Kim Jong Un llegó a la mesa de negociaciones de Singapur lleno de un solemne halo de victoria. Ha obligado a quien lo despreciaba (o lo desprecia)a sentarse en una mesa de un lujoso hotel del Sudeste Asiático a conversar con él sobre la guerra y la paz.
Lleva en sus espaldas el jefe coreano el peso de un conflicto viejo, del inicio mismo de la caliente Guerra Fría (a sólo cinco años de la destrucción de Hiroshima y Nagasaki y de la rendición de Japón; del triunfo de los EEUU, por un lado, y de la URSS y China por el otro). En su tierra, la de sus abuelos, se enfrentaron los nuevos triunfadores. El saldo, hasta el armisticio: 3 millones de muertos coreanos.
Los muertos del período de su abuelo le exigen ahora paz para sus nietos y los que pueden venir.
Trump no carga esa mochila. EEUU nunca ha sido bombardeado en una guerra. En la Segunda Guerra Mundial sus muertos no fueron más que los caídos en su Guerra Interna entre el norte y el sur, de más de medio siglo antes.
Sus aliados occidentales de la OTAN sí han sido bombardeados: Alemania, Francia,Inglaterra. Italia, España por Franco y sus aliados. Por eso tienden a llegar cuidadosamente a conversar sobre la guerra.¡Para qué decir Europa Oriental!
Trump, además, es una especie de John Wayne de la política internacional: proclama que ¡EEUU primero!, declara la guerra comercial nada menos que a China y estuvo a punto, hace muy poco, de atacar nuclearmente a la República Popular y Democrática de Corea, al “hombre cohete” que hoy tiene adelante y a sus millones de coreanos que, ahora sí, con esas bombas, se librarían del comunismo. Algunos de los que quedaren vivos.
Antes de partir de Canadá a Singapur, reciencito, Donald Trump gritó a sus aliados occidentales y a Japón en Quebec y se fue a Singapur:“Somos como la alcancía a la que todos roban. Eso se va a acabar o dejaremos de comerciar”.
Los seis (Alemania, Japón, Canadá, Inglaterra, Francia e Italia) quedaron con la boca abierta.
El mundo, sin mucha esperanza, observa el encuentro en Singapur. El mundo no es un árbitro que dará por ganador a uno o a otro. Es un observador interesado que aguarda un acuerdo de no agresión nuclear y por tanto una cierta calma en un planeta en que se sigue matando en serio en Siria, Afganistán, Yemen y parte de Irak. Y en que EEUU tensiona las relaciones con China, con Rusia y con sus aliados de los Siete.
¿Con quién le queda pelear? Desgraciadamente Kim puede verse obligado a seguir haciendo experimentos de “hombre cohete”.