia.
Pero, sólo un ultraconservador como Donald Trump quien, además, tiene un fuerte control sobre el Partido Republicano, podría dar un paso así. De la misma manera como ningún otro Presidente de los Estados Unidos que no fuera Richard Nixon, un reconocido anti-comunista, habría podido establecer relaciones diplomáticas con China comunista, como lo hizo en 1972.
Una evolución deseable para la nación coreana
En consideración a la brevedad del encuentro de Singapur, a lo escueto de la declaración conjunta emitida, carente de una formulación de pasos específicos y concretos; además, sin plazos de cumplimiento, queda poco espacio para un análisis más profundo excepto para la especulación, más basada en intuición y deseo que en datos objetivos y fidedignos.
En tal sentido, uno podría esperar una evolución para la nación coreana que implicara, al menos, tres etapas bien definidas para cumplirse en el mediano y largo plazo: retirada, desnuclearización y reunificación
La retirada
Si el programa de Donald Trump ha considerado la disminución de los gastos militares referentes a la protección de sus aliados, en buena hora, porque es probable que el retiro de las fuerzas americanas del nororiente asiático y el término de la alianza militar entre Estados Unidos y Corea del Sur, constituyan precisamente el incentivo necesario para que Corea del Norte comience realmente a deshacerse de su capacidad nuclear.
El retiro militar de los Estados Unidos de la Península sería, además, una medida muy bienvenida por los surcoreanos, quienes han tenido que constituir el escenario geográfico de las secuelas de una Guerra Fría extinguida hace treinta años, poniendo en riesgo su territorio y sus habitantes en un eventual conflicto en el cual el aliado, ubicado a miles de kilómetros del foco, prácticamente arriesga poco o nada. Si el repliegue estratégico va en serio, las bases militares de ultramar estadounidenses, como Guam, ya no tendrían mucho sentido.
Sin embargo, las doctrinas hegemónicas militaristas son difíciles de desmontar de la conciencia de grupos conservadores que son controladores de importantes empresas ligadas al complejo militar-industrial como también de influyentes medios de comunicación, así como de los asesores ultraconservadores que rodean al Presidente Trump, quienes no han dudado en criticar su actitud aperturista, augurando todo tipo de consecuencias negativas para los intereses de los Estados Unidos y sus aliados regionales.
No pocos han acudido al fantasma del acuerdo de Munich, argumentando que no es posible entrar en razones con dictadores impenitentes, so riesgo de caer en una trampa similar a la que Hitler hizo incurrir al primer ministro Chamberlain en 1938. No obstante, se debe reconocer que hasta el momento, Donald Trump ha dado cumplimiento a su programa trazado, independientemente de las opiniones, a favor o en contra, tanto de sus detractores como de sus asesores.
Por otra parte, aparece cada vez más claro que el interés de Corea del Sur por entablar relaciones normales, con miras a una reunificación de la nación coreana, tendría que pasar, necesariamente, por el término de la alianza militar con los Estados Unidos. Al fin y al cabo, el polo demostrativo del extraordinario desarrollo de la economía capitalista en Oriente lejano que constituyó aquel país, ya se consumó.
La desnuclearización
Entendida desde la perspectiva de Kim Jong-un, la desnuclearización de la Península de Corea incluye, por definición, también el completo retiro de la superpotencia nuclear aliada de Corea del Sur y su sistema de misiles nucleares de mediano alcance (THAAD), instalados poco antes de que el Presidente Moon Jae-in asumiera su cargo. Una movida que fue considerada por el progresista Moon como una política de hechos consumados. Desde luego, la desnuclearización de las partes exigiría de una rigurosa sincronización.
Por su lado, el Presidente Trump elogió la fortaleza de la estrategia del líder norcoreano y calificó los ejercicios militares combinados de los Estados Unidos con Corea del Sur como una pérdida de dinero. (“I would love to get the military out as soon as we can because it costs a lot of money”) . Diligentemente, el Pentágono y Seúl se pusieron en movimiento para cancelar un ejercicio militar de gran escala y largamente planificado para el próximo mes de Agosto.
Como contrapartida, el gobierno norcoreano acaba de anunciar en estos días el desmantelamiento de tres bases de pruebas de misiles.
Como se comentó en un artículo anterior, es muy probable que la gran estrategia del gobierno de Corea del Norte esté consultada con la cúpula china que lidera Xi Jinping, ya que la retirada de Estados Unidos desde la Península de Corea es de común interés. (Redseca.07.06.18). La visita de dos días que el líder norcoreano está desarrollando en Beijing, luego de la cumbre en Singapur, ha sido poco difundida por los medios. Pero es un indicio de que Beijing no está en absoluto marginalizado de las tratativas de paz en Corea. Tampoco lo estaría Moscú. Sea por las conversaciones entre Xi y Putin sobre el futuro de Corea o por las aproximaciones directas entre Moscú, Pyongyang y Seúl a través de Gazprom, relativas al proyecto de gaseoducto que proveería de una importante fuente de energía para la nación coreana. (Asia Times.19.06.18)
La reunificación
Por su parte, genio sería Kim Jong-un si internalizace lo que Deng Xiaoping predijo hace ya algunos años: “No importa el color del gato, lo importante es que cace ratones”. Probablemente Xi Jinping, se lo recordó en su encuentro de Abril pasado, y en este último de Junio: La principal contradicción en las sociedades de hoy, afirma Xi, es entre demandas y desarrollo (Other News. 08.03.18). Cuando la gente tiene necesidades perentorias, las ideologías deben pasar a segundo plano. Después de todo, la dosis adecuada de Estado regulador y de Mercado asignador de recursos fue la receta que levantó a los países del norte de Europa al nivel de desarrollo que hoy ostentan.
De lo expuesto se puede deducir, algo temerariamente, que la reunificación coreana es una opción viable que requiere, si no genialidad, al menos sentido común. Se trataría de un proceso complejo, acumulativo y gradual. Consistiría en la reanudación, profundización y generalización de la cooperación norte-sur coreana, como es el caso del complejo industrial de Kaesong, ubicado en Corea del Norte, financiado por capitales del sur y con mano de obra norcoreana.
Es destacable el rol jugado por el Presidente de Corea del Sur, Moon Jae-in, en el acercamiento diplomático con su par del norte. Una actitud que difícilmente se habría esperado de sus antecesores conservadores. Jae-in ha sido el motor impulsor del encuentro de los “injuntables”. Las negociaciones ya están en marcha. Jun 25, 2018