Noviembre 15, 2024

La “sanación” en tiempos neoliberales

Se podrá decir, con toda razón, que no se puede generalizar respecto al coaching. A pesar de que más de alguien podría criticar la simpleza de su enfoque o que es una especie de psicologismo místico donde caben gurúes, pastores, terapeutas, motivadores y gente positiva en general, esta técnica puede efectivamente cumplir un provechoso rol. Si alguien se gana la vida honradamente con ese trabajo y otro paga gustoso porque siente que le sirve, ¿quiénes somos para juzgar?

 

 

 

Sin embargo, eso no implica dejar de llamar la atención sobre una idea fuerza que subyace a dicha práctica: el contexto no existe y/o no es relevante para un proceso esencialmente individual e interior. De forma explícita o implícita, se asume un evidente imposible de la vida humana: no hay relaciones ni estructuras sociales, tampoco cultura, ni orden político o sistema económico. Sólo tú eres lo importante. Todo estaría en tú interior. Tanto lo que te impide ser feliz y exitoso, como las potencialidades que si se desarrollan lograrán que seas efectivamente feliz y exitoso.

 

 

 

Por eso se podría decir que el coaching es puro voluntarismo, falta de conocimiento sobre las dinámicas socioculturales reales o una poco elegante finta a dichas inexorables realidades. Condiciones que cualquier estudiante de primer semestre de antropología o sociología sabe que son fundamentales para entender la vida social. Cuestiones colectivas a las que, aunque los individualistas radicales no lo crean, ni siquiera escapa la vida individual.

 

 

 

En tiempos neoliberales esa manera de ver a las personas y buscar su desarrollo interior para permitirles su progreso o éxito exterior, es una versión edulcorada del llamado “individualismo metodológico”. Esta perspectiva neoclásica o neoliberal, asume una sociedad atomizada a su mínima expresión: el individuo. Pues, si en realidad la sociedad no existe, como decía rebosando de extremismo neoliberal Margaret Thatcher, los individuos serían la verdadera esencia de la especie. Lo único verdadero y, por ende, lo único a tener en cuenta.

 

 

 

Entonces, volviendo al coaching, se le puede hacer la crítica de asumir desprevenidamente un punto de vista político derechista, reproduciéndolo en sus prácticas y discurso. En segundo lugar, asume una vida social que nunca ha existido ni existirá: humanos fuera de contexto. Para luego, en tercer lugar, reproducir el individualismo: tú eres lo más importante y el mundo se significa y vive desde cada uno. Esta visión niega la posibilidad de que el mundo se solucione colectivamente: cada cual se adapta a él y en relación a esa capacidad logra la felicidad y/o el éxito. Siempre bajo condiciones —sociales, políticas, económicas, culturales, etc.— inexorables o que pasan a segundo plano.

 

 

 

Por lo que más allá de la buena fe de no pocos coach, su práctica da lugar a una legitimación, naturalización y reproducción del individualismo derechista, de la atomización social y de la despolitización.

 

 

 

Por otro lado, una segunda crítica al coaching va mucho más allá de errores o simplezas. Tiene que ver con una ética que pone por delante los intereses del propio coach y de su mandante, por sobre los de las personas a quienes se les aplica la técnica. Nos referimos principalmente a las consultorías contratadas por empresas para sus “colaboradores”.

 

 

 

En este caso, el coaching puede llegar ser un excelente aliado de la alienación y la explotación, al intentar convencer a los trabajadores de que cuestiones socioculturales, económicas y políticas, en realidad son problemas individuales. Más allá de las condiciones que te tocaron vivir, como todo está en ti, si eres positivo y si eres tú mismo, lograrás lo que te propongas.

 

 

 

Se hace desaparecer la sociedad con sus problemas de poder y de desigualdad, y nos quieren convencer de que cada individuo tiene la llave de su propia vida. Lo que en cierta manera es cierto. Pero, al ser aplicado a los lugares de trabajo implica que los salarios, las condiciones laborales o el trato no son lo central. El punto es cómo tú los enfrentas. Muchas veces he escuchado a trabajadores refiriendo que en sus empresas, cuando las jefaturas detectan que sus equipos funcionan mal por problemas salariales, de condiciones laborales o trato, contratan un coaching… ¡para sus empleados!

 

 

 

De ahí que ese tipo de coach, gurús de lo obvio y charlatanes de las medias mentiras/medias verdades, se retiran de la jornada con jugosas ganancias. Mientras los equipos de trabajo se quedan con la extraña sensación de haber sido embaucados por encargo de sus empleadores: ¡los problemas laborales en realidad estaban dentro de ellos! Algunos se creerán el chanchullo y otros masticarán la rabia de una jornada donde tuvieron que actuar (en el sentido de fingir) para mostrar espíritu de equipo, compromiso con la empresa, voluntad de cambio, positivismo y proactividad… y así mantener su trabajo.

 

 

 

En este mundo neoliberal, si no eres feliz ni te realizas es sólo tu culpa; es una incapacidad personal. Sí, lo malo también está en ti. Lamentablemente, como no estás siendo tú mismo y además eres negativo, no lograrás tu pedacito individual de felicidad ni la realización personal en tu metro cuadrado. Porque esta pseudo espiritualidad neoliberal sólo salva al individuo o lo formatea para ser resiliente: aguantar lo que le venga, ponerle el pecho a las balas.

 

 

 

No se trata de organizarse colectivamente para cambiar el contexto, de desarrollar un juicio político o crítico de él. Es el individuo el que debe cambiar, buscando en su interior, alejándose así lo más posible de la realidad donde en verdad está el problema. El filósofo coreano Byung-Chul Han en su libro Psicopolítica, lo expone con muchísima más claridad que SSS:

 

 

 

“Quien fracasa en la sociedad neoliberal del rendimiento se hace a sí mismo responsable y se avergüenza, en lugar de poner en duda a la sociedad o al sistema. En esto consiste la especial inteligencia del régimen neoliberal (…) En el régimen neoliberal de la autoexplotación uno dirige la agresión hacia sí mismo. Esta autoagresividad no convierte al explotado en revolucionario, sino en depresivo”

 

 

 

Sin embargo, no faltará quien nos diga que el coaching no es una cuestión política. Sino una oportunidad de desarrollo personal.

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