Le dicen Renacuajo, Pigmeo Podrido, Enano Podrido o sencillamente Podrido. Hay muchos pero éste está de moda. Siendo comunista todos los años setenta y ochenta, en Chile, la RDA, Cuba y de nuevo la RDA, en los noventa se hizo derechista y ahora es canciller. Desde ahí se ha lanzado con todo contra Maduro.
Con sus limitaciones y errores Maduro es hombre de una sola línea, todo lo contrario a Podrido, y fiel a quien lo llevó también a las alturas, a quien siempre ha reconocido. Es solidario con quienes desde sus precariedades, lo apoyaron siempre. Paga con su solidaridad la solidaridad recibida.
Nada que ver con el Enano Podrido, que mordió todas las manos que se le tendieron y, además, se tituló de traidor.
Le ladra a Maduro desde Buenos Aires, sus ladridos reemplazan en el Grupo de Lima los ladridos de PPK, que ahora está casi enjaulado. Y se destaca en Chile por difamarlo. Es el peor muñeco que el ventrílocuo Piñera pudo colocar en sus rodillas. Se adelanta y escupe más que su inventor.
Renacuajo, con perdón de ranas y batracios, Podrido inventó su vida desde 1991, y la escribió con el beneplácito de los poderosos de turno, especialmente en Chile, país mal informado y donde predomina el tufo anticomunista en todas sus vertientes e intensidades.
Podrido, titulado traidor, ascendió.
Llegó tan alto como nunca soñó un Podrido como él.
Está ahora evidentemente mareado, indispuesto, diarreico.
La derecha es tierra de oportunistas y desmemoriados.
Hay fanáticos de asesinos y violadores de niños encabezando la defensa de los derechos humanos. Hay podridos en billetes abrigando a entumidos miserables en la nieve y ofreciéndoles una noche con techo.
Este Podrido fue a ratos Ministro de Cultura y ahora es nada menos que Ministro de RREE, cargo desde el cual puede lucirse ladrando y escupiendo para el exterior.
Siempre, como corresponde a la estirpe de los Podridos, ésta, ahora autoridad no electa, busca una víctima para ensañarse con ella y, si es posible, ayudar a destruirla. Desde su pigmea estatura, claro.
Su primera anhelada víctima fue Allende pero éste se inmoló en Chile y se le escapó, dejándolo mudo ante él. Allende es, para muchos, emblema de decencia, de dignidad, de coraje y de consecuencia. Podrido, en enclenque, de sus antípodas.
Luego fue Fidel Castro, pero el hombre del 26 de Julio ni siquiera se dio cuenta de sus desesperados intentos y, después de proteger su prole, incluida la de Podrido en Cuba, entregar su obra, su testamento, elegir sus exequias y diseñar su propia tumba con una inmensa roca inamovible con el nombre que su pueblo le daba, entró altivo en la historia universal sin mirar siquiera a los Podridos y a los dizque poderosos que reiteradamente buscaron ultimarlo.
Más tarde vinieron Honecker y su esposa Margot, bajo cuyo gobierno alemán quiso este Podrido -nadie se lo ordenó, ni siquiera la necesidad- vivir y cobijarse dos veces, gozar, sin chistar, de la protección, del amor, del estudio gratuito, de la vivienda, de los bienes para todas sus necesidades, incluso las literarias, y que vinieron, qué paradoja, a morir a Chile, en calma, el mismo país en que Podrido había nacido por casualidad.
Podrido nunca hizo nada importante contra sus inventados “enemigos”. Ni contra el izquierdista Allende que, como comunista, él apoyó desde niño. Ni contra el tirano Fidel, bajo cuyo gobierno vivió gratis cinco años y dejó a su cuidado sus descendientes. Ni contra la dupla dictatorial alemana, bajo cuyo gobierno vivió voluntariamente dos períodos llevado por su afán de perfeccionamiento y adhesión.
Podrido siguió viviendo en el metro cuadrado de su pieza ambulante regalada o prestada, en la que inventó su fácil literatura pajera.
Nada hizo siquiera contra Pinochet en la lucha democrática que una y otra vez se comprometió integrar, en La Habana y Berlín. No se le vio por estos lados. Ni se le escuchó. Ni se le leyó.
Sus gañidos se dirigieron desde los 90 contra Vilma Espín, la primera mujer de Cuba, amiga y compañera de su primera esposa, a quien siempre acompañó en Cuba y la RDA, cuando pudo, como perro faldero y guardián; a su suegro, el fiscal cubano Fernando Flores, que fue su sostén para viajar de Berlín a Cuba, y que terminó siendo, para él, “Charco de Sangre”, un criminal ajusticiador de gusanos, mucho tiempo después, claro, de salir de Alemania y de Cuba.
Sus armas también se dirigieron a sus amigos comunistas chilenos que denunció en “Nuestros Años Verde Olivo” con nombre y apellido, y a sus conocidos del Mapu, también con nombres, que intentó ridiculizar en “Detrás del Muro” después de haber gozado de su buena fe y de su apoyo en algunos años del exilio. Esas manos amigas y conocidas estaban cercanas y las mordió como perro tiñoso alterado, escudado en su cobarde “imaginación”. Eran los que lo habían apoyado para viajar, con pasajes cubanos, de La Habana nuevamente a Berlín, y por las razones con las que él se comprometió.
Hoy, desde su cancillería, Podrido divisó a Maduro, que está en la mira del poder más grande del planeta y de sus voceros actuales, el desfachatado Donald Trump y un tal Mike Pompeo, nombre de rufián y delincuente, para los que Podrido ha tenido sólo sonrisas.
Y Maduro se le apareció como él, Enano Podrido, quería verlo: caricaturizado, debilucho, enclenque, iletrado, vociferador, aislado internacional y nacionalmente. Dictador de izquierda muy pronto a caer, sorprendido en un hoyo como Sadam o muerto a patadas del populacho dopado en el desierto, como Kadafy. Sólo faltaba un ladrido suyo. Se cumpliría en la realidad lo que él había soñado para Honecker y Fidel.
Y arremetió como chucho final contra ese pobre “chofer de micro” venezolano que había llegado -seguramente por decisiones de un pueblo enfermo- a ser Presidente de la República y nada menos que por dos veces y con más votos que los recibidos por su actual jefe, el que lo nombró en su cancillería adivinando su resentimiento y su avidez.
Ahora está sentado en la falda de Piñera y buscando la de Pompeo, alabado y propagandizado por El Mercurio, pero seguramente va a caer en el momento en que se muerda la lengua o se resbale en su propia baba.
Este, creo, es el último contra-ataque que escribo contra este Podrido. No voy a hacer un recuento; él lo sabe.
Y él es sólo un pendejo colaborador de la reacción, no merece más preocupación ni tinta.